Seica la cosa o idea surge en Georges
Perec… de quien me había leído dos libros insignificantes cuando un
CompincheM me contó que estaba empezando La vida instrucciones de uso
y decidí ponerme a la cola y pillarme el librajo famoso de Perec… cuando lo
acabé, lémbrome de que me dije que vaya pasada lo que había parido
Georges, tremendo despliegue… y qué castigo que en el libro convivan esas dos
posibilidades que son lo insoportable y lo insuperable…
aunque no mezcladas en un confuso ungüento, que pasa muchas veces, sino bien
separadas… que hay partes del libro que son un desierto de descripción banal e
insípida… y luego están las otras, que son espectaculares, una pasada Perec… el
caso es que me acuerdo sólo de las buenas, será trampa mía… o mérito del autor.
Las postales del gachó Chapela parten de
un centro, que intuyo es él, y se propagan en todas direcciones, a franquear en
destino… como quien dice volando entre un torbellino y el Free… me acordé de Cecil
Taylor, que es lo mismo que elegir un libro de Arno Schmidt. Lo de
partir del centro podrá parecer tontería pero es lo más importante… muy
distinto es hacerlo desde el margen… con la aguja imantada no se juega. De
tanto que tuve que franquear, vaya incursión de estímulos y apremios, tengo el
antebrazo molido y el matasellos ciego. Y varias dudas, porque muchas de las contiendas
e idilios que fotografía Herr Chapela yo no las conozco y no
sé dónde colocarlas dentro de este todo.
Las imágenes van numeradas del 1 al 500…
a la profusión de direcciones por las que surcan los recuerdos de Lémbrome
hay que añadir sus distintos ritmos y la facilidad con que pasan de lo patente
a lo privado o casi hermético… lo mismo le metes un triple al Caserta
que te ves sentado a una mesa a la que no estás invitado. Acabando, el librajo
trae unas páginas en blanco y el ofrecimiento para que el lector las rellene
con sus particulares “lémbrome”… yo, más que de recuerdos, las cubrí de
preguntas. Como una montaña en horizontal… El último de los pantallazos, el número
quinientos, además de tener miga, está en su sitio, avisando del
cambio... Recuerdo un cuento de Nabokov en el que el final coincidía
con el comienzo, palabra por palabra, con lo que el relato volvía a empezar al
terminar, un juego rizado, como una banda de… en el caso de Lémbrome: el
juego es el contrario, comienzo y fin se niegan, no se tocan… como estar a
salvo y, luego, dejar de estarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario