sábado, 11 de julio de 2015

Arno Schmidt/Paisaje lacustre...


Me estoy preguntando para qué carajo traducen al atroz Arno, incomprensible donde los haya, una bestia dodecafónica a contrapelo… porque su música no necesita de tales conjugaciones ni aditamentos… en su caso, como quien dice, meros tratamientos paliativos de lo inexplicable, de lo impenetrable de su ronroneo…

No sé si Herr Schmidt es hermético, esotérico, un visionario o un alucinado… pero artistazo como la copa de un pino sí que lo es, aparte otras variedades de la locura que también acostumbraba a llevar puestas… carajo con el Gachó…

El paisaje lacustre es de la Baja Sajonia, ahí ahí con su Brezal de Brand… qué pinta en semejante escenario la señorita Pocahontas lo justifican la pasión y la libido de un fin de semana entre desconocidos con derecho a revolcón… la rapaza Selma se nos troquela en varias cosas distintas… lo de nativa norteamericana casi es lo de menos… y venga a remar por lagos y pantanos entre dos.

Que Arno sea como un Cecil Taylor se nos está quedando limitado, más una trampa que un mensaje clarificador… porque Herr Arno vendría a ser como un Taylor pero mucho más radical… tocando su piano no con las manos, que ahí creo que Cecil como que no supo ver que su arte era la ruptura total pero no la parcial y se nos quedó cortito tocando con las manos al modo habitual… sino tocando el piano con un destornillador y un esmeril, uno en cada mano, o con los muñones de un fiambre recién sacrificado por él mismo… o con… pero siempre un piano, ojo, porque si con el destornillador y el esmeril tocamos otra cosa distinta nos convertimos en simples operarios, mecánicos, chapuzas… o imbéciles sin más, si son las curvas de una rapaza lacustre ávida de conocernos sobre un pastizal…

Vuelvo al Gachó Schmidt, que de operario nada… con el destornillador y el esmeril bien encendido fungando a tope de revoluciones lo que acabé haciendo es despellejar su librajo… me resultó indispensable para intentar ¿descifrarlo?... iluso de mí. Estoy en plan repelente, a más no poder… cualquier cosa escrita por Arno me hace el bien, le conviene a mi ánimo, para compensar la cordura ambiental… Bueno, aclaro que cosa escrita por Arno siempre y cuando sea incomprensible, o sea, casi todas, pero no todas… porque algunas se entienden, al modo clásico de comprender o entender, y no hay quien las aguante…

Sobre Los desterrados no sé qué decir, salvo que me encantó… hay piano y, en vez de esmeril y destornillador, los garrotazos a la tradición el amigo Schmidt se los arrea y administra con distintas ferramentas… todas ellas contundentes...

Lo que ya no me parece tan bien es que el traductor o el editor o el maquetador o el que sea que se encarga de este tipo de cosas haya o hayan cometido tantas faltas como las que aparecen en esta edición… son tantas que casi van a juego con el instinto pulverizador que aqueja al fauno Arno y sus impagables idas de olla.

lunes, 6 de julio de 2015

Ernst Jünger/Eumeswil...

Cuando menos te lo esperas se te aparece el lóstrego de luz, el relámpago, y te quedas encantado de tanta claridad que se te viene encima, te rodea y despeja tanto el ambiente que desde Cabo Vilán ves Fastnet Rock… yo por lo menos alcanzo hasta ahí, sin prismáticos  y sin cerrar los ojos.

Lo mismito que a Ridruejo y a tantos otros, a Herr Jünger se le incluyen en el “haber” , aunque otros le apuntan esto mismo en el “debe”, cambios y rectificaciones y correcciones y demás parafernalia moralizante de quien vivió y pensó todo un siglo y se dio cuenta de que trastadas había elucubrado y cometido algunas… en estas agudezas no entro… pero en el “debe” sí, y ahí le incluía a Ernst, hasta leer este memorable Eumeswil, que sus libros no cuajan, que aburren y decepcionan, sin más… que estarán bien pensados, cuestión sobre la que habrá todo tipo de opiniones… pero es que bien escritos me da que… a lo mejor sus diarios, no sé, pero sus pseudo/novelas, cuentos o fabulaciones alegóricas, utópicas o lo que sean es que no, no y no; error, mayday… todo muy claro hasta que luego te topas con el chispazo Eumeswil y a tomar por saco el debe del tipo…

