lunes, 12 de marzo de 2012

Debo tomármelo con más calma...

El lunes por la mañana, recuperado milagrosamente para la causa mártir, pues hay que ver vaya una aventura que me tocó vivir, YO estaba camino de Corcubión, del Juzgado… ÉL intentaba localizarme a cualquier precio, con el infame teléfono en su mano izquierda, mismo artilugio que utiliza para llamarme el veinticinco de diciembre a las 07:35 am… pero paremos un momento y retrocedamos dos días…


El sábado por la mañana YO estaba en Santiago. Como mucha otra gente, no es raro, bonita ciudad, un desayuno en El muelle o en el Azul o en el Derby y mil sitios por los que pasear y hacernos los indiferentes aunque nos encanten... Entre la mucha otra gente a que hago referencia estaba ÉL.  Situémonos: por la Rúa Nova abajo YO, y por la Rúa do Vilar arriba ÉL. Yo hundiéndome y él elevándose. En medio de ambos, el terraplén que separa nuestras respectivas trincheras. Que veréis que son inservibles, que no hay remedio, que es mala idea andar con ánimos sigilosos o discretos cuando una fuerza mayor anda con los contrarios… que ni la desaparición de los cuerpos nos puede salvar en ciertas ocasiones.

Yo pretendía encontrarme con nadie. Y ahora pienso que para eso debí quedarme en casa, si es que soy imbécil. Por su parte, él intentaba encontrarse con alguien, a poder ser conmigo. Mal empezamos, y peor vamos a acabar… En mi cabeza el discurso está claro: por qué habré salido de casa y por qué habré ido a Santiago… Y por qué torcí al final de la Rúa Nova… Porque debéis saber que al hacerlo me estaba metiendo en el Vilar. Y por la Rúa do Vilar deambulaba ése que quería cruzarse conmigo… Y lo peor de todo, por qué me lo tuve que topar tan como de golpe, de bruces, sin alternativa, sin vía de escape, sin remisión… al pájaro este que es un tipo insoportable y encima es maleducado y encima le huele el sobaco y encima es sobón y es algo caradura cuando de pagar se trata, digamos que es un gorrón integral y sobre todo he de aclararos que es un CLIENTE que nunca está contento y que siempre se cree con derecho a importunarme, aunque sea un festivo a las siete horas treinta y cinco minutos aeme, y es que no sería la primera vez que llama para preguntar por lo suyo y le da igual la hora el momento el asunto el vocabulario el ruido el silencio o la compañía, y es tan egocéntrico, mucho más que yo, que ya es decir, que llamándome a esa hora intempestiva de ese día que creíamos intocable, imaginaros el veinticinco de diciembre, pues va y ni se presenta ni pide perdón, hasta ahí podíamos llegar, que el nativo este te suelta directamente que qué es de lo suyo… a lo cual yo no soy capaz de contestar, simple y llanamente porque ni lo reconozco a él, ni mucho menos sé de qué carajo me está hablando cuando me hace la mentada alusión a lo suyo… Aunque, puesto a hacer examen de uno mismo, he de admitir que lo anterior es cierto, sí, pero que el verdadero motivo por el cual no le contesto es que me quedo paralizado, porque soy incapaz de articular palabra ante semejante chaparrón de estulticia conglomerada…

Me vio y se abalanzó sobre mí, sonriente, apestoso de una confianza que jamás la di pie a pretender, no digamos a exteriorizar o poner en práctica. Que no me fastidies, carajo, que no me puedo creer que en pleno Santiago, un sábado por la mañana, me vaya a encontrar con este acémila brutífico. Sobre mi espalda, la Rúa do Vilar abandonó, bajo candado y hasta nueva fecha, lo que de bonita y divertida pudiera tener para convertirse en roca desnuda. Longa noite... Muy dura, áspera, punzante y pesada. Sin poder escuchar al jenízaro, doy gracias por ello, que me lo impidió un zumbido de ira y odio que me subió por el espinazo hasta la coronilla y que luego me erizó el pelo como una catenaria, lo que sí pude es ver que ya no había nadie en toda la calle. Salvo el maula, se entiende. Y que no quedaba ninguna tienda abierta, ni bar, ni cafetería, ni contenedor de basura, ni alcantarilla, ni refugio practicable, que aquello parecía, más bien, la desolación… Eché a correr y no paré hasta que llegué al lugar en que me detuve, la Alameda, el Paseo de los leones. El ataque de ira y odio que me había afectado el espinazo, el cuero cabelludo y ciertos sentidos, había cesado. Ahora sí que oía algo, en concreto: el mismo zumbido que antes me había recorrido la espina dorsal… y me metí por la boca de uno de ellos, de los leones, y acto seguido miré atrás, no vi nada y recuperé cierta presencia, tras lo cual, seguí escuchando el mismo zumbido…

El domingo por la mañana YO estaba en Reira, pasado Cabo Vilán, en Camariñas, frente al mar. No había nadie, no es raro, que la gente es muy sociable y prefiere irse a Santiago, bonita ciudad, un desayuno aquí o allá y mil sitios por los que pasear... Entre ese genérico nadie a que hago referencia, y es que en Reira os repito que no había ni un alma, estaba ÉL. Volvámonos a situar: paseando por Reira, con el fresco viento en las mejillas y las inigualables vistas marítimas como disculpa, estaba YO; y por la Rúa do Vilar, en dirección ascendente, ÉL. Sincronicemos relojes: es domingo por la mañana. Observemos a los intervinientes: yo ensanchándome y él elevándose. En medio de ambos, no un terraplén, como el sábado, sino media provincia, o, si queréis, un mundo entero, o hasta el infinito, que separa ambas trincheras. Que confirmaréis conmigo que son inservibles, que no hay remedio, que es mala idea andar con ánimos sigilosos cuando una fuerza mayor anda con los contrarios… que ni la transmigración de almas, ni el viento huracanado, ni NADA, nos puede salvar en ciertas ocasiones.

