miércoles, 28 de enero de 2009

Más Errol Morris…

Acabamos de ver estos días, mientras el viento azotaba conciencias sin piedad, dos trallazos Errolinos, puro bisturí sin anastasia… qué tremendas pasadas: “The thin blue line” y “Standard Operating Procedure” Tanto las historias que nos cuenta E. M., como la manera que tiene de contarlas son excepcionales.

Quedaros con este nombre: Randall Adams, y bajaros the thin blue line (con subtítulos en español). Aunque hace años había visto parte de este documental y ya me había impresionado, entero es que te deja flipado. Espectacular este Randall Adams, realmente increíble, su planta y su mirada, cómo se expresa, su voz, su quietud, su flema… todo esto en la cárcel, injustamente… sin palabras… Ay la justicia, sibilina y caprichosa dama, algo veleta. Errol Morris en su punto, Randall Adams, para hacerle un monumento, y la música de Phillip Glass una pasada… no os lo perdáis.

Y sin palabras también te deja “Standard O. P.” Si te he visto no me acuerdo protagonizado por mandos y mandados, panolis y desgraciados, algún que otro Rambo y demás fauna militar, todos ellos unidos por su relación con el patético y esperpéntico espectáculo de “moros y cristianos” que tuvo lugar en Abu Grahib durante las últimas andanzas del Tío Sam por Tierra Santa. Dudosa labor de apostolado, no hay duda.

jueves, 15 de enero de 2009

¡¡A la hoguera con ellos!!

Así mismo os lo digo. Estos tíos son unos engreídos. ¿De quién estoy hablando? Pues de dos vacas sagradas del tema miolos, meninges, materia gris... Partiendo de una premisa tramposa y falsa, pero que dan por buena por necesidades argumentales, caprichito o lo que sea, construyen después su faustos discursos, erróneos de raíz. Qué macanudos.

He de reconocer que, como supongo que en varios de mis compañeros de primero de derecho (un saludo), la opípara impronta del gran Margarito, Don Alfonso Otero Varela, sigue viva. Fruto de la misma, y de inconfesables teuto-tendencias familiares que desde mi más tierna infancia me tienen compartiendo mesa y mantel con soluciones finales, guerras relámpago y heroicidades bélicas de todo tipo, eso sí, muy poco populares todas ellas entre el resto de habitantes del orbe, decía, que fruto de todo ello es que le haya seguido la pista, en la medida de lo posible, no sólo al Margarito, que más bien poco o nada, seamos sinceros, sino que sobre todo a su suegro: Carl Schmitt, destacado meningesmann de la teoría del derecho, hombre controvertido, dejado de sí y perseguido por la larga sombra del nacionalsocialismo. A pesar de ello, o gracias a ello, que también puede ser, escribió algún que otro libro electrizante, de esos que transpiran por si solos, que trasmiten fidedignamente las crisis, obsesiones y justificaciones de esos personajes que, teniendo la cabeza bien amueblada, son conscientes de sus actos, de los buenos y de los malos, y también exigentes consigo mismo. Pobres…

Me atrevería a calificar como pequeña joya su “Ex captivitate salus” (pedantería de título, eh?). Qué delicia de libro. Editado en Santiago por la editorial de la librería Porto: “Porto y Cia.”, me lo encontré un día en Couceiro, hace ya varios años. Cosa seria. Ahí tenía al individuo este, de todo menos insulso o anodino, editado en Santiago de Compostela, ciudad en la que su yerno impartía unas flamígeras clases de historia del derecho y dónde él residió en diversas temporadas. Pero no queda ahí la cosa, pues abierto el libro nos encontramos con el arabesco definitivo: traducción de Anima Schmitt de Otero… el precio era lo de menos, pero, encima, estaba baratísimo. Incluye también un prólogo a la edición española firmado por el autor en Casalonga, Santiago de Compostela. 1958. Al lado de la cantera que en dirección a Pontevedra queda a nuestra mano izquierda. Animado por este feliz descubrimiento leí alguna que otra cosa de él… y me fui desanimando. ¿Pero cómo una persona que se supone que usa la cabeza puede pretender hacer tortilla sin huevos ni patatas…? Porque ese es un buen resumen para su “Tierra y mar”. El del prólogo y el del epílogo, que pretenden ser reconocidísimos autores, van y lo ponen por las nubes. Pues no señor, están ustedes muy equivocados.

