Volumen, más volumen, bramaban los acólitos de varios madmen del panorama sonoro. Incluidos los de estos flamígeros Hellacopters, entre los que me incluyo. No hay duda de que determinados géneros musicales, bizarros y fibrosos, como mejor suenan es a altas horas de la madrugada, sometidos a lo que el Barón Rojo denominaba “volumen brutal” y después de haber deambulado varias horas por locales de todo tipo en los que machaconamente no hacen más que poner bazofia… en esas circunstancias, indiscutible hambruna musical, el efecto de oír un poco de música que haga honor a su nombre es de lo más excitante. A uno le cambia la cara y, según el grado de intoxicación etílica de que haga gala, representará un espectáculo más o menos vergonzoso de poses y gestos con los que acompañar los trallazos guitarreros de los madmen.
Reconociendo que en el anterior relato un 99% del mismo es una especie de panegírico adolescente, resultado de las exultantes experiencias que en incidentes como el de arriba todos hemos vivido (algo similar a lo que diría cualquier aficionado a los coches tras encender un Lamborghini Miura, un Ferrari 250 SWB o un Ford GT40), nos queda el 1% restante. Y este 1% restante ha sido sometido a estudio. Como estúpidamente se dice ahora, ha sido “testado” (chorrada de palabra). Hasta hace unos días, desconocedor absoluto del resultado que el “volumen brutal” produce en determinadas frecuencias, sí que tenía muy claro un dato: dos discos de Hellacopters suenan “peor” que los demás. En concreto “Supershitty to the max” y “Payin´the dues”. Entre ellos, el primero suena mucho “peor” que el segundo, que, aún así, suena “mal”. Y os pongo peor entre comillas, porque es un sonar “peor” que está “muy bien”. Realmente suenan como “oímos” la música a las cinco de la madrugada, bébedos y tras llevar ocho horas de reggetón entre pecho y espalda. En resumidas cuentas: de manera distorsionada, estridente, y nosotros aturdidos. Dicho efecto sonoro, aparte de ser el resultado de nuestra noctámbula subjetividad y de cómo la misma percibe la música en tales circunstancias, es también el resultado del efecto que el volumen decibélico brutal produce sobre determinadas frecuencias. Como os indicaba antes, dicho efecto ha sido testado. Y entre otros muchos datos incomprensibles y aterradores, el experimento dio en su momento un espantoso resultado que a los aturdidos Hellacopters dejó muy preocupados: los discos compactos, debido a su mayor calidad, evitaban las distorsiones que, a volúmenes considerables, parecían el alma del Rock and Roll. Trabajando sobre la misma gama de frecuencias, la diferencia en cuanto a la distorsión entre el Cd y el vinilo es evidente y palmaria (0.01% en el Cd frente al 2% del vinilo). Para unos el Cd suena mejor y el vinilo distorsiona demasiado. Para otros el Cd tiene un sonido frío mientras que el vinilo palpita y hasta tiene vida. A mi todo esto se me escapa, la verdad… Pero a los Hellacopters, no:
Aunque nuestros flamígeros amigos siguen publicando vinilos, lo cierto es que sus ventas mayoritarias son en Cds. Para solucionar el defecto en distorsiones y estridencias que ello supone, teniendo en cuenta el hecho de que cualquier comprador de sus Cds se estaba perdiendo “algo” casi vivo, Hellacopters buscaron una solución. Ni cortos ni perezosos grabaron parte de sus trabajos en Cd (mientras la compañía les permitió dicha frivolidad), reproduciendo las distorsiones y estridencias que percibimos claramente a las cinco de la mañana, a un volumen salvaje, y poseídos por cierta bruma perceptiva. Ya no hay que poner el ampli al diez para que un Cd distorsione ese mísero 0.01% mientras el vecino distorsiona nuestra faciana a fofetadas. Adquiriendo determinados Cds de los incendiarios Hellas (los dos que arriba os digo) obtendremos unas distorsiones a lo bestia desde el uno. En “Supershitty to the max” el asunto se les fue de las manos, llegaron al coma etílico y a la vomitona. Suena mal de verdad, confuso, retumbante, diarreico. Cuando lo compré me quedé confuso, retumbante y diarreico, encima las canciones no están bien. Sin embargo en “Payin´the dues” compensan con creces el fiasco anterior. El experimento sonoro les salió mucho mejor y las canciones están realmente bien. Espídicas, contundentes y rabiosas. La espectacular edición que conseguí online viene acompañada de un cd en directo igual de vehemente. La portada es memorable, la contraportada también. Y los 28 minutos de arrebatado histerismo decibélico-distorsionado son una verdadera pasada. Como estar en el Superfuzz hace unos años (ahora que pienso hace cuántos, prefiero no decirlo).
