Acabo de leer “Matadero cinco” de Kurt Vonnegut y os digo que hasta me da rabia haberle dado caña al desconcertante Kurt en otra entrega, en aquella ocasión tras la lectura del decepcionante “Un hombre sin patria”, porque realmente el libro (Matadero cinco) es memorable. De obligatoria lectura, no lo dudéis.
El amigo Vonnegut fue de los pocos afortunados que salió con vida del Valkiriano bombardeo de Dresde, a comienzos de 1945. Allí se encontraba, junto con otros compatriotas yankis, prisionero de los Nazis tras ser capturado deambulando entre líneas. Aquella orgía de fuego Vonnegut la vivió en el Schlachthof fünf, osease, el matadero nº 5 de la ciudad de Dresde. Cuando acabó el interminable y fáustico redoble, Kurt asomó sus vidriosos ojitos fuera de la cueva y pensó que estaba on the moon.
No es de extrañar que semejante experiencia deje a uno temblando para el resto de su vida. Nació en nuestro protagonista una evidente empatía por una población civil que de la noche a la mañana, y sin ser Dresde objetivo militar, murió achicharrada. A nuestro Kurt nunca le gustaron las patéticas pseudo justificaciones de tal tropelía aliada… con estos y otros datos se podría pensar que el libro que al final iba a salir de sus manos habría de caer de manera inevitable en ciertos clichés casi panfletarios, tan habituales cuando los protagonistas de experiencias de esta índole deciden pasarlas al papel, clichés y actitudes en la mayoría de los casos totalmente comprensibles y justificables.
Pues bien, Kurt es distinto. Es de esos elegidos capaces de regurgitar un libro deslumbrante de una experiencia como la indicada. Cosa realmente difícil debe ser el abstraerse del redoble fáustico, el evitar apabullarnos con las escandalosas cifras y estadísticas de la tropelía, etc., cuando has estado allí. Aún más complicado es hacerlo de manera tal que el resultado sea como el que es en este caso. Merece la pena leerlo. Vonnegut, dotado de una imaginación Cunqueirana, se descuelga con el planeta Trafalmadore, con Kilgore Trout, con la ausencia del tiempo, y realmente deslumbra. Un diez.
El amigo Vonnegut fue de los pocos afortunados que salió con vida del Valkiriano bombardeo de Dresde, a comienzos de 1945. Allí se encontraba, junto con otros compatriotas yankis, prisionero de los Nazis tras ser capturado deambulando entre líneas. Aquella orgía de fuego Vonnegut la vivió en el Schlachthof fünf, osease, el matadero nº 5 de la ciudad de Dresde. Cuando acabó el interminable y fáustico redoble, Kurt asomó sus vidriosos ojitos fuera de la cueva y pensó que estaba on the moon.
No es de extrañar que semejante experiencia deje a uno temblando para el resto de su vida. Nació en nuestro protagonista una evidente empatía por una población civil que de la noche a la mañana, y sin ser Dresde objetivo militar, murió achicharrada. A nuestro Kurt nunca le gustaron las patéticas pseudo justificaciones de tal tropelía aliada… con estos y otros datos se podría pensar que el libro que al final iba a salir de sus manos habría de caer de manera inevitable en ciertos clichés casi panfletarios, tan habituales cuando los protagonistas de experiencias de esta índole deciden pasarlas al papel, clichés y actitudes en la mayoría de los casos totalmente comprensibles y justificables.
Pues bien, Kurt es distinto. Es de esos elegidos capaces de regurgitar un libro deslumbrante de una experiencia como la indicada. Cosa realmente difícil debe ser el abstraerse del redoble fáustico, el evitar apabullarnos con las escandalosas cifras y estadísticas de la tropelía, etc., cuando has estado allí. Aún más complicado es hacerlo de manera tal que el resultado sea como el que es en este caso. Merece la pena leerlo. Vonnegut, dotado de una imaginación Cunqueirana, se descuelga con el planeta Trafalmadore, con Kilgore Trout, con la ausencia del tiempo, y realmente deslumbra. Un diez.
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