Lo de cuentos está claro… lo de únicos,
a veces, también. Pero hay más, moitomáis… empezando por el pepinazo
de Lequeu
que va en la cubierta, no sé si arquitecto, revolucionario o qué.
Nos cuentan en la introducción que los
relatos de esta selección llevan ese apellido de tanta índole que te echa para
atrás porque se trata de rarezas… bien por su calidad, superior, dentro
de la obra del autor, bien por su categoría… a ver, por tratarse, alguno de
ellos, del único relato del escritor o no escritor de turno… Un
lío, un empezar dando la murga, un cuerpo a tierra… un pelotón de
fusilamiento literario. Los cuentos vienen siendo, sobre todo, del periodo de entreguerras,
1ª y 2ª manualidades. Fantásticos y de terror.
Estas portadas me machacan, como un
estribillo pegadizo… se me meten dentro y no me dan descanso. Lo mismo que me
pasaba, ¿o aún me pasa? con la teta contumaz que me apuntaba al entrecejo en
una edición a todo color de Chambre Close de Bettina
Rheims que vi un día sin querer… en un escarapote, digo escaparate.
Cosas que pasan… Hace unos días se me pegó una canción que pillé en la radio,
decían que el deseo salta muros al revés… pegadizo.
Lo mejor, aparte de varios de los
relatos, es lo que nos cuentan de sus autores en una especie de reseña
biográfica que va antes de cada uno de los Cuentos únicos, preparada, la
reseña, sin piedad y para hipnotizar…. Como que han dado permiso a ¿quién?
para que nos envenene la mollera con algún que otro balonazo tóxico y encantador
referido a las idas y venidas de los autores, sus quiebros, sus trompadas; un esbozo
que abre las ganas de empacharse de ellos… y
moito máis.
Entre unos y otros sale alguna vaca
sagrada e intocable… y muchos autores que no suenan ni con las válvulas al rojo
y el
volumen en el piso de arriba… el librajo es una gozada, de verdad. Me
pareció corto, de lo divertido y bueno.
Pero ojo, que si juntas las notas
biográficas te quedas con un libro para enmarcar y aún mejor que el
conjunto tal como viene, aunque demasiado breve… la cosa recuerda a lo que pasa con la descripción
del río con la que se abre y cierra El Jarama, descripción
por la que, en repetidas ocasiones, dieron la enhorabuena a Ferlosio
por considerarla lo mejor del libro… aclarando él, después y visto el alcance
del malentendido, que no era suya, que esas palabras las había tomado de una “Descripción Física y Geográfica de…” y
que sí, a él también le parecían lo mejor de su El Jarama.
Pues eso, de quién carajo son las notas
biográficas que acompañan y preceden a cada uno de los Cuentos
únicos… Herr Marías firma la introducción del libro, en la que, de
perfil, nos indica que “el lector
encontrará notas biográficas sobre cada autor antes de cada cuento, así como
detalles relativos a la procedencia y fecha de publicación original (y casi
siempre única).”, precisa, poco después, que algunas de las traducciones
son suyas, y acaba puntualizando: “la
selección es de mi entera responsabilidad y, como toda selección que se precie,
absolutamente arbitraria.” Antes, el dato del copyright aclara “De la selección y prólogo: Javier Marías
1989”… de ahí que se intuya la orfandad de las notas biográficas,
que no son ni selección ni prólogo y sí lo mejor del libro.
Entre las muchas sorpresas que aparecen
a lo largo de esta recopilación, no es la menor la referida al Reino de Redonda… leeros
la nota biográfica de John Gawsworth, que os remite a M.P.
Shiel, quien nombra e instituye heredero del Reino de Redonda al propio
Gawsworth, quien edita y publica en vida varios de estos relatos únicos entre
los que se encuentra, también, uno suyo… y luego seguís la pista de la familia
real del Reino de Redonda y ya me diréis qué mejunje o bochinche… y acabáis llegando hasta el propio Marías.
Salto a Frederick William Rolfe, el Barón
Corvo, que se cruza y entrecruza, aparece y desaparece en las notas
biográficas de varios de los seleccionados únicos… eclipse y cerrojazo.
Serán las exterioridades del interior. Ni idea… del Barón Corvo tengo a punto
su Adriano
Séptimo, de la misma colección que estos Cuentos únicos. Pistas y
más pistas con las que me dedico a tapiar cualquier solución, como debe ser. Cuando
ni sabía quién era el tipo Rolfe, me regalaron En busca del barón Corvo,
tremendo librajo de A.J.A. Symons que me dejó pendurando hasta la medular, de los
que muerden y no sueltan. Ahora voy a reposar los sinsentidos.
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