Os sigo mareando con el bueno de Errol Morris. Agotados sus antológicos documentales, estos días estoy viendo “First Person”, serie televisiva en la que en cada uno de sus capítulos nos presenta a un individuo, como mínimo, diferente.
En un principio, visto desde la homogeneizante España, los protagonistas de la serie podrán parecer jamaos o “Frikis”, por utilizar este difundido calificativo con el que se tilda a cualquiera que no cumpla a pies juntillas con el decálogo simplista-alieno-homogenizador de obligatorio seguimiento por estos lares.
Pero la cosa no es así de simple. Lo que tras un simple vistazo nos puede parecer gente algo zumbada, no lo es tal. Otra cosa es que ante lo limitadas y vulgares que resultan aquí las tendencias de desarrollo personal por las que optamos en un 99 % de los casos, nos dediquemos a criticar y estigmatizar con descalificaciones a cualquier “lunático” al que su seguridad económica le parezca irrelevante, o no esté obsesionado con opositar, o esté dispuesto a sacrificar seguridades y convenciones castrantes por una ilusión.
Conservadores hasta el extremo, hace muchos años que se tiene dicho que la gran fiesta nacional dejaron de ser los toros para serlo las oposiciones. Y si las oposiciones nos caen lejos, malo será que por la vía de la subvención-prestación no nos caiga algo. El entumecimiento que este conservadurismo escandaloso conlleva es antológico. Y, aunque parezca mentira, se extiende a todo, no sólo a la faceta económica, como podría parecer. Las ideas, las actitudes personales, el ambiente en general. Llega hasta lo cómico. El desplazamiento físico, por ejemplo: Vidas enteras que transcurren en un radio de diez kilómetros, en los que está la casa paterna, se estudia, se sale, se trabaja y se jubila uno. Aspiraciones personales que siempre pasan por la comodidad más mezquina y que traducimos en más o menos ingresos, más o menos poder adquisitivo, más o menos cuota hipotecaria. Pensamiento único al por mayor, vidas empaquetadas y encefalogramas planos. Ante este patético panorama, en el que nos incluyo a vosotros y a mí, no nos queda otra que, o ponernos a llorar ante la constatación de nuestro patetismo, o criticar y descalificar (pura autoprotección) claros ejemplos de libertad personal, sano individualismo y refrescante idealismo. Existen sitios dónde este conservadurismo de raíz no existe, o, por lo menos, se da en menores dosis. Esa obsesión nuestra “polos cartiños”, esa capacidad para envidiar al vecino, ese cutrerío materialista son, por aquí, de campeonato, insuperables.
Con este caldo de cultivo fruncimos el ceño cuando aparecen representantes de otras latitudes en las que imperan otros “ways of life”, con sus pros y sus contras, evidentemente, pero con un ambiente mucho más oxigenado que el nuestro. Sitios donde el desarrollo personal no resulta monotemático y dónde los “frikis” son los que sin salir de un radio de diez kilómetros en su santa vida, están obsesionados con la oposición, la hipoteca, el audi y la casa del vecino… y encima sueltan discursos sobre el asunto.
Basta con ver unos pocos capítulos de First Person para sentir sana envidia de algunos de los personajes que desfilan por el programa. La intensidad y la plenitud con la que viven sus pasiones, y la variedad y riqueza de tales pasiones, aficiones o ilusiones, es algo que por estos acomodaticios lares no se dan ni por asomo. Antes les damos una prestación por subnormal, no vaya a ser que se extienda eso de pensar por uno mismo y olvidarse de cumplir con el decálogo simplista-alieno-homogenizador…
…aún no he conocido a ningún opositor que haga eso que dicen todos que van a hacer cuando aprueben, a saber: coger la excedencia. Es que ni el primero… veña cartiños… acumular, acumular…
En un principio, visto desde la homogeneizante España, los protagonistas de la serie podrán parecer jamaos o “Frikis”, por utilizar este difundido calificativo con el que se tilda a cualquiera que no cumpla a pies juntillas con el decálogo simplista-alieno-homogenizador de obligatorio seguimiento por estos lares.
Pero la cosa no es así de simple. Lo que tras un simple vistazo nos puede parecer gente algo zumbada, no lo es tal. Otra cosa es que ante lo limitadas y vulgares que resultan aquí las tendencias de desarrollo personal por las que optamos en un 99 % de los casos, nos dediquemos a criticar y estigmatizar con descalificaciones a cualquier “lunático” al que su seguridad económica le parezca irrelevante, o no esté obsesionado con opositar, o esté dispuesto a sacrificar seguridades y convenciones castrantes por una ilusión.
Conservadores hasta el extremo, hace muchos años que se tiene dicho que la gran fiesta nacional dejaron de ser los toros para serlo las oposiciones. Y si las oposiciones nos caen lejos, malo será que por la vía de la subvención-prestación no nos caiga algo. El entumecimiento que este conservadurismo escandaloso conlleva es antológico. Y, aunque parezca mentira, se extiende a todo, no sólo a la faceta económica, como podría parecer. Las ideas, las actitudes personales, el ambiente en general. Llega hasta lo cómico. El desplazamiento físico, por ejemplo: Vidas enteras que transcurren en un radio de diez kilómetros, en los que está la casa paterna, se estudia, se sale, se trabaja y se jubila uno. Aspiraciones personales que siempre pasan por la comodidad más mezquina y que traducimos en más o menos ingresos, más o menos poder adquisitivo, más o menos cuota hipotecaria. Pensamiento único al por mayor, vidas empaquetadas y encefalogramas planos. Ante este patético panorama, en el que nos incluyo a vosotros y a mí, no nos queda otra que, o ponernos a llorar ante la constatación de nuestro patetismo, o criticar y descalificar (pura autoprotección) claros ejemplos de libertad personal, sano individualismo y refrescante idealismo. Existen sitios dónde este conservadurismo de raíz no existe, o, por lo menos, se da en menores dosis. Esa obsesión nuestra “polos cartiños”, esa capacidad para envidiar al vecino, ese cutrerío materialista son, por aquí, de campeonato, insuperables.
Con este caldo de cultivo fruncimos el ceño cuando aparecen representantes de otras latitudes en las que imperan otros “ways of life”, con sus pros y sus contras, evidentemente, pero con un ambiente mucho más oxigenado que el nuestro. Sitios donde el desarrollo personal no resulta monotemático y dónde los “frikis” son los que sin salir de un radio de diez kilómetros en su santa vida, están obsesionados con la oposición, la hipoteca, el audi y la casa del vecino… y encima sueltan discursos sobre el asunto.
Basta con ver unos pocos capítulos de First Person para sentir sana envidia de algunos de los personajes que desfilan por el programa. La intensidad y la plenitud con la que viven sus pasiones, y la variedad y riqueza de tales pasiones, aficiones o ilusiones, es algo que por estos acomodaticios lares no se dan ni por asomo. Antes les damos una prestación por subnormal, no vaya a ser que se extienda eso de pensar por uno mismo y olvidarse de cumplir con el decálogo simplista-alieno-homogenizador…
…aún no he conocido a ningún opositor que haga eso que dicen todos que van a hacer cuando aprueben, a saber: coger la excedencia. Es que ni el primero… veña cartiños… acumular, acumular…
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