...Os adelanto que en esta entrega vais a ver una foto de Johnny Cash de esas que reconfortan a uno con el género humano, sí señor.
Hace unos días tuve que asistir a un espectáculo que, si no fuera porque es real y conlleva penosas consecuencias para algún que otro interesado, hasta se podría calificar como divertido. En él identifiqué, aunque siempre representadas de manera burda y zarrapastrosa, las huellas de lo que coloquialmente podríamos calificar como “camarote de los hermanos Marx”, “situación Kafkiana”, “vuelva usted mañana” y un largo etcétera de referencias por el estilo.
Los hechos tuvieron lugar en el despacho de un alcalde y en él nos vimos envueltos, aparte de vuestro Venturín que asistía al evento en defensa de los lícitos intereses de un cliente, los máximos responsables locales con competencias en el asunto (dos importantes y lustrosos personajes), además del alcalde, que no se pierde una. Me tuvieron en la jaula una hora y cuarenta y cinco minutos. Y aunque no llegué a perder el conocimiento en ningún momento, poco me faltó. Hay un dicho alemán que advierte que juntando a dos abogados se obtendrán tres opiniones. A sensu contrario, os diré que juntando a cien de estos persoeiros (políticos, staff técnico y demás murga) tendremos cero opiniones. El principal indicador de que el consumo de ansiolíticos y tranquilizantes debe estar totalmente disparado por estos lares es que no se maten a cientos de estos personajes por año. Porque nada sería más lógico. Cuando tropiezas con la dilación, la arbitrariedad, el cinismo, las palabras huecas y la mala fe por parte de la administración, estás jodido. Hay que asumirlo. Entre ser diligentes obrando conforme a una sana praxis y prevaricar, estos tíos tienen un margen amplísimo, un ángulo muerto sin responsabilidad de tipo alguno, un pestilente campo abonado que les permite, siempre que a ellos se les antoje, tratar a sus administrados como a vasallos. Y la gana les da cuando les da la gana, sin más. Yo salí blanco, sudoroso, con las manos agarrotadas. Me senté en el coche y debí tardar diez minutos en darle al contacto. Me niego a aceptar que la fuerza bruta y desmadrada, y hasta un conato de tortura si las circunstancias lo hicieran necesario, no sean procedentes en casos como este. ¿Cómo que no?...
Cuando llegué a casa, más relajado tras el paseo en coche, dos cuestiones me rondaban la cabeza en relación al incidente acaecido: el esterco normativo y la guerra de sexos…
Empiezo por la primera: la alborotada profusión de lo que podíamos denominar “esterco o surro” normativo. Andanadas y andanadas de mierda a esgalla en forma de normas legales de todo tipo, en su mayor parte chapuceras, improvisadas e intervencionistas, que nos encorsetan hasta en lo más absurdo y trivial de nuestras vidas, y que convierten cualquier acto cotidiano en una odisea que ni el más inspirado Franz Kafka habría podido imaginar. Para no hablaros de los casos de otros, incumpliendo mandatos sagrados, me llega con recordar la odisea-pánico que viví cuando tuve la “brillante idea” de hacer las cosas bien, y no se me ocurrió mejor cosa que dirigirme a la administración competente al efecto de solicitar autorización para reparar parte del tejado de casa, dañado por un temporal. Maldito sea el día...
*Vete al Concello: proyecto, planos y no sé qué mas, aparejadores, arquitecto, dinero y tiempo…
*Vete a la Consellería de Patrimonio porque, enfrente de casa, la iglesia y las Torres lo exigen. Por supuesto. Vamos para allá: que si estos materiales no, estos sí… de acuerdo.
