Vuelve el aullido fenomenológico, el ululante bramido. Ven tidós… Algunos fines de semana, presos del mugido atávico, los dedicamos a asolagarnos de Galicia. Entre mil destinos inexcusables, yendo de aquí para allá, con el escalofrío vernáculo en máximos poco saludables, yo acabo recitando, mientras volvemos en el coche hipnotizados polos queixumes dos pinos, una sarta de tonterías Samaín, frases hechas y estupideces al por mayor, que ya quisieran para sí algunos de nuestros cutres representantes para utilizar en sus estúpidos aquelarres.
Especialmente emocionante fue nuestro paso por Celanova, berce de destacados literatos. Sin saber nada de su existencia descubrimos “A casa dos poetas”. Instalada en la casa natal del bardo Curros Enríquez, se pretende con ella mostrar a curiosos, convencidos y despistados las excelencias de una serie de hombres de letras oriundos de aquella pródiga comarca: Curros, Celso Emilio Ferreiro, Xosé Luis Méndez Ferrín, el combativo Pepe Velo, etc.
Aunque la casa museo se queda muy corta, y hasta cutre, pensando en las posibilidades que la anterior terna ofrece, mejor que nada es. Pero a lo que vamos, dos cosas hay entre la pléyade arriba descrita que están a un nivel estratosférico:
Una es el título del poemario de Celso Emilio “Longa noite de pedra” absolutamente genial (el título, sólo el título, que el libro es otro cantar). Nadie ha sabido aclararme si la inspirada frase es cosecha propia de Celso Emilio o no. Ante la duda prefiero pensar que sí…
La otra cosa estratosférica, casi sideral, es mucho más seria, no una simple anécdota como la anterior: Xosé Luís Méndez Ferrín. Este tío me tiene totalmente abraiado. Es un verdadero portento. Empezando porque en vez de estar ligado a Celanova, lo está a la aldea de al lado, la sonora y musical “Vilanova dos infantes”, caserío en forma de concha atravesado por una robusta torre. A los niveles en que escribe este individuo, las explicaciones resultan ridículas. Otra cosa son las impresiones que nos produce al leerlo. Y no conozco a nadie que trasmita como él la sensación de que cada una de las frases de sus novelas y cuentos pesan mil toneladas. Y que tan pronto como caen sobre el papel lo aplastan, lo deforman y se incrustan en él per seculam. Espectacular. De sus libros tan sólo leí “Arrabaldo do Norte”, “Elipsis e outras sombras” y “Retorno a Tagen Ata”. Este último es totalmente prescindible, los otros dos son absolutamente escandalosos y apabullantes. Encima “Arrabaldo do norte” es, según dicen, su primera novela, hay que joderse, qué nivel. En Elipsis, nuestro amigo Ferrín es un maestro indiscutible. Un elegido mayor, de esos que, aunque nos aburra o nos encante (y a mi me encanta), su magisterio es tan evidente como impepinable. Fuera de serie.
Especialmente emocionante fue nuestro paso por Celanova, berce de destacados literatos. Sin saber nada de su existencia descubrimos “A casa dos poetas”. Instalada en la casa natal del bardo Curros Enríquez, se pretende con ella mostrar a curiosos, convencidos y despistados las excelencias de una serie de hombres de letras oriundos de aquella pródiga comarca: Curros, Celso Emilio Ferreiro, Xosé Luis Méndez Ferrín, el combativo Pepe Velo, etc.
Aunque la casa museo se queda muy corta, y hasta cutre, pensando en las posibilidades que la anterior terna ofrece, mejor que nada es. Pero a lo que vamos, dos cosas hay entre la pléyade arriba descrita que están a un nivel estratosférico:
Una es el título del poemario de Celso Emilio “Longa noite de pedra” absolutamente genial (el título, sólo el título, que el libro es otro cantar). Nadie ha sabido aclararme si la inspirada frase es cosecha propia de Celso Emilio o no. Ante la duda prefiero pensar que sí…
La otra cosa estratosférica, casi sideral, es mucho más seria, no una simple anécdota como la anterior: Xosé Luís Méndez Ferrín. Este tío me tiene totalmente abraiado. Es un verdadero portento. Empezando porque en vez de estar ligado a Celanova, lo está a la aldea de al lado, la sonora y musical “Vilanova dos infantes”, caserío en forma de concha atravesado por una robusta torre. A los niveles en que escribe este individuo, las explicaciones resultan ridículas. Otra cosa son las impresiones que nos produce al leerlo. Y no conozco a nadie que trasmita como él la sensación de que cada una de las frases de sus novelas y cuentos pesan mil toneladas. Y que tan pronto como caen sobre el papel lo aplastan, lo deforman y se incrustan en él per seculam. Espectacular. De sus libros tan sólo leí “Arrabaldo do Norte”, “Elipsis e outras sombras” y “Retorno a Tagen Ata”. Este último es totalmente prescindible, los otros dos son absolutamente escandalosos y apabullantes. Encima “Arrabaldo do norte” es, según dicen, su primera novela, hay que joderse, qué nivel. En Elipsis, nuestro amigo Ferrín es un maestro indiscutible. Un elegido mayor, de esos que, aunque nos aburra o nos encante (y a mi me encanta), su magisterio es tan evidente como impepinable. Fuera de serie.
2 comentarios:
Pues no me ha convencido tanto como a ti... Elipsis esta bien, hasta si me apuras veo el germen de Matrix, personajes revolucionarios en un mundo de ficcion... Me ha gustado: SI, pero de ahi a ponerlo como lo pones...
Guau! Rodrí, dos libros comentados en un día, Puig y Ferrín. Has puesto la quinta. Ya me contarás con qué sigues. Por cierto, Matrix no la vi, pero lo voy a hacer ya, visto lo que comentas... Deik meu...
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