Me estoy
preguntando para qué carajo traducen al atroz Arno, incomprensible donde los
haya, una bestia dodecafónica a contrapelo… porque su música no
necesita de tales conjugaciones ni aditamentos… en su caso, como quien dice,
meros tratamientos paliativos de lo inexplicable, de lo impenetrable de su
ronroneo…
No sé si Herr
Schmidt es hermético, esotérico, un visionario o un alucinado… pero artistazo
como la copa de un pino sí que lo es, aparte otras variedades de la locura que
también acostumbraba a llevar puestas… carajo con el Gachó…
El paisaje lacustre
es de la Baja Sajonia, ahí ahí con su Brezal de Brand… qué pinta en
semejante escenario la señorita Pocahontas lo justifican la
pasión y la libido de un fin de semana entre desconocidos con derecho a
revolcón… la rapaza Selma se nos troquela en varias cosas distintas… lo de nativa
norteamericana casi es lo de menos… y venga a remar por lagos y pantanos entre
dos.
Que Arno sea como
un Cecil
Taylor se nos está quedando limitado, más una trampa que un mensaje
clarificador… porque Herr Arno vendría a ser como un Taylor pero mucho más radical…
tocando su piano no con las manos, que ahí creo que Cecil como que no
supo ver que su arte era la ruptura total pero no la parcial y se nos
quedó cortito tocando con las manos al modo habitual… sino tocando el piano con
un
destornillador y un esmeril, uno en cada mano, o con los muñones de un
fiambre recién sacrificado por él mismo… o con… pero siempre un piano, ojo,
porque si con el destornillador y el esmeril tocamos otra cosa distinta nos
convertimos en simples operarios, mecánicos, c hapuzas… o imbéciles sin más, si
son las curvas de una rapaza lacustre ávida de conocernos sobre un pastizal…
Vuelvo al Gachó
Schmidt, que de operario nada… con el destornillador y el esmeril bien
encendido fungando a tope de revoluciones lo que acabé haciendo es
despellejar su librajo… me resultó indispensable para intentar ¿descifrarlo?...
iluso de mí. Estoy en plan repelente, a más no poder… cualquier cosa escrita
por Arno me hace el bien, le conviene a mi ánimo, para compensar la cordura
ambiental… Bueno, aclaro que cosa escrita por Arno siempre y cuando sea
incomprensible, o sea, casi todas, pero no todas… porque algunas se
entienden, al modo clásico de comprender o entender, y no hay quien las
aguante…
Sobre Los
desterrados no sé qué decir, salvo que me encantó… hay piano y, en vez
de esmeril y destornillador, los garrotazos a la tradición el amigo Schmidt se
los arrea y administra con distintas ferramentas… todas ellas contundentes...
Lo que ya no me parece tan bien es que
el traductor o el editor o el maquetador o el que sea que se encarga de este tipo de cosas haya o hayan cometido tantas
faltas como las que aparecen en esta edición… son tantas que casi van a juego con el instinto pulverizador que aqueja al fauno Arno y sus impagables idas de olla.
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