Este
libro totémico apareció por casa cuando tenía once o doce años. Estaba en la
habitación de mis padres. De aquella, la casa estaba en Lima, lugar que se
diría lejano. Las cosas que aparecen en la habitación de los padres, cuando
ésta se encuentra lejos, y da igual que tú vivas en la misma casa, que no por
eso el lugar deja de ser lejano, que es un viaje de tres pares de narices, y
qué bonitos que se ven los picos nevados y desérticos al sobrevolarlos con ocho
años a lo largo del pasillo, y me diréis que oye, para un momento, que lejano
se dice de algo cuando se toma como referencia otro punto, que, si no, lejano
no quiere decir nada… pues las cosas que aparecen en esa habitación son distintas de las que aparecen en dependencias
comunes de la misma vivienda. Como la sala, el recibidor, la cocina. Hasta la
huerta, que por ahí también andan todos…
El
caso es que Lenta raigame me lo topé
en la mentada habitación. Fruta prohibida, reservada para otros. A escondidas,
medio a oscuras… Con el libro en la mano me pregunté de qué iría el asunto. Lo
de lenta lo entendía con once años,
lo de raigame se me escapaba por
completo, lo tuve que preguntar y me descubrieron la incursión… Un hombre
remangado sachando na terra, preciosa portada, se entiende desde que a uno lo
paren…
FTaxes
fue como un tremendo bloque de granito galaico trepidando desiertos andinos,
corrientes de Humboldt, líneas de Nazca y cebiches. Preciosa excursión, e
inmejorable compañía. Exprimida durante varios años. Compañía que a lo mejor se
diría milagreira, que hasta suena a
portento lo de andarse con esas edades por esos lugares tan lejanos y con estas
compañías tan cercanas… De aquella, con doce trece añitos, lo que es leer, como
que aún no se me había pasado por la cabeza hacerlo, menos mal, que llegó mucho
más tarde la afición… pero mi
Lenta raigame era otra cosa, digamos
que un mojón piramidal, una familiar presencia en medio de las arenosas
monotonías que se extienden a lo largo de semejante distancia. Para quien
quisiera apoyarse desde tan lejos, para jugar con su sombra a las geometrías improbables,
para abrigarse en ella… O para darse de cabezazos y aprender, hasta rozar el
punto de ruptura, momento en que es recomendable parar, o seguir, que lo de
verdad recomendable es decidirse, mojarse y estrujarse a vivir…
Pasaron
unos años, no pocos, y como que fui entendiendo algunas cosas, también el libro
totémico, que disfruté sin remilgos, a grandes cucharadas, como buen lambeteiro.
Y confirmé sus dotes milagreiras, que
allá me parecía hecho de robusto y protector granito, y aquí de fina y
trabajada plata andina… Como también se disfruta la bonitísima edición do Castro… De lo que resulta, no quedaba
otra, que me acabé comprando el libro para tenerlo conmigo, que el que nos acompañaba
en la distancia era de mis padres, y con ellos sigue... El mío lo tengo
instalado en casa como inolvidable mechón rizado de aquellos años de
incursiones en dependencias ajenas en Chacarilla
del Estanque…
…pero
volvamos a estos lares, que sentándole bien a Lenta raigame la portada que le eligieron en Edicións do Castro, sé de quien habría preferido otra, parecida
pero no igual, que sachando na terra nos deberíamos topar con una Ella mejor que con un Él… y estamos de acuerdo y es ahí cuando
uno se da de bruces con un retrato de Taxes,
el que cuelgo obra de X. Iglesias, y resulta inevitable quedarse como quietecito
y diciéndose: quirillo, vaya presencia que se gastaba el gachó… pues
imaginároslo de granito y en medio del desierto… pirámide.
No hay comentarios:
Publicar un comentario