Los hechos tuvieron lugar en el despacho de un alcalde y en él nos vimos envueltos, aparte de vuestro Venturín que asistía al evento en defensa de los lícitos intereses de un cliente, los máximos responsables locales con competencias en el asunto (dos importantes y lustrosos personajes), además del alcalde, que no se pierde una. Me tuvieron en la jaula una hora y cuarenta y cinco minutos. Y aunque no llegué a perder el conocimiento en ningún momento, poco me faltó. Hay un dicho alemán que advierte que juntando a dos abogados se obtendrán tres opiniones. A sensu contrario, os diré que juntando a cien de estos persoeiros (políticos, staff técnico y demás murga) tendremos cero opiniones. El principal indicador de que el consumo de ansiolíticos y tranquilizantes debe estar totalmente disparado por estos lares es que no se maten a cientos de estos personajes por año. Porque nada sería más lógico. Cuando tropiezas con la dilación, la arbitrariedad, el cinismo, las palabras huecas y la mala fe por parte de la administración, estás jodido. Hay que asumirlo. Entre ser diligentes obrando conforme a una sana praxis y prevaricar, estos tíos tienen un margen amplísimo, un ángulo muerto sin responsabilidad de tipo alguno, un pestilente campo abonado que les permite, siempre que a ellos se les antoje, tratar a sus administrados como a vasallos. Y la gana les da cuando les da la gana, sin más. Yo salí blanco, sudoroso, con las manos agarrotadas. Me senté en el coche y debí tardar diez minutos en darle al contacto. Me niego a aceptar que la fuerza bruta y desmadrada, y hasta un conato de tortura si las circunstancias lo hicieran necesario, no sean procedentes en casos como este. ¿Cómo que no?...
Cuando llegué a casa, más relajado tras el paseo en coche, dos cuestiones me rondaban la cabeza en relación al incidente acaecido: el esterco normativo y la guerra de sexos…
Empiezo por la primera: la alborotada profusión de lo que podíamos denominar “esterco o surro” normativo. Andanadas y andanadas de mierda a esgalla en forma de normas legales de todo tipo, en su mayor parte chapuceras, improvisadas e intervencionistas, que nos encorsetan hasta en lo más absurdo y trivial de nuestras vidas, y que convierten cualquier acto cotidiano en una odisea que ni el más inspirado Franz Kafka habría podido imaginar. Para no hablaros de los casos de otros, incumpliendo mandatos sagrados, me llega con recordar la odisea-pánico que viví cuando tuve la “brillante idea” de hacer las cosas bien, y no se me ocurrió mejor cosa que dirigirme a la administración competente al efecto de solicitar autorización para reparar parte del tejado de casa, dañado por un temporal. Maldito sea el día...
*Vete al Concello: proyecto, planos y no sé qué mas, aparejadores, arquitecto, dinero y tiempo…
*Vete a la Consellería de Patrimonio porque, enfrente de casa, la iglesia y las Torres lo exigen. Por supuesto. Vamos para allá: que si estos materiales no, estos sí… de acuerdo.
Después vete a la Demarcación de Costas en Galicia porque la casa está ubicada en servidumbre de tránsito. Pero como la Demarcación de Costas, que depende de la administración central, sólo tutela los seis primeros metros de ancho de dicha servidumbre, medidos estos desde la línea del deslinde marítimo terrestre, tengo que ir también a
*Costas de Galicia, dependiente de la Xunta, para tramitar ahí también los oportunos permisos, pues la casa ocupa más ancho que los seis primeros metros. El caso es que con competencias ambas administraciones en la denominada servidumbre de tránsito (distinta de la servidumbre de protección) tienen distintos criterios a la hora de aplicar la Ley de Costas. Por supuesto, a estas alturas del show el agua entraba a borbotones en casa y mis padres empezaban a perder la paciencia. Angustiado por el panorama intenté dar el pulo final a mi estrepitosa iniciativa. Por desgracia entró en escena el río que pasa por nuestra casa y nos envió a sus secuaces:
*La confederación hidrográfica del Noroeste (administración estatal) y