Aunque eso es nada comparado con el vitoreado “Las lágrimas de Eros” de George Bataille. La que el gabacho monta en este libro (ilustrado cuidadosamente con una abrumadora muestra de imaginería, toda ella muy chula, bonito libro, no hay duda), partiendo de una trivialidad totalmente subjetiva y falaz, inapreciable para cualquier ente pensante, falsa, tramposa y caprichosa, me tocó las “naringes”.

…Hasta ayer pensaba que ningún libro merecía arder en la hoguera, hoy sigo pensando lo mismo, aunque no puedo decir lo mismo de algún que otro autor… Que los detengan de inmediato…

miércoles, 14 de enero de 2009

Errol Morris

La semana pasada hemos visto dos impactantes documentales de Errol Morris, verdadero gurú del asunto. En esto de quien se dedica a exponer, criticar, analizar o denunciar “audiovisualmente” determinadas situaciones sociales, históricas, políticas, científicas, etc. este individuo es un rara avis. Nada de las habituales comodidades simplistas y superficiales estilo Al Gore, Michael Moore y línea 900, que, aunque estemos de acuerdo con ellas (resulta inevitable), dejan cierto regusto amargo pues es evidente que están articuladas con la básica finalidad de redundar en su correspondiente porción de convencidos y acólitos, pero sin entrar en las cuestiones que tratan con mayores miras. Por el contrario, en los documentales de Errol Morris la cosa va en serio, la pantalla trepida ante los machetazos que nuestro amigo sacude sobre el personaje o asunto elegido… y tenemos garantizada una hora y media de esas que parece que duran diez minutos… a no ser que al cuarto de hora nos levantemos escandalizados, pues, acostumbrados a lugares comunes y tonterías por el estilo, esto otro nos puede resultar demasiado incomodo y desagradable. Lo que está al margen de toda duda es que el tío éste, aparte de “artesano de la imagen”, es un verdadero outsider…

Aunque en castellano no hay más que uno o dos de sus documentales orbitando online, a quien entienda mas o menos inglés, para abrir boca le recomiendo que se baje inmediatamente el que le dedica a un personaje llamado Fred A. Leuchter Jr. (Mr. Death. The rise and fall of Fred A. Leuchter Jr.), pues el susto está garantizado, buah!! ¿De dónde sale este gachó?... Sólo verle la cara me causó un estreñimiento de cuatro días. Para cuando empezó a hablar yo ya convulsionaba presa del pánico catódico… Hay que verlo. Eso sí, con la tila y el bozal a mano.

Recuperados de tremendo susto, nos dejamos llevar por su “Fog of War”. Realmente no tiene desperdicio. El ínclito Robert S. Macnamara protagoniza un (des)cargo de conciencia antológico. Las imágenes de archivo, las declaraciones del protagonista, la música…, la guerra del Pacífico, las estadísticas del Japón arrasado (apabullantes), las “tormentas de fuego”, Vietnam, Cuba, las bajezas de los líderes mundiales, sus aciertos…

Ahora mismo estoy preparándome para ver el resto de sus “docu-cirugías sin anestesia”... Bansssaaaai

jueves, 8 de enero de 2009

Casualidades e indicios...

Conocida es la existencia de fenómenos, situaciones y elementos de toda índole que, aunque su demostración empírica resulta imposible de esbozar con un mínimo de seriedad, ello no impide que su veracidad y autenticidad resulte indiscutible. Ejemplos hay tantos, y tan a gusto del consumidor, que dejo que os sirváis vosotros mismos.

Entre ellos hay uno con el que tropiezo continuamente y que me resulta de lo más inquietante. Al principio, para mi, la cosa no pasaba de simple casualidad. Sin embargo, en poco tiempo, la coincidencia de varias “casualidades” apuntando todas en una misma dirección, hizo que pasase de considerarlas como tales y me plantease por el contrario la posible existencia de ciertos “indicios” sobre la realidad del asunto de marras. Siguió pasando el tiempo y, como os podéis imaginar, los indicios se multiplicaron con lo que aquí me tenéis soltando el espich.

Pero hoy, en vez de hablaros de X (letra con la que aludo al fenómeno, situación o elemento cuya existencia ha quedado demostrada más allá de toda duda razonable), os voy a enumerar alguno de los indicios que me llevaron a mi actual convencimiento. Antes de ello os haré dos pequeñas aclaraciones:

a).- Por desgracia, a lo largo de este interesante recorrido, que partiendo de la casualidad, pasa por el indicio y llega hasta la prueba, se han sucedido varios eslabones de los que no guardo ni referencia ni dato, por lo que ahora os citaré sólo algunos, aquellos que en su momento, por su relevancia o importancia, si que se quedaron conmigo. En relación a los demás lo único que os puedo decir es que fueron varios y que todos apuntaban hacía la misma coordenada: X

b).- También debo aclararos que desde un principio, nada más normal cuando de “grandes verdades” se trata, he partido de tres cutre abstracciones que, a pesar de ciertas excepciones, son ley. Tendríamos pues:

b`).- La escasa tendencia al elogio “inter – pares” que se da entre los Elegidos.

b``).- La existencia dentro de los confines de la mente humana, ya sea ésta de lo más dotada o elemental, de filias y fobias, rarezas y excentricidades, taras e inconfesables apetitos, que sólo en contadas ocasiones y normalmente en círculos muy pequeños de “iniciados” salen de su escondite explayándose a rienda suelta.

b```).- La existencia de giros, símbolos y una larga lista de mensajes cifrados con los que los miembros de determinadas agrupaciones o fraternidades se comunican discretamente y hasta hacen un velado ejercicio de ostentación y pertenencia.

Pasaré ahora a citar alguno de los datos, casualidades e indicios que a lo largo de dos o tres años, y casi siempre a través de la lectura, me he topado en relación a X:

*) Emmanuel Swedenborg (1688 – 1772), científico e inventor sueco, abandona las ciencias repentinamente y se convierte en místico e iluminado. Entre sus experiencias la más destacable es el haberse entrevistado con Dios y con el Demonio en varias ocasiones. Ahí queda eso. Tras el hombre, sus vivencias y opiniones, crece una numerosa comunidad de “adeptos” que llega hasta hoy en día, al igual que una pseudo secta de acólitos denominados “Swedenborgianos”. Es tachado de oscurantista y hereje.

**) Las referencias a Swedenborg se dan con sospechosa frecuencia en determinados y determinantes Elegidos, seres excepcionales poco dados a la ínfula y el panegírico. No sé, no sé. Algo debe haber. Su pista es seguida en principio por Goethe y Heine, por Gérard de Nerval y Balzac. Luego por mucho otros, casi siempre mentes preclaras. Qué sospechoso.

***) Gérard de Nerval, el célebre Desdichado: "Yo soy el tenebroso..." deambula por los límites de la cordura durante años. Internado en sanatorios mentales escribe libros absolutamente deslumbrantes, pero, sobre todo, desasosegantes: Las hijas del fuego, Los iluminados, Aurelia… El dedo lo señala, demencia, ocultismo, proselitismo… sigue los pasos de nuestro Emmanuel.

****) Honoré Balzac no sólo se dedicó a describir las inmensas planicies de la naturaleza humana, tan ricas en toda clase de personajes. También se sumergió en simas de tal profundidad que dejan a uno helado. Menos conocidos que otras de sus obras son los denominados “estudios” o “cuentos filosóficos”: Louis Lambert, Serafita y Los proscritos. Será Serafita/Séraphita su especial vínculo con el asunto que nos ocupa. ¿Qué sabía Honoré? ¿A qué sus continuos guiños “Swedenborgianos”?... Estas novelas, por su temática y confusionismo, parecen querer ir más allá, sobre todo si las comparamos con otras de sus obras, más lineales. Resulta evidente que algo se oculta en ellas… Esta gente habla en clave

*****) Un poco más al norte, con menos luz y más frío, August Strindberg suda la gota gorda escribiendo su “Inferno”. Qué tremendo espectáculo. Deja de lado, en la estacada, mujeres y prole. Se aísla y como un poseso se enfrenta durante páginas y más páginas con dos cuestiones que lo obsesionan, hasta el extremo de deformarle la cara: “Serafita” de Balzac y las ideas, escritos y visiones de Emmanuel Swedenborg. August está en el límite, no hay duda. ¿Qué buscaba August? ¿A quién buscaba, llamaba… e invocaba?

