El librajo este de Herr Frisch se titula Stiller,
a pelo, por lo menos el original… en su versión castellana la cosa cambia. Se
les da por negar la mayor y de Stiller nada, al revés, resulta que No
soy Stiller…
De eso te enteras si curioseas al abrir
el novelón y buscas el nombre en alemán… y empieza mal la cosa, porque si el
autor dice que Stiller y el editor de aquí opta por No soy ése, pues ya te
han fastidiado sorpresas, demás mierdas entre bastidores y hasta
enjundias más fundamentales… y no hay derecho, que es como empezar la película
contándote el final… no sé si me explico…
Cuando a William Faulkner le comentaron
que, en cantonés, Mientras agonizo se titularía... no recuerdo cómo era que le
dijeron que se llamaría, sabe dios… pero sí sé que William dijo basta y le
plantó fuego a medio país…
Parcialmente alienado por Montauk
y El
hombre aparece en el Holoceno, gloriosos dos acontecimientos por
escrito de Herr Max que me encantan y absorben, empecé No
soy Stiller en plan fanático, barra brava, hincha/supporter.
Ahora estoy mucho más tranquilo, y parcialmente
aburrido… como que el tipo Frisch quiso abarcar de más, me paréceme,
que diría Cid. Las otras dos virguerías son bastante posteriores a esta
Stiller, que es de 1954. Y resulta obvio que Frisch aprovechó el tiempo… Aunque
mal encaminado no iba en los años cincuenta, que en su Stiller, que no está mal,
hay algún buen cañonazo… también hay alguna relación de las que valen
para tragar páginas como gominolas y, encima, aprender algo de la geometría
del amor.
De Stiller me niego a hablar mientras
no se aclare la cuestión básica y primordial concerniente a la identidad del
gachó.
Lo que sí que no me puedo callar es la
monumental chapuza folletinesca que Herr Max nos planta al final del
libro, como risible e inaudito colofón lírico emocional, como desenlace y
traca mayor, babosada descomunal que justifica que alguno le coja ojeriza de
por vida al zuriqués. No es mi caso, que yo me releo las tribulaciones de El
hombre aparece en el Holoceno y vuelvo a estar totalmente alienado por
Frisch. Cuando se me pase el pedo os diré que No soy ése está bien, por
momentos mucho… pero cuidado, que resulta difícil entender cómo nos puede salir
Max, que no es un cualquiera, con ese final melodramático recauchutado, página infame que,
pasados los años, debiera convertirse en su mayor vergüenza y pesadilla. Otro día me pongo a
leer Homo Faber o Gantenbein…
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