Estoy como metido en un invernadero
de los que hay en los jardines de cualquier aristócrata o ricachón anglosajón…
lo mismo se te aparece la Woolf que Lord Mountbatten. El caso
es que es un puñetero libro… de esos que escriben tipos que saben tanto de
literatura y tanto de cómo se escriben los libros, pero tanto, que
son incapaces de escribir UN libro… porque eso no está a la altura de
sus exp ectativas, conocimientos o aspiraciones, y entonces quieren escribir EL
libro.
Como los que se lo saben todo sobre la
música menos cómo disfrutar de una buena canción… o de una mala, qué carajo…
tengo un vecino que sabe tanto y está tan obsesionado con sentar cátedra que
cada vez que habla en público, y lo hace con frecuencia, produce una
especie de amalgama de semifusas y cambios de ritmo inextricables, digo
indescifrables, de absoluto hermetismo para el entendimiento más despierto
y, en resumidas cuentas, incomprensible hasta para él mismo, de lo que me
entero cuando, más tarde, le pregunto por el significado de todo ello y no sabe
qué decir…
Esta necesidad de autoafirmación, en este
caso de un escritor, como os decía antes me tiene metido en un puñetero
invernadero… No es lo mismo estar en el trópico, no sé, en Guayaquil
por ejemplo, que estar metido en uno de esos invernaderos en medio de las Hébridas
en los que un aficionado al reino vegetal (por supuesto absoluto conocedor de
todo cuanto hay que saber sobre la botánica tropical) ha ido recopilando y
coleccionando toda cuanta plantita existió, existe o existirá en los putos trópicos,
una de cada especie, qué virtuosismo, el trabajo de una vida, todas ahí
apelmazadas en treinta metros cuadrados de sudoroso cristal… bueno, eso no es
el trópico, os aclaro yo… eso es el infierno… Te das buena cuenta
nada más entrar, cuando recibes la primera bofetada/ambiente… a este personaje
lo sueltas en el Urubamba y no sabe por dónde empezar a cagarse por la
patinbaixin… los mismito que James Joyce cuando le presentaron a Franz
K. o a otros de los que escriben libros de verdad y no andamiajes o
invernaderitos de mentira, por muy rococós o futuristas que éstos sean.
El ejemplo, aparte pobre, es exagerado…
lo mismo, me refiero a exagerados, que los libros de ciertos fenómenos
que me han recomendado y que como bien intencionado me leo a pies juntillas… De
verdad que estos tipos, no sé, los últimos que me han pillado con fuerzas, Marcelo
Cohen o Ricardo Piglia, saben tanto y están como tan preparados y
dotados y encima son tan australes de la mismísima Argentina con lo cual tienen
esa bombástica
necesidad de ombligo y autoafirmación y de decir ocho cuando sobraba
con decir dos o mejor inclusive estarse calladitos… que a las tres páginas ya te
tienen metido en el dichoso invernadero literario, con mil citas y recursos y aliteraciones
y digresiones y cientos de cosas más cuyo nombre o existencia o finalidad
desconozco, a dios gracias, y es que estos tipos tiene un complejo que te cagas.
Y sin ninguna necesidad, porque ya sabemos que son unas máquinas, salta
a la vista… pero para cuándo pensás relajarte, che, y escribir un libro en
condiciones.
De Marcelo Cohen, vaya portento de tío,
me tocó El testamento de O´Jaral… tremendo escritor, de verdad… pero el
libro promete tanto que luego, a partir de la mitad, acabas decepcionado, que
la promesa queda en sólo eso…
De Ricardo Piglia empecé por donde me
dijeron… Respiración artificial… no sé si lo de artificial va por la
novela, ni idea, pero el librajo hay que leérselo sí o sí. Aunque sea para
odiarlo, que no es mi caso… que sólo recordar la historia del final, los
increíbles acontecimiento de Praga que nos cuenta Herr
Piglia, allá por el año 1909, el inimaginable encuentro
entre el futuro genio K. y el futuro diablo mayor de la
historia H. …piensas en esas páginas y te vuelves a comprar el libro...
venga bucle y a comenzar de nuevo. Vale que el gachó Piglia te obliga a
entrar en su caseto de sofocante necesidad de exhibición,
pero es que en ese chamizo de cristal escurridizo hay algunas flores que uno no
se puede perder… también hay espinas, como las que le dedica a Ortega
y Gasset… y admiración por Jorge Luis, Arlt, Macedonio… y
episodios de exaltación como los de Gombrowicz, Onetti, Bernhard…
bueno, voy parando… y esa historia increíble de Praga:
vosotros echadle un vistazo, 1909, en el café Arco… también nos
habla de un historiador antifascista y su versión comentada del Mein kampf, un
tal Joachim Kluge, que supongo será un juego más del Herr RicardoP, sucedáneo
de Joachim
Fest y Alexander Kluge… lo dicho, un complejo que no se entiende en
tipos de este nivel… y sigue, porque Descartes, Wittgenstein, Heidegger… Friburgo
y la Selva Negra… Ricardo, ta!, tomate un calmante… qué caso el suyo, cuanto más
pienso en ello, más lo detesto, cuanto más lo leo, más me interesa y gusta…
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