El otro día me llegó a casa, empaquetada con algo de prisa, la guía
del techo
del mundo, frontera natural entre el aburrimiento y la falta de
carácter.
Lo que me encontré al abrir el paquete fue un déjame en paz de una puñetera vez… con
el disgusto me puse en marcha, saqué del armario las botas de montaña y cogí el
primer pasaje con dirección al monte.
Llegué y me puse a cavar en busca de una solución… y me tiré un año entero,
de principio a fin, con todos sus días y sus chaparrones y sus interminables
sinsentidos, sin saber qué carajo hacer mientras cavaba… hasta que decidí largarme
del sitio donde me había abandonado durante tantos meses y volví a
cavar en lugar distinto al primero en busca de un nuevo destino,
aunque sin saber qué hacer con él, con el destino, en el hipotético caso de que
lo encontrara, cosa que...
…sucedió pasado otro año… no pasado un año cavando sino que cavé un
ratito y caí en la cuenta de que mi destino me esperaba transcurrido un año… con
lo que me encontraba con doce meses por delante repletos de tedio absoluto,
tenaz y radical. Doce meses durante los cuales tendría que vérmelas y
deseármelas para no acabar encofrado en lo negativo y plomizo donde quiera que
se encuentren en uno, en este caso en mí.
A eso que digo plomizo y negativo otros lo llaman
de muy distintas maneras… Yo lo llamo de ésa. También me doy cuenta, recién
empezado el año de tedio tenaz que me han endilgado, que lo plomizo y negativo,
se le llame como se le llame, es una inmensidad en uno. Una profunda
inmensidad dentro de uno mismo, en muchos casos insuperable…
Pues bien, siendo las de arriba verdades sólidas, infranqueables y
grises, una parte de las mismas habría que matizarla en vuestro perjuicio… a
los pocos días de averiguar que existe esa inmensa profundidad negativa en uno,
se me apareció una respuesta o quiebro o paradoja o como queráis llamarlo salvo
trampa no digamos tongo, que me dejó cariacontecido... aprendí que lo
negativo y plomizo que se hunde en nosotros se encuentra, en realidad,
en los demás… Joderos… No en uno mismo, a ver, no en mí, sino en
los otros y demás… en vosotros, carajo…
Ahora, antes de que os dé el desquicie ombliguista consecuencia de haberse
confirmado vuestra plomiza oscuridad, os voy a decir cuál era el
destino que me topé mientras cavaba en los Ancares: construir una palloza dentro de
mí… algo parecido a lo que hacía Richard Dreyfuss en ya sabéis qué peli
memorable… tal era el mensaje que venía en la guía del techo del mundo
que recibí el día de que hablo al comienzo. El libro es de Mark Gimson y no tiene
desperdicio, un manual de instrucciones completo y detallado para volverse al Ursprung
nativo, a la matriz… ¿neodilapidista? el último...
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