Mi estupidez sin sosiego no tiene medida... hasta se me ha
ocurrido ponerme con Walden de Henry David Thoreau
después de haberle leído Caminar de Thoreau David Henry
En Walden se confirma lo que en Caminar
se intuye, la mugre, que Thoreau habrá sido un personaje con
ideas propias y perfiles afilados y notas estridentes y demás
contraindicaciones para adocenados e impotentes y civilizados y cuidado con el
tipo sin duda interesante... pero es que qué coñazo de libros, así, sin más
aditamentos ni bioquímica, bodrios, tediosos...
Caminar se salva porque, aparte de ser una
edición bien bonita, son escasas veinte paginitas y uno las soporta pensando en
otras cosas... pero es que Walden roza la tortura, la
tomadura de pelo… digo las cuatrocientas páginas y entonces sí que no
lo aguanto porque estando convencido de las grandezas y encantos de la vida
emboscada, a poder ser cerca de la montaña y cerca de la playa y cerca de Ella
y cerca de lo que os dé la gana y lejos... producto enfrascado
para extraviados sin hijos cuyas virtudes nos pretende ¿vender? el amigo Thoreau
en su Walden, pues resulta que al poco de empezar con el librajo ya el tipo me
había tocado tanto las naringes que yo soñaba con una tienda de campaña en
medio de La Gran Vía y su ensordecedor y urbanizado trasiego como reacción a la
insufrible presentación en prosa de Henry David... que una cosa
es pensarse las ideas y ponerse luego a llevarlas a cabo… y otra bien distinta
pasarlas a limpio por escrito... que para eso, además de las ideas y de la decisión,
hay que tener otros atributos que Thoreau no tenía, ni en la cabaña aislado ni
en medio de Boston obnubilado...
En la tienda de campaña en medio de La
Gran Via me vino por la tangente un tipo con corbata que me
recomendó ciertos libros para entendidos que en otro ejercicio de idiotez y
pedantería sin límites me agencié y luego me leí y luego se me bajó el ánimo
hasta las penumbras del gusto... y me cagué en todo y me puse a escuchar algo
de música estimulante para insensibles y zafios… y entonces con toda esa energía
atonal arreciando recuperé el ánimo que se me había bajado hasta las catacumbas
del gusto y cogí el hacha que recomienda Thoraeu que
cojamos y fui en busca del gachó de la corbata que me había recomendado a Michel
Leiris laconchaelgabacho qué porquería de libro de culto Edad
de hombre...
Como no hay dos sin tres ni cuatro ni
seis el instinto me pidió un poco más de epilepsia atonal, mimá... con esta bofetada de At the drive-in les daba yo en la espina a Leiris y Thoreau a ver si así se enteran de algo, qué vaya bazofía la suya, carajo...
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