Uno menos es lo que
parece cuando empiezas a pasar las páginas… la supuesta visión inocente de un
adolescente paseándose por el Lager no cuela. Nadie con más
de dos dedos… es que resulta un chiste, no pega ni con cola, el libro
se te cae de la estantería. A lo mejor era una ínfula literaria del
gachó, no sé… el caso es que no le sale, me parece… y hay que agradecerle que
dure poco. Otros lo bordan, una maravilla, eso de ponerles voz a los rapaces… y
te lo crees de cabo a rabo, aunque sea broma.
Si el fallido intento naif no hace que
se deje para otro día, al rato, Sin destino va tomando fuerza…
mucha… y acaba en redoble de tambor y pet ición de bises. Si lo he entendido
bien, claro está… que nunca se sabe, que, a lo mejor, era todo una gran ironía…
luego empiezo a leerlo de nuevo, por si acaso.
Imre Kertész estuvo, Hanna Arendt,
no… Améry,
Levi o Semprún también estuvieron… Paul Celan, no. A lo largo del
libro, Imre va como cocinándose su visión, su verdad... Y acercándose al final
se prepara para soltar el berrido, el aullido, que le sale bastante artístico,
y chapó… se debió oír lejos, también del otro lado… me atrevo a decir
que, a muchos, no debió gustar del todo… Recuerda a alguna de las andanadas
irreproducibles de Arendt… de esto que se le da al asunto una vuelta de
tuerca más… Con cosas como las disputas o controversias entre Levi y Améry,
que, sobre todo, tienen ese efecto inevitable de que entristecen, no pasa
nada, que no se mancilla ni la tranquilidad común ni el orden establecido… distinto
es lo de otros. Algunas opiniones de Hanna Arendt resultaron ser rosas
llenas de espinas que aguijonearon a varios... creo que Imre Kertész también va por
ahí con sus flores y sus espinas… pupa de la buena. La cubierta con un cuadro metafísico de Giorgio está mucho mejor que las dichosas vías del tren, pienso...
Dicen que Sin destino tiene sus
secuelas en otros libros que habrá que buscar…
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