¿Adónde os lleva el zigzagueante sendero inmortalizado por el Protomártir? ¿Caminasteis por él alguna vez? ¿No?... ¿Hacia qué mundos os guiaría si os decidieseis a pisarlo? A lo mejor ni sabíais que existía, azorados por sobrevivir al diario bombardeo de exigencias y obcecaciones, propias y ajenas, banales o indispensables… Tan real como triste, la actual pérdida de perspectiva consecuencia del modelo “cientificista-utilitario-maduro-laboril”, dogma único y reduccionista, está convirtiendo en pieza de museo cualquier itinerario como el de nuestra delicada foto-metáfora. La hiperventilación que todo lo anega, la productividad y la dedicación cuasi sectarias instauradas como unidades básicas de medida, llenan las listas de espera de especialistas varios, todos ellos relacionados con la salud mental. Maratonianos pacientes, agotados y desorientados, hacen cola en busca de una solución. Solución que no llegará mientras no sean capaces de superar cierta ortodoxa, y asumida como inevitable, estrechez de miras vital. Evidentemente se podrán mejorar determinados síntomas del mal que nos aqueja, pero solo eso. Por el contrario, una simple jornada deambulando por nuestro zigzagueante sendero haría milagros en estos desquiciados pacientes. ¿Qué miedos los cohíben e inmovilizan, imposibilitándoles descubrir nuevos derroteros, cuando los actuales los están machacando?... Tremendas e incomprensibles ofuscaciones los llevan a darse de cabezazos frente a un granítico way of life que desmenuza sin piedad ideales y alternativas, ya sea por pueriles o improductivas. Y lo sorprendente del asunto es que siendo tantos los que sufren las consecuencias de un ritmo y prioridades con las que no se encuentran a gusto, sean por el contrario tan pocos los que deserten. Porque no hay duda de que así como muchos disfrutan en esa desmesura, otros tantos la padecen, la sufren y llevan como buenamente pueden a base de terapias, medicamentos, de hacer deporte, no por afición sino por prescripción, etc., etc.
Si por alguna casualidad o imprevisto, cualquiera de estos meritorios maratonianos de la productividad y el compromiso maduro-laboril, habituales del mal dormir, de las consultas médicas, víctimas del complejo del funambulista, obligados a tirar palante sin parar, pues de hacerlo caerían sin remisión de la cuerda floja sobre la que han decidido vivir, o se han visto obligados a hacerlo, pudiese permitirse un descanso en su tensa realidad, les pasarían básicamente una de estas dos cosas, en medio de un idílico o infernal, según el caso, paseo por nuestra foto-metáfora:
a) se volvería loco de remate pues, por primera vez en su vida, se encontraría a solas consigo mismo, perfecto y fantasmal desconocido que le pondría los pelos de punta y le provocaría la taquicardia definitiva, que, si no acaba con su vida, le hará subirse de nuevo a la cuerda floja y electrificarla para prevenir cualquier voluntarioso intento de que razone, o
b) sobrepuesto del susto inicial, acostumbrado ya a su propia presencia, mandaría a tomar por saco la mitad de esos dogmas de medio pelo que, antes de soltarlo en nuestro pastoril y sublime sendero, lo arrastraron como marioneta descabezada por consultorios, insomnios, gimnasios, estreses, ansiolíticos y demás inventario característico del mainstream actual. Qué alivio sentirá este converso… Al poco tiempo de la descabalgadura, de saltar de la cuerda floja, se reirá de su propia cabezonería y ofuscación. No dará crédito a que durante tanto tiempo no haya sido capaz de por lo menos parar un momento para decidir sobre sí mismo… cosas que pasan, se dirá paseando tranquilamente y sin cobertura en el móvil.
Si por alguna casualidad o imprevisto, cualquiera de estos meritorios maratonianos de la productividad y el compromiso maduro-laboril, habituales del mal dormir, de las consultas médicas, víctimas del complejo del funambulista, obligados a tirar palante sin parar, pues de hacerlo caerían sin remisión de la cuerda floja sobre la que han decidido vivir, o se han visto obligados a hacerlo, pudiese permitirse un descanso en su tensa realidad, les pasarían básicamente una de estas dos cosas, en medio de un idílico o infernal, según el caso, paseo por nuestra foto-metáfora:
a) se volvería loco de remate pues, por primera vez en su vida, se encontraría a solas consigo mismo, perfecto y fantasmal desconocido que le pondría los pelos de punta y le provocaría la taquicardia definitiva, que, si no acaba con su vida, le hará subirse de nuevo a la cuerda floja y electrificarla para prevenir cualquier voluntarioso intento de que razone, o
b) sobrepuesto del susto inicial, acostumbrado ya a su propia presencia, mandaría a tomar por saco la mitad de esos dogmas de medio pelo que, antes de soltarlo en nuestro pastoril y sublime sendero, lo arrastraron como marioneta descabezada por consultorios, insomnios, gimnasios, estreses, ansiolíticos y demás inventario característico del mainstream actual. Qué alivio sentirá este converso… Al poco tiempo de la descabalgadura, de saltar de la cuerda floja, se reirá de su propia cabezonería y ofuscación. No dará crédito a que durante tanto tiempo no haya sido capaz de por lo menos parar un momento para decidir sobre sí mismo… cosas que pasan, se dirá paseando tranquilamente y sin cobertura en el móvil.
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