Los anteriores tropezones no llegaron a excitar lo suficiente mis malos pensamientos, aunque reconozco que me tenían un poco mosca. Tampoco otras referencias que me fui topando, y que no recuerdo bien, hicieron cambiar mi parecer. Sin embargo, reseñas más cercanas a nosotros en el tiempo me llevaron a ver el asunto de otra manera, más crédula. Aquí hay algo, se detectan realidades y hechos subliminales de extraña condición:

******) Henry Miller coge un barco en 1939. Va a visitar a su amigo Lawrence Durrell que vive en Corfú. Tal y como le cuenta a Anaïs Nin en una carta del 23 de Mayo de ese mismo año, para cruzar parte del Mediterráneo “me acompañan tu manuscrito… y una traducción al inglés de Louis Lambert, procedente de N.Y.” Extraña referencia, casi intempestiva, entrecomillada en el original…

*******) Jorge Luis Borges, la palabra hecha carne, se lo puede permitir todo. En su libro “El otro, el mismo” de 1964, del que la simple lectura de su prólogo de página y media deja a uno extasiado, incluye un poema titulado Emanuel Swedenborg. ¿Es tal vez un mensaje cifrado?... Pero la cosa no queda aquí, pues él, el Bonaerense Universal, el día 16 de Junio de 1978 le dedica una notable conferencia en la que, distinguiéndolo entre botarates de toda índole, habla de nuestro Emmanuel como “la personalidad más extraordinaria de la historia”… glub, palabra de D***: Amén.

********) Hans Erich Nossack, autor no muy conocido, publica uno de los libros más extraños e intrigantes que he leído: El caso D´Arthez (1968). Su editor en España (Barral, 1972) lo publicitaba con la siguiente cita en la sobrecubierta: “La búsqueda del futuro perdido. ¿Novela policíaca o metafísica?” Cosa rara, no digáis. A pesar de tan extraños comentarios, el libro se las trae, tremendo, intenso y especulativo. Los dos personajes principales son: D´Arthez (protagonista en las Ilusiones perdidas de Balzac) y Lambert (en alusión a Louis Lambert de Balzac, así nos lo indica el autor). Ello no tiene por qué preocuparnos en demasía, a lo mejor sólo inquietarnos un poco. Sin embargo, a mitad de novela, al autor se le va la mano. No es un bocazas, es un letrazas. Los símbolos y claves para iniciados, indescifrables para el resto, se transforman en un leve y ligero comentario, pero de tal índole y calibre, que inmediatamente da la sensación de que estamos pisando terrenos interdictos, prohibidos. Hay cosas que es mejor no saber. Lo que esta gente se traía y trae entre manos es una de ellas. Cosa fea, os lo aseguro. Cuesta creer que se trate de un desliz involuntario. ¿Qué pretende Hans Erich? Nossack?... ¿A quién quería denunciar?

Nacido en Hamburgo en 1901, presenció, como tantos otros, hechos tremebundos. Fue de los primeros, sino el primero junto con Heinrich Böll, en tratar la destrucción masiva, la muerte de cientos de miles de personas, abiertamente y sin complejos, huyendo de los vomitivos discursos heroicos, patrioteros o victimistas. Conoció los escurridizos recursos de los más viles personajes. También la capacidad de los más aplicados entre éstos para no llamar la atención y camuflarse entre los demás, escandalizados por la teatralidad, grosería y desmanes de algunos de sus compañeros de quinta, cabezas visibles de los totalitarismos europeos de la primera mitad del S. XX. De tener que destacar, defendían los más aventajados entre esta caterva, lo harían como próvidos y bondadosos ciudadanos, no como déspotas salvajes, pues esta actitud lleva implícito un más que seguro final de su reinado, como finalmente sucedió. El asunto no pinta bien, eso está claro…

Habiendo asumido los pérfidos entre los pérfidos que la absoluta discreción es fundamental para la obtención de sus fines, que eso de levantar los brazos quedó atrás, ya fuera para estirar la palma de la mano o para cerrar el puño, ¿cómo identificarlos y defendernos de ellos…? y peor aún ¿en qué consisten las nuevas herejías y heterodoxias, prestas a alienarnos, ahora que los problemas del alma nos dan la risa…?
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