*Costas de Galicia, dependiente de la Xunta, para tramitar ahí también los oportunos permisos, pues la casa ocupa más ancho que los seis primeros metros. El caso es que con competencias ambas administraciones en la denominada servidumbre de tránsito (distinta de la servidumbre de protección) tienen distintos criterios a la hora de aplicar la Ley de Costas. Por supuesto, a estas alturas del show el agua entraba a borbotones en casa y mis padres empezaban a perder la paciencia. Angustiado por el panorama intenté dar el pulo final a mi estrepitosa iniciativa. Por desgracia entró en escena el río que pasa por nuestra casa y nos envió a sus secuaces:
*La confederación hidrográfica del Noroeste (administración estatal) y
*Augas de Galicia (Autonómica) se presentaron para velar por la correcta gestión de una abstracta y etérea servidumbre que aún ahora no acabo de entender del todo. As troitas e os muxos ya se sentaban con nosotros a la mesa, estabamos asolagados. Seguimos luchando…
El Concello nos suspendió la licencia porque el PXOU entraba en vigor, y luego algo que ya no recuerdo… y luego las normas del hábitat. Cuerpo a tierra. Me quiero ir de aquí... si en el fondo solo queremos retejar. Mis padres entraron en fase. Optaron por la vía de hecho, nada más normal ante semejante sinsentido. Arrancaron con la obra y contrataron un contenedor para escombro que, casualidades de la vida, aunque ocupaba en su mayor parte propiedad privada, también se apoyaba, sólo un poco, sobre la carretera. Vino por ahí el doberman de turno para recomendarnos solicitar autorización en:
*Estradas de Galicia. Allá fui, me dijeron que la vía era de
*La Diputación de A Coruña. Allá fui y me dijeron que habían cedido la gestión al
*Concello dónde me dijeron que no sabían de qué les hablaba, pero que si no obtenía la oportuna licencia sectorial me preparase… Todo esto, muy resumido, os lo aseguro, es real como la vida misma. Es pa matarlos, previa su correspondiente ración de tortura.
¿Cómo es posible que arreglar la cubierta de una casa de las que se pueden incluir dentro de una “tipología” propia de estos lares (ubicada en un núcleo rural y que en teoría nuestros borregos leader pretenden proteger) se convierta en semejante odisea y, por el contrario, no paren de hacerse estragos por doquier invadiendo de hormigón costas y valles, convirtiéndose las “cinco alturas y bajo cubierta” en la unidad estándar de medición en cualquier pueblo de más de quince habitantes? ¿?
…y me estoy dando cuenta de que ya no llego a empezar con la segunda parte de la entrega: “guerra de sexos” (que quedará para otro día), porque la cuestión que estamos a tratar es inagotable: ¿A qué se debe esta enfermiza proliferación se surro, esterco e balume normativo, impertinente, intempestivo, improvisado y castrador, del que el anterior ejemplo es solo una pequeña muestra? Pues básicamente al síndrome autoafirmante de nuestros dirigentes, quienes identifican en la multiplicación normativa una nueva versión del ya anticuado y aburrido milagro de la multiplicación de panes y peces, y con ella pretenden justificarse. ¿Qué hacer, si no, para venderle la moto a sus acólitos?... venga a legislar, contralegislar, metalegislar, hiperlegislar, putolegislar, etc. Esta espiral, pescadilla antropófaga, alcanza cotas verdaderamente macanudas en nuestro idílico valle, dónde ya no sólo tenemos que soportar las seborreicas acometidas de un expectorador legislativo, sino que asistimos asombrados a un concurso entre varios de ellos, lucha impresentable entre administraciones locales, autonómicas y central, entre localistas, federalistas, nacionalistas, autonomistas, centralistas y demás heces. Lo invaden todo, todo lo manosean y malogran…
Como bien sabéis, todo tiene su justa medida. Y como dicen los médicos, hasta el arsénico la tiene. Hace mucho tiempo que la justa medida en relación a la proliferación normativa está más que superada. Es que es un escándalo. Políticos obsesionados con dejar huella de su paso por los interiores de la cosa pública, empeñados no en legislar cuando ello sea necesario, sino en hacerlo, sin más. La cantidad en vez de la calidad. Como ya os dije una vez, el oportunismo en vez de la oportunidad, y como resultado, la improvisación y la chapuza. Y no hay uno que se salve, es un juego en el que entran a saco todos y cada uno de ellos.