Reconociendo que en el anterior relato un 99% del mismo es una especie de panegírico adolescente, resultado de las exultantes experiencias que en incidentes como el de arriba todos hemos vivido (algo similar a lo que diría cualquier aficionado a los coches tras encender un Lamborghini Miura, un Ferrari 250 SWB o un Ford GT40), nos queda el 1% restante. Y este 1% restante ha sido sometido a estudio. Como estúpidamente se dice ahora, ha sido “testado” (chorrada de palabra). Hasta hace unos días, desconocedor absoluto del resultado que el “volumen brutal” produce en determinadas frecuencias, sí que tenía muy claro un dato: dos discos de Hellacopters suenan “peor” que los demás. En concreto “Supershitty to the max” y “Payin´the dues”. Entre ellos, el primero suena mucho “peor” que el segundo, que, aún así, suena “mal”. Y os pongo peor entre comillas, porque es un sonar “peor” que está “muy bien”. Realmente suenan como “oímos” la música a las cinco de la madrugada, bébedos y tras llevar ocho horas de reggetón entre pecho y espalda. En resumidas cuentas: de manera distorsionada, estridente, y nosotros aturdidos. Dicho efecto sonoro, aparte de ser el resultado de nuestra noctámbula subjetividad y de cómo la misma percibe la música en tales circunstancias, es también el resultado del efecto que el volumen decibélico brutal produce sobre determinadas frecuencias. Como os indicaba antes, dicho efecto ha sido testado. Y entre otros muchos datos incomprensibles y aterradores, el experimento dio en su momento un espantoso resultado que a los aturdidos Hellacopters dejó muy preocupados: los discos compactos, debido a su mayor calidad, evitaban las distorsiones que, a volúmenes considerables, parecían el alma del Rock and Roll. Trabajando sobre la misma gama de frecuencias, la diferencia en cuanto a la distorsión entre el Cd y el vinilo es evidente y palmaria (0.01% en el Cd frente al 2% del vinilo). Para unos el Cd suena mejor y el vinilo distorsiona demasiado. Para otros el Cd tiene un sonido frío mientras que el vinilo palpita y hasta tiene vida. A mi todo esto se me escapa, la verdad… Pero a los Hellacopters, no:
Aunque nuestros flamígeros amigos siguen publicando vinilos, lo cierto es que sus ventas mayoritarias son en Cds. Para solucionar el defecto en distorsiones y estridencias que ello supone, teniendo en cuenta el hecho de que cualquier comprador de sus Cds se estaba perdiendo “algo” casi vivo, Hellacopters buscaron una solución. Ni cortos ni perezosos grabaron parte de sus trabajos en Cd (mientras la compañía les permitió dicha frivolidad), reproduciendo las distorsiones y estridencias que percibimos claramente a las cinco de la mañana, a un volumen salvaje, y poseídos por cierta bruma perceptiva. Ya no hay que poner el ampli al diez para que un Cd distorsione ese mísero 0.01% mientras el vecino distorsiona nuestra faciana a fofetadas. Adquiriendo determinados Cds de los incendiarios Hellas (los dos que arriba os digo) obtendremos unas distorsiones a lo bestia desde el uno. En “Supershitty to the max” el asunto se les fue de las manos, llegaron al coma etílico y a la vomitona. Suena mal de verdad, confuso, retumbante, diarreico. Cuando lo compré me quedé confuso, retumbante y diarreico, encima las canciones no están bien. Sin embargo en “Payin´the dues” compensan con creces el fiasco anterior. El experimento sonoro les salió mucho mejor y las canciones están realmente bien. Espídicas, contundentes y rabiosas. La espectacular edición que conseguí online viene acompañada de un cd en directo igual de vehemente. La portada es memorable, la contraportada también. Y los 28 minutos de arrebatado histerismo decibélico-distorsionado son una verdadera pasada. Como estar en el Superfuzz hace unos años (ahora que pienso hace cuántos, prefiero no decirlo).
No hay comentarios:
Publicar un comentario