Porque es que al Gachó Jünger le salieron cuatrocientas páginas de anticiclón, electricidad, chapuzón, brisa y nubes altas y escasas, de ésas que de tan bonitas…

Como si te pillan por sorpresa con la chorrada de qué libro te gusta de veras y lo suficiente como para llevártelo a una isla idílica y… no sé… que lo de llevarse libros a la isla de ensueño es una cosa que siempre me pareció muy toca narices… yo no tengo problemas si se trata de elegir una isla, hay quien sí, pero yo no… tampoco me cuesta elegir libros… pero con los libros para la isla me bloqueo… 

Si te cuentan que Jünger se larga el librajo en plan repaso y reflexión vital cuando ya pasaba de los ochenta años, es normal que la cosa como que asuste un poco… el caso es que me puse con Eumeswil, que moral me sobra y la portada en plan De Chirico valía la intentona… me topé la gloria… de estos libros que parece que se editan porque el autor es una vaca sagrada y se le permite el desvarío, pero que, si no, leches lo iban a publicar los del Trust. Lo mismito que El hombre aparece en el Holoceno… y otros muchos. A veces, cuando sus autores están alumbrados o inspirados de verdad, son los mejores libros que tienen, sin guión ni programa aparentes, sin horario ni citas ni compromisos, sin cheques ni deudas ni plan de ataque… Gaseosos y especulativos. Como muchos músicos, los buenos de verdad, que si los pillas calentando motores e improvisando a rienda suelta disfrutas más que, luego, en el concierto…

Para islas y portada de Jünger, su Visita a Godenholm... sólo faltaba Bergman en el cuadro.

miércoles, 1 de julio de 2015

Ridruejo bajo cero/Los cuadernos de Rusia

Había que leérselo de todísimas todas, para ver qué se decía el Gachó Dionisio en medio del tráfago metálico a 40 grados bajo cero, muerto de hambre, frío y codo con codo con el ogro teutónico de ojos azules y muerte al por mayor…

Rusia adentro a finales del verano es como el peor invierno en el resto del mundo… en otoño ya no te cuento, no sale en las estadísticas. De enero a mayo no se sabe cómo es la cosa de fría porque nadie sobrevive… lo de ir a pegar tiros y morterazos en esas condiciones es de muy voluntarios a la fuerza, y algo jamaos…

Como a Dionisio lo han subido a los altares de la pureza tras enmendar su escabroso inicio, Los cuadernos de Rusia se reeditaron hace poco… por lo que aproveché para agenciarme el librajo original que, coincidiendo con la citada reedición, te venden por la cuarta parte de lo que te pedían medio año atrás… me lo topé en Urueña, ojo al pueblo, auténtica Bastida en medio del desierto… Los cuadernos son como las Tempestades de acero pero con dudas y crisis internas, en plan inadaptado.

Herr Ridruejo llega al frente sano, animado, combativo, haciendo laudas y poemas por doquier, insufribles todos ellos… y acaba enfermo, pesando 35 kilitos de tuétano y pellejo soriano, fermentando giros vitales, cortes de mangas y con más cicatrices y decepciones de las esperadas en principio.

Esa primera parte del librajo, en la que todo pasa por el filtro del idealismo y el pecho henchido, es, más bien, insoportable, de cartón piedra, un espejismo y mil chorradas… la otra, no. Porque llega un punto en el que Dionisio se deja de tonterías, poemitas y soflamas, y empieza a llamar a las cosas por su nombre… y lo hace cuando el nombre de muchas de esas cosas y barbaridades aún no existía, ojito con el tipo, que eso tiene su mérito… y entonces el libro se te acaba... Hay quien no le perdona sus inicios de brazo extendido y beligerante, y hay quien se olvida de ello para sólo cantarle su posterior rectificación… mesmo ten. Cada cual con su espantapájaros parroquial. Como artista parece que Herr Dionisio andaba bastante limitado… pero sus barruntos y exorcismos, su búsqueda y sus crisis, son otra cosa… varios de sus libros, los no ¿artísticos? por favor, están repletos de diversas abominaciones y exploraciones, a dentellada limpia.
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