Hace nada estuve viendo sin pestañear y
apenas respirando White light, black rain… sobre lo que sucedía en Hiroshima o
Nagasaki las mañanas esas en que soltaban desde arriba el petardo gordo que se
lo llevaba, luego, todito por delante. La peli no sé cómo te deja, si es que te
deja…
Salí disparado a agenciarme Cuadernos
de Hiroshima, del gachó Kenzaburo Oé… inevitable después de
ver el documental. No tenían Cuadernos de H, pero sí El grito silencioso… sin
saber si iba a explosionar, me arriesgué a cogerlo.
Menos mal que lo hice y menos mal que me
lo leí y menos mal que Oé lo escribió cuando era una
promesa… espectacular... De esto que no sabes qué carajo te están contando,
asuntos tan lejanos y tan de otra manera, congojas tan poco habituales que abraian
digo fascinan con su luz blanca y su lluvia negra. Y te quedas deslumbrado a
pesar de que sea todo tan ¿oscuro? ¿deprimente? ¿tormentoso? ... un
mirarse adentro y escarbar en lo propio y también en lo de los demás
pero como si fuera de uno mismo que si no te dicen detente, stop!, que te estás
pasando, acabas con todo y te comes a ti mismo.
Si Kenzaburo fuera sudamericano tendría entre
los dedos ese timbre que tienen Onetti o Arguedas y que, cuando
suena, básicamente consiste en que se te hace un nudo en la garganta de lo bien
que escriben de la manera que a los demás le salen ripios y chorradas
sensibleras y a ellos les sale la verdad cósmica. Si, en vez de Nipón, Kenzaburo
fuera un rodaballo, seguro que respiraría por las agallas, pero como no lo es respira
por las visceras… El caso es que El grito silencioso, que en original
se llama de manera muy distinta ¿? es una pasada de verdad. Hay que ver qué
cosas de ultratumba emocional cuenta Kenzaburo… impresionante, un diez...
Después de White Light, Black Rain,
título que hace alusión a la luz blanca de la explosión y a la lluvia negra que
vino luego, volví a ver Trinity and beyond, no sé, quizá por
cuarta vez… a mí toda esta mugre en kilotones me deja planchado
y, a la vez, me hipnotiza…
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