Hace nada leía embobado y sin remisión un
libro de un tipo inmenso que son punto y aparte las cosas que dice y escribe. Como
siempre que lo leo yo estaba encerrado en el cuarto oscuro por si
acaso es necesario encerrarme en el cuarto oscuro, mejor ser precavido, que
nunca se sabe leyendo al gachó sideral y sus marcianadas post
mortem…
De repente suelta cinco títulos de
libros…
qué golpe yugular, carajo. Me dejó tremens… De los cinco golpes, tres ya los
había leído… ¿y?... De los otros dos, uno nunca se me habría pasado por la
cabeza pillarlo… y al otro hace tiempo que le tengo ganas, que otras cosas de
ese autor me han gustado bien, aunque no todas, cuidado… no digamos la edición en
la que sale un pájaro Cosmos ahorcado con arco iris de fondo
Vuelvo a lo del golpe… horrible, y sin
sentido alguno, Me dirás, que te suelten cincos librajos y quedarte planchado. Sin
ganas de nada. Y hablo en serio… Que yo no leo para que luego me vengan con
estas historias… Treinta horas y sin luz… Que leo porque me gusta… después
conseguí salir de la habitación. El anzuelo depresivo en cuestión,
situado en la página 82 del libro que estoy leyendo, dice lo siguiente:
“Cándido,
Cosmos, de Witold Gombrowicz, El juego de los abalorios, de Hesse, La náusea, de Sartre, o El extranjero de Camus. Se trata de
cinco obras geniales de una clase muy concreta: las que proclaman su genialidad
a gritos.”
La cursiva es del autor que me golpeó en
el tremens
de la yugular… el subrayado es mío.
Si lo repetís os podéis volver tarumbas
del todo…
Y o lo hice: las que proclaman su genialidad a gritos, las que proclaman su
genialidad gritos, las que programan su genialidad a trigos … las que proclaman
su genialidad a gritos me ha dejado hecho feito polvo unha merda desbrozado… a
gritos oscuros en la habitación…
No sé a qué se debe esto de entristecerme
con el puto párrafo del autor que se cree que se lo sabe todo todo, pero no
salgo ni para atrás del trance… De los tres que ya leí de la lista de cinco, uno me gustó hasta
el delirio, otro me gustó moito muchísimo una pasada pero menos que el que me
gustó hasta al delirio, y el otro también me gustó, pero bastante menos que los
otros dos... De los que leí de Witoldo, su Diario es barbitúrico… y
algo caro. Cosmos habrá que ver… De Cándido no tengo nada que decir salvo que me entró la curiosidad por éste también...
En el cuarto de castigo con el anzuelo
enganchado en el paladar me acordé de dos compinches anfetamínicos que tienen,
uno El
juego de los abalorios, y el otro El extranjero, en los altares de lo
insuperable…
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