Cuando me agencié El pensamiento salvaje
iba con ganas de encontrar lo que, al leerlo, encontré. Así da gusto, profecías
que se cumplen y herramienta universal.
Después, leyendo Tristes trópicos, volví a
tener más de lo mismo… pero también otras cosas, cosas que no esperaba
encontrar en este librajo del tipo Claude. Porque el cambio de
timón que se produce en los dos últimos capítulos del libro te deja pegado
a la butaca presa del susto… Cuidado con el arrebato pimpampum.
El pensamiento salvaje hay que
leérselo lo mismo que hay que abrir los ojos si queremos ver de verdad. Porque
lo habitual es ver sin abrir los ojos, bien lo sabéis, empezando por mí y
siguiendo por vos… digo esto en el mismo sentido en que se dice eso otro de que
no hay peor sordo que el que no quiere escuchar, obviedades que siempre
obviamos… luego, cuando se abren los ojos de verdad, salta Claude y con
dos frases clarividentes despacha y reduce a su verdadera condición de esperpento
petulante varias manifestaciones de nuestra ilimitada vanidad lógico –
ombliguista, desde ciertas tendencias del pensamiento hasta...
El médico cósmico tiene claro su
diagnóstico: somos idiotas, me refiero al conjunto, incluiros en
él, es sano… el médico cósmico también tiene claro un amplísimo recetario
primordial para intentar curar nuestra estupidez (objetivo incierto y poco
probable, la verdad). Entre varios de sus potingues encuentro: …leer, de cuando
en vez, a Lévi Strauss para bajarnