Vengo de alucinar con este librajo. Montauk
de Max
Frisch… está moito bien, de esto que es que como si nos hubiéramos
pasado por el sitio éste que da nombre al librito, en la punta de una isla
atlántica, y eso que el tipo salvo el nombre apenas nos cuenta nada del lugar.
Lo que nos cuenta son sus cuitas y porfías con las féminas… y lo cuenta bien
de verdad, artísticamente y con ese empaque que convierte 40 páginas de
monólogo ombliguista, el librajo roza las 150, en una festín…
Cuando te lo acabas, y amagas con volver
a darle un pase, que el cuerpo te lo pide, te topas con la contraportada y el
anuncio horroroso… el crítico intocable ¿apoltronado? ¿repelente? se
nos viene con las mejores 20 novelas en lengua alemana. Reich - Ranicki quiere canonizar,
allá él… El caso es que va y se nos suelta con que Montauk sí debe estar en
tamaña lista, bravo por Herr Frisch… luego la curiosidad lo
lleva a uno a consultar esa parida con nombre de lista, y el
mayor espanto se apodera del incauto… para pegarse un tiro, vamos… como para
deprimirse, literalmente… qué pensarán Kafka y Bernhard al verse en
semejante planilla… a lo mejor están encantados… con varios de sus ídolos…
Lo de la lista ésta de las 20 mejores
Romane, salvo alguna gloriosísima excepción, debe ser la
prueba contumaz de que la novela teutona es como ir a Italia y
pedirse un pincho de tortilla de patatas… que para eso uno no se va a
Italia, que ahí hay otras cosas, y el pincho de tortilla mejor del mundo nos lo
ponen en el bar de la esquina, al ladito de casa… no digo que esto de la novela
en plan clasicota no se haga con decencia por aquellos lares, sin duda,
niqueladas, empatenadas, una maravilla… pero es que lo que pasa es que da la
sensación de que sólo el más aburrido, quien no vale para mayores desafíos, es quien
se dedica a hacer novela canónica en alemán… lo que de verdad merece la pena en
Tedesco son los extremos tutiplén, las desviaciones radicales, las idas de
olla, el ombliguismo barbitúrico, el encerrase en el cuarto y enloquecer…
en forma de novela, que las hay muy raras y sorprendentes y sinceras y nada
afectadas y que ya ni se reconocen como tales, si es que eso existe, la novela
digo, que a saber… y en otras formas por escrito, no digamos las insuperables
obcecaciones metafísicas y líricas… ahí, ahí es donde hay que morder, meu y
dejarse de convites belle epoque…
Entonces lo ponen a uno contra la pared
con la
obligación de decidir qué quemar y qué salvar, vaya chorrada, me
diréis, y a mí qué carajo me importa, y cojo el lanzallamas y me cargo toda la
novelística canónica teutónica S. XX y me quedo más tranquilo que el pupas, pim
pam pum, Mann Musil Hesse, así, sin inmutarme, y no me vengáis con paridas
de sociopólitica para lectores de
periódicos o fanáticos del voto que lo mismo hago con Tolstoi y Dickens, Dumas
y laconchatusmuelas… lo siento, me han obligado, es cuestión de
prioridades, habrá otros que a quienes fusilen será a los que salvo yo, qué
bonito, sí… pero yo luego cojo y fusilo a quienes tiene la indecencia de
fusilar a quien salvo yo… hasta ahí podíamos llegar.
Hablando de extremos, Montauk
de Herr Frisch es un glorioso extremo… a lo mejor pasa que en rollo
teutón lo radical y extremo y degenerado y avieso es lo canónico y clasicote…
tiene pinta, miña nai qué jaleo…
Fuego, digo feuer… quién era, Böll?...
tontao, a ese había que salvarlo que es un…
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