Este fin de semana leí bajo chuzos de punta “Paseos con Robert Walser” de Carl Seelig. Una maravilla. Os lo recomiendo. La edición es una chulada y en ella se incluyen unas preciosas fotos de R. Walser que yo ya conocía. Lo que no sabía es que esas fotos fueron tomadas por Carl Seelig, autor de este libro, con ocasión de alguno de los paseos que dio con Walser durante años.
Medio mecenas medio samaritano, Seelig visitó continuamente a Walser desde que éste decidió, voluntariamente, ingresar en el Sanatorio Mental de Herisau (Suiza), asqueado de un mundo y una sociedad que ni podía ni quería comprender. Atrás quedaban sus intentos literarios y sus luchas con unos editores que, ante su poco éxito, lo intentaban modelar de cara a atraer al gran público, aunque ello sin ningún resultado.
Se da la rara paradoja de que Walser, paseante compulsivo, haya escrito una petardada de libro sobre este motivo: “El paseo”, y que el de C. Seelig sea una verdadera delicia, cuando lo único que hace es ordenar las notas que fue tomando a lo largo de años y años de citas con Walser, encuentros en los que se dedicaba a dejar que éste hablase y a tomar nota de lo dicho. El libro es emocionante, tanto por el aprecio y admiración, que se trasluce en cada página, del autor por su acompañante, como por la propia figura de Robert Walser, personaje encantador, cuerdo hasta el delirio y lleno de opiniones libres y seductoras…
Estoy encantado con él, sí señor, que no tanto con sus libros. Aunque su “Jakob Von Gunten” sí que me gustó, como os comento arriba no puedo decir lo mismo de “El paseo”. Y tampoco me pareció gran cosa “Los hermanos Tanner”. Aunque como ésta la leí hace ocho años, voy a aprovechar mi actual estado de ebullición R. W. para darle una segunda pasada, a ver si ahora cuela. Recuerdo bien que por aquel entonces estaba sometido al influjo de agotadoras y cruentas experiencias personales, capaces de amargarme hasta un dulce, no digamos ya un libro, por lo que la segunda oportunidad está más que justificada.
Así con todo, lo que más me impresionó del libro es algo totalmente ajeno al mismo. Viendo las seis fotos que ilustran la edición de Siruela, tan bonitas, me picó la curiosidad y en el buscador de imágenes de google introduje Robert Walser… bua!! Lo que me encontré. Aparte de algunas fotos de joven y de las que le sacó Seelig en sus paseos, salen otras pocas, en el mismo entorno… mismo decorado, alrededores de Herisau, mismas nevadas, mismo B/N, mismo R. Walser, pero distinta actitud. Está muerto, tumbado en la nieve. Final de película de un día que Robert empezó esperando a un Carl Seelig que, tal y como nos lo cuenta en su libro, ese 25 de Diciembre de 1956 no pudo asistir a su cita. A pesar de ello, Walser disfrutaba tanto de sus excursiones invernales que decide salir él solo de caminata… horas después se derrumbaba fulminado sobre la nieve. Palabras mayores.
Medio mecenas medio samaritano, Seelig visitó continuamente a Walser desde que éste decidió, voluntariamente, ingresar en el Sanatorio Mental de Herisau (Suiza), asqueado de un mundo y una sociedad que ni podía ni quería comprender. Atrás quedaban sus intentos literarios y sus luchas con unos editores que, ante su poco éxito, lo intentaban modelar de cara a atraer al gran público, aunque ello sin ningún resultado.
Se da la rara paradoja de que Walser, paseante compulsivo, haya escrito una petardada de libro sobre este motivo: “El paseo”, y que el de C. Seelig sea una verdadera delicia, cuando lo único que hace es ordenar las notas que fue tomando a lo largo de años y años de citas con Walser, encuentros en los que se dedicaba a dejar que éste hablase y a tomar nota de lo dicho. El libro es emocionante, tanto por el aprecio y admiración, que se trasluce en cada página, del autor por su acompañante, como por la propia figura de Robert Walser, personaje encantador, cuerdo hasta el delirio y lleno de opiniones libres y seductoras…
Estoy encantado con él, sí señor, que no tanto con sus libros. Aunque su “Jakob Von Gunten” sí que me gustó, como os comento arriba no puedo decir lo mismo de “El paseo”. Y tampoco me pareció gran cosa “Los hermanos Tanner”. Aunque como ésta la leí hace ocho años, voy a aprovechar mi actual estado de ebullición R. W. para darle una segunda pasada, a ver si ahora cuela. Recuerdo bien que por aquel entonces estaba sometido al influjo de agotadoras y cruentas experiencias personales, capaces de amargarme hasta un dulce, no digamos ya un libro, por lo que la segunda oportunidad está más que justificada.
Así con todo, lo que más me impresionó del libro es algo totalmente ajeno al mismo. Viendo las seis fotos que ilustran la edición de Siruela, tan bonitas, me picó la curiosidad y en el buscador de imágenes de google introduje Robert Walser… bua!! Lo que me encontré. Aparte de algunas fotos de joven y de las que le sacó Seelig en sus paseos, salen otras pocas, en el mismo entorno… mismo decorado, alrededores de Herisau, mismas nevadas, mismo B/N, mismo R. Walser, pero distinta actitud. Está muerto, tumbado en la nieve. Final de película de un día que Robert empezó esperando a un Carl Seelig que, tal y como nos lo cuenta en su libro, ese 25 de Diciembre de 1956 no pudo asistir a su cita. A pesar de ello, Walser disfrutaba tanto de sus excursiones invernales que decide salir él solo de caminata… horas después se derrumbaba fulminado sobre la nieve. Palabras mayores.
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