Hace poco di otra vuelta por la placa
de hormigón, como si bailara alrededor de ella, que da nombre a toda la
cordillera, de Porto de Ancares a Penarrubia, pasando por el Mustallar… se lee
Méndez
Ferrín, se pronuncia Amén… la placa sigue allí, que hubo quien intentó
quitarla, romperla, hasta que cayó en la cuenta, pobre imbécil, de que no se
puede, basta con leerse Elipsis e outras sombras o Arraianos
o Con pólvora e magnolias…
Hay un libro que es una colección
de fotos de lo de abajo, tomadas desde arriba, en blanco y
negro. Lo de arriba ya os aclaro que son esos libros inigualables del Titán
de Ouréns... lo
de abajo es lo demás.
Dejando atrás Samos, en dirección a O Cebreiro,
se llega al Alto do Poio. Con suerte, le ves los pies a Herr Xosé Luis… allí
arriba la cosa y las sensaciones cambian. Muy recomendable para dudar de todo.
A mí se me da por pensar en Escandinavia… no por nada concreto o
especial… sólo por mi estupidez. Con lo de Escandinavia me refiero a esas pelis
de Bergman
o Dreyer, no al turismo con anoraks ni al sol de
medianoche... también me refiero a los libros de Ferrín. Con esas pelis en
la chota de uno, llega con entrar en la iglesia de O Cebreiro como mero
observador, el otro día se lo contaba a un Compinche, y mirar a la
derecha, tiene que ser a la derecha, ojo, que a la izquierda el decorado es
otro… pues miras a la derecha y te topas con aquello… igualito a Escandinavia,
en serio.
A lo mejor a alguien le suena raro, pero
echadle un vistazo a Persona, Los comulgantes, La hora del lobo,
Como en un espejo… alguna de esas películas quebranta huesos. Y
fijaros en las paredes y en la gente que aparece… Luego haceros el paseíto
hasta O Cebreiro y entrad donde os digo, mirad a vuestra derecha… avanzad unos
pasos, si queréis… y ya me contaréis.
O leeros alguno de los libros, en
concreto los tres o cuatro que son inigualables, de Herr Méndez Ferrín…
Hay gente que se pasa, o nos pasamos, toda
la vida obsesionada con un algo, un aquél… o consigo mismo, o con una
idea, no sé… que parece única e indispensable, y quince minutos antes del final
se da uno cuenta de que ese bloque de granito fundamental que tanto lo perturbó
y hasta fascinó es de la misma veta de piedra que te topas en un chamizo, en un
cuenco para la sal, bajo tierra o en una isla en medio de un pozo… y
piensas que a buena hora se te ocurrió darte cuenta de eso, ya tan
tarde, con tan poca luz, es que no me voy a enterar de nada… y, justo
en ese momento, secagaunoentodo…
Una vez vi en una librería que parecía un
museo dedicado a la testarudez de su propietario la colección de Zodiaque
sobre el Románico… impresionante, una joya, qué mérito. Cojas el tomo
que cojas, y mira que son, elijas el lugar que elijas, al azar, lo mismo da el Vilar
de Donas que Hospital do Incio, toda Córcega o
parte de… te apabullan esas imágenes, es como ver una versión infinita, como una
sortija, de la foto fija que sale en las películas de Bergman, la misma que leemos
en un relato de Méndez Ferrín… Ediciones Encuentro publicó por aquí
parte de la colección de Zodiaque del Románico, todita mallada: mismas
láminas, planos, fotos, formato… pero traducida, claro…
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