Yo pretendía encontrarme a solas con nadie. Y ahora pienso que para eso debí quedarme en casa, si es que soy imbécil. Y él intentaba encontrarse con alguien, a poder ser conmigo… lo demás os lo podéis imaginar, que hay que tocarse las naringes, que no me lo podía creer, que se me apareció la mismísima Rúa do Vilar en la playa de Reira, entera, enorme, asoportalada… ni una puerta abierta por la que escabullirme, ni un bar de guardia en el que alienarme transitoriamente, ni una miserable farmacia en la que doparme de manera recreativa y pensar que todo era una alucinación pasajera…

De nuevo eché a correr, esta vez como jamás lo había hecho en mi vida: a los diez minutos estaba en el Cementerio de los Ingleses, subí la cuesta a todo gas y llegué al Monte Blanco, que me gusta tanto que lo bajé a trompicones para disfrutar de la experiencia y luego hacerme un esguince de tobillo y volverlo a subir, ocasión ésta en que ya no lo bajé, que estaba medio cojo y absolutamente enajenado, y llegué, pasada media hora agotadora de taquicardias y sudores y todo tipo dolores articulares y de menisco, a Arou, donde me embarqué en el primer barco del cerco que soltaba amarras con rumbo al Canto, buen caladero que dicen, y resultó que el patrón era él, sí, ÉL, el CLIENTE jenízaro, por lo que me lancé al agua sin pensármelo dos veces, ay qué pulmonía, digo qué frío, chapoteé hasta la costa, veinte minutos de cristalización de tejidos corporales, miedo y angustia, e intenté encaramarme a la Rúa do Vilar, que también estaba desparramada en el puerto, mucho más grande que todo Arou, y me dije: esto no puede ser… pero era, y alguien me ayudó a subir, que yo estaba muy cansado y asustado y mojado y desubicado sabiéndome en la Rúa do Vilar pero en pleno Arou, Concello de Camariñas, y es que es normal que estuviese desorientado ante semejante panorama, poneros en mi pellejo; y el caritativo hijo de perra que me tendió el brazo en Arou para subirme a la dichosa Rúa santiaguesa era algo así como un personaje que se me hacía conocido, y es que tampoco esto me lo podía creer, que resulta que este tipo maula, fijaros bien en lo que os digo: es insoportable y encima es maleducado y encima le huele el sobaco y encima es sobón y todo lo demás que ya os expliqué antes… y va este CLIENTE canis lupus nativo y me espeta, en pleno domingo, un segundo después de casi ahogarme, aterido de frío, estando yo desfondado y en medio de un ataque de horror/pánico gorrino que de nuevo me subía por el espinazo hasta la catenaria, en esa apurada y patética situación va el gachó y me espeta que QUÉ ES DE LO SUYO… y ahora os pido, os imploro, que por favor no torzáis el gesto, que no me abandonéis, intentad poneros en mi lugar, de verdad os lo pido, hacedme ese favor, sólo ése, que luego me callo… y es que qué coño le habré hecho yo a tan esperpéntico aldabonazo de la evolución para que me dé la brasa de tamaña manera… y es que estoy tentado, os confieso que me estoy planteando el acabar con esta farsa y dar nombre y apellidos y número de procedimiento y Juzgado, y que me expedienten y empapelen los del código deontológico… y me vuelvo a zambullir en el mar, que salté desde la dichosa Rúa a la que ya me había subido, y aún no sé cómo me pude deslingar del baboso Homo Clientelaris Insoportábilis Laconchasumadre que siempre tiene ganas de encontrarse conmigo, y nado, del verbo nadar, estilo libre a reacción subsónica hacia donde sea, salvo en dirección al Canto, que es a donde se dirigía él en su cerquero… y a los pocos minutos, casi anegado y completamente entumecido, que daba pena, fácil confundirme con la mojama, me recogen unos buenos hombres, marineros de toda la vida, amigos míos, y sin que yo tuviera que explicarles nada, que estaba medio grogui afundido, me ofrecen liquidar al CLIENTE…

El lunes por la mañana, recuperado milagrosamente para la causa mártir, pues hay que ver vaya una aventura que me tocó vivir, YO estaba camino de Corcubión, del Juzgado… ÉL intentaba localizarme a cualquier precio, con el infame teléfono en su mano izquierda, mismo artilugio que utiliza para llamarme el veinticinco de diciembre a las 07:35 am… mi viaje a Corcubión, el último que hice, ya está narrado (pinchad aquí)… el acuerdo al que llegué con los bondadosos mariñeiros que me recogieron del mar el domingo cuando escapaba del CLIENTE y de la locura, os lo contaré en otra entrega… con nombres, apellidos, número de procedimiento y demás.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...