A Bret Easton Ellis le rieron la gracia en los lejanos tiempos en que
empezaba a despuntar como voceiro
generacional en los Estates, recién publicada su sorpresiva Menos que cero. Se monta, al instante,
el triturador monolítico de cartos/pasta/money. El pensamiento resulta
inexcusable: ya tenemos nueva revelación y nos tenemos que forrar. A Bret le
dijeron: tú, tío, eres un genio. La
reacción subjetiva de Bret, si se lo creyó o no, si les escupió a la cara o se
dejó manosear, si le dio igual o tuvo una dislocación de personalidad, la
desconocemos. Pero la realización objetiva del piropo la tenemos entre las
manos: American Psycho: monumental y
estratosférico coñazo sin remisión, del que Bret no será el único responsable,
que también yo, por habérmelo comprado por considerar que, tras leer Menos que cero, tenía entre manos a un
candidato a voceiro generacional,
encima buen escritor…
Cosa que no niego, que sabrá escribir, que puede ser que sí, pero es
que a según qué tipos no se les puede reír la gracia, porque se lo creen, que
no digo que fuera el caso de Bret, que a lo mejor lo obligaron a escribir a lo
“grande” tras su inicio “mínimal” con Menos
que cero. Pero es que luego van estos tíos y como les reímos la gracia, y
cierto es que no sabemos muy bien por qué lo hacemos, nos achicharran con su,
ahora evidente y alevosa y kilométrica, falta de gracia… En American Psycho hay unos crímenes como yo no he leído nunca en mi
vida. Brutíficos. Tan bestias y tan
pasados de rosca y tan violentos y tanto es lo que salpican y tan horribles son
las filmaciones de dichos crímenes, rollo snuff movie imberbe, que el libro se
precipitó, se adelantó a esas películas, que aún son más coñazo que el libro de
Easton Ellis, pelis en las que nos cuentan eso de las filmaciones infames de crímenes
teenagers, decíamos que hay unos crímenes punto y aparte de lo carnicería que
son… pero salvo los crímenes, que no enternecen precisamente, el resto del
libro, aproximadamente el 90 % del tocho, es menos que cero de interesante, centrándose, básicamente, en la
marca de la ropa que visten los distintos personajes de la novela, víctimas
incluidas, cosa de las marcas de ropa que no sé si es rachadora o genial o
simplemente una estupidez al cubo,
aunque resulte, sobre todo y con independencia de que me digáis que es una
estupidez o una genialidad, aburrida y tediosa…
Y yo, al comienzo, me lo leía todo, Valentino, Armani, Neiman Marcus,
DKNY… porque quería no perderme ninguna
performance asesina del protagonista, que es, venga tópico: un yuppie/broker de
Maniatan, digo Manhattan, cosa que os
dejará cariacontecidos y es que parece que Bret no debía ser de romperse la
cabeza con este asunto de elegir al prota, y a mí es que me da igual que el serial killer sea un broker de Maniatan o un sindicalista de Labañou, que yo lo que quiero es que el
libro esté bien…
Pero luego la cosa de los crímenes, quiero decir, la ilusión por ellos
en el lector, se va desinflando, y resulta que entonces sí que no hay quien
ature al gachó y al compendio infinito de marcas y más marcas y aún más y más
marcas, y encima no conozco apenas dos o tres… Y cuando acabé como buenamente
pude el ladrillo del voceiro generacional,
me enteré, por los comentarios de solapa, que tenía ante mí una ¿gran crítica? del mundo de los yuppies estos, crítica que hacen extensiva al mundo consumista occidental… y me entraron unas ganas irreprimibles de irme a
comprar algo inservible a alguna tienda de inutilidades…
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