Cada día tengo más claro que el hartazgo ante estas cutrerealidades, que sin duda es mejor tomarse a coña, puede dar lugar a fenomenales alternativas… y amigos, qué foto la última, memorable.
El Concello nos suspendió la licencia porque el PXOU entraba en vigor, y luego algo que ya no recuerdo… y luego las normas del hábitat. Cuerpo a tierra. Me quiero ir de aquí... si en el fondo solo queremos retejar. Mis padres entraron en fase. Optaron por la vía de hecho, nada más normal ante semejante sinsentido. Arrancaron con la obra y contrataron un contenedor para escombro que, casualidades de la vida, aunque ocupaba en su mayor parte propiedad privada, también se apoyaba, sólo un poco, sobre la carretera. Vino por ahí el doberman de turno para recomendarnos solicitar autorización en:
*Estradas de Galicia. Allá fui, me dijeron que la vía era de
*La Diputación de A Coruña. Allá fui y me dijeron que habían cedido la gestión al
*Concello dónde me dijeron que no sabían de qué les hablaba, pero que si no obtenía la oportuna licencia sectorial me preparase… Todo esto, muy resumido, os lo aseguro, es real como la vida misma. Es pa matarlos, previa su correspondiente ración de tortura.
¿Cómo es posible que arreglar la cubierta de una casa de las que se pueden incluir dentro de una “tipología” propia de estos lares (ubicada en un núcleo rural y que en teoría nuestros borregos leader pretenden proteger) se convierta en semejante odisea y, por el contrario, no paren de hacerse estragos por doquier invadiendo de hormigón costas y valles, convirtiéndose las “cinco alturas y bajo cubierta” en la unidad estándar de medición en cualquier pueblo de más de quince habitantes? ¿?
…y me estoy dando cuenta de que ya no llego a empezar con la segunda parte de la entrega: “guerra de sexos” (que quedará para otro día), porque la cuestión que estamos a tratar es inagotable: ¿A qué se debe esta enfermiza proliferación se surro, esterco e balume normativo, impertinente, intempestivo, improvisado y castrador, del que el anterior ejemplo es solo una pequeña muestra? Pues básicamente al síndrome autoafirmante de nuestros dirigentes, quienes identifican en la multiplicación normativa una nueva versión del ya anticuado y aburrido milagro de la multiplicación de panes y peces, y con ella pretenden justificarse. ¿Qué hacer, si no, para venderle la moto a sus acólitos?... venga a legislar, contralegislar, metalegislar, hiperlegislar, putolegislar, etc. Esta espiral, pescadilla antropófaga, alcanza cotas verdaderamente macanudas en nuestro idílico valle, dónde ya no sólo tenemos que soportar las seborreicas acometidas de un expectorador legislativo, sino que asistimos asombrados a un concurso entre varios de ellos, lucha impresentable entre administraciones locales, autonómicas y central, entre localistas, federalistas, nacionalistas, autonomistas, centralistas y demás heces. Lo invaden todo, todo lo manosean y malogran…
Como bien sabéis, todo tiene su justa medida. Y como dicen los médicos, hasta el arsénico la tiene. Hace mucho tiempo que la justa medida en relación a la proliferación normativa está más que superada. Es que es un escándalo. Políticos obsesionados con dejar huella de su paso por los interiores de la cosa pública, empeñados no en legislar cuando ello sea necesario, sino en hacerlo, sin más. La cantidad en vez de la calidad. Como ya os dije una vez, el oportunismo en vez de la oportunidad, y como resultado, la improvisación y la chapuza. Y no hay uno que se salve, es un juego en el que entran a saco todos y cada uno de ellos.
Cada día tengo más claro que el hartazgo ante estas cutrerealidades, que sin duda es mejor tomarse a coña, puede dar lugar a fenomenales alternativas… y amigos, qué foto la última, memorable.
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