Os digo que mejor es leer el libro a
pelo que intentar hacerse una opinión sobre el mismo consultando dimes y
diretes, opción absolutamente nefasta siempre, incluyendo lo que a continuación
sigue… y es que qué batallón de estulticia generalizada protagonizada por la enfermiza
presencia del dogma político en el asunto del gusto por lo artístico…
en este caso empezando por los propios autores, típico, jopé qué diarrea, lucha
de egos en el barro entre Arguedas y Cortázar… entre ¿indigenistas? y ¿cosmopolitas?...
vaya empanada, meu… una enganchada de esas de aquí estoy yo con lo mío
veintitantos centímetros verás lo que vale un peine… choque de voluntades,
compromisos y desentendimientos… y detrás otros… outra vaca no millo,
tonto el último, que Vargas Llosa le da la razón a Don Julio y Onetti a Don
José María… y venga GGM… como párvulos… y luego vienen los engreídos del Nobel
a desempatar pero tampoco… y para rematarla se descuelga el Bonaerense
Universal con eso de que a MVLL nunca lo leyó… auuu! pupa de la buena, cómo escuece…
pero que Cien años le gustó…
Por orden a mí me gustó más Conversación
en la catedral que Cien años, de largo, que éste
me gustó mucho mientras me gustaba la rapaza que me dijo que a ella le gustaba Cien
años de soledad, que luego, cuando me aclaró que lo que le
gustaba era el libro pero no yo, a mí el Gabo me dejó de gustar de golpe y
porrazo y para siempre, que esas novelas son para enamorados y eso dura a lo
más tres años y luego vas y te casas y le dices chao al libro que hasta te da
vergüenza mirar para él de lo coñazo que es… siguiendo por orden, que
así da gusto, más que cualquiera de esos dos me gustó El Aleph…
Parte de la polémica nos la topamos en
lo que de diario tiene El zorro de arriba y el zorro de abajo,
que un renqueante Arguedas va y opina sobre los demás, sin duda educadamente,
me pareció a mí, pero en unos momentos que se titulan buscando su segundo
suicidio que sería el de verdad y se ve que opina sin miedo, como
dopado por la terrible decisión ya tomada, pero educadamente, ojo… luego, fuera
de lo que de diario tiene el libro, de verdad cosa muy seria, José
María Arguedas nos cuenta algunas historias y asuntos de Chimbote
e Isla
Blanca que son para enmarcar, absorbentes, páginas inspiradísimas… que
le vuelve la vena emocional como en tantos pasajes de Los ríos profundos y te
deja con los miolos haciendo de molino un día de crecida… que cuando le entra
el rollo ese de que se ve inspirado, se suelta de verdad y se queda solo dando
forma a lo indescriptible y le salen unas parrafadas bonitísimas que ya le
gustaría a otros… con lo cual no os digo nada salvo que a mí me encanta, que en
el fondo es lo que importa… por lo menos a mí.
Ahora no me queda otra que volveros a
recomendar el experimento de las dos patadas en los huevos (pinchad aquí)… aunque
podéis cambiar, lo entendería, la patada en los güi por unas cosquillas,
como que más soportables en principio, y probad a ver lo que sucede en este
caso distinguiendo entre las cosquillas que os hace una ¿indigenista? y las que
os hace una ¿cosmopolita?... otra vez de cajón, eh?… aunque he de reconocer que
yo prefiero el primer experimento, que uno se olvida de él con muchas más
dificultad, que se nos queda como grabado indeleblemente.
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