De la existencia de
estas islas me di cuenta cuando embarranqué en ellas, sin más, de golpe, meneo
y sustazo… inevitable, al ver el título, echarle un ojo al asunto, ver de qué
mares nos habla el Gachó Pato en sus Cabanas marineras…
A la vez abría el
artilugio y se me venía a la mollera cierto libro/colección de 50 islas perdidas en
las que nunca estuve ni estaré, por lo de lejanas y perdidas, que decía
su autora mientras nos hipnotizaba con su planimetría del aislamiento…
Luego ya te
enderezas… que los mares de Herr Pato son otros… entre ellos
algunos de los que deletrea con paciencia José Baña Heim en su memorable
inventario de naufragios en A Costa da Morte… y llega el
chispasso, y te acojonas, porque quien se te columpia delante de las naringes
es el tremendo Hölderlin y su mellizo Archipiélago… miña nai, si lo sé me
pienso el título, que el loco de Federico es mucha música e inventiva
juntas, todo en la misma página… y cuidado con MPatoC, cómo aguanta el tirón,
que leyendo el Arquipélago de Cabanas hay música, granito, espuma y un viaje
increíble por A punta do Boi, Trece, O Vilán, O calcañar de Hércules… el Matterhorn,
Breizh…
Miguel Pato, por Osuna |
No sé, a mí el
Gachó Pato me tiene en posición de firmes!, parado en un stop y atento a su
periplo, que MPCabanas tiene las narices de
estamparle ese pedazo título al librajo, sí señor, y el arte de contarnos varias
maravillas, entre ellas un Incidente Laranxa Solar espectacular…
Encima con más de
un premio a lo largo del libro, que al rato te topas con el Gran
Taxes, Francisco, unha aperta de Herr Pato y a su memoria… y desde la
primera página con varias ilustraciones de Osuna, que nos muestra algunos de
los recovecos del viaje…
Y vuelvo a Herr
Federico… cuando el ingrávido Hölderlin se largó su Archipiélago
estaba aún entre los sensatos y cuerdos… el libro también, aunque al final se
intuye el cambio en el ánimo y el inicio del sendero de inspiración definitiva
que lo llevó a tocar el cielo… en el Arquipélago Cabanas te encuentras
algo parecido… como si Herr Miguel Pato tuviera, que la
tiene, fuerza de sobra para dar ese salto con el que abrazar las nubes… pero
no quisiese abandonar tierra firme definitivamente, supuesta seguridad y
firmeza a la que vuelve después de varios de sus mejores saltos. Con suerte, en
sus próximos chimpos viene una buena correntada de Nordés que lo arrastra
en plena maniobra de retorno y el autor se nos queda allí arriba, pura
luz boreal, dando rienda suelta al arte que le sobra y sin otro marco
ni referencia que la curvatura de la tierra y sus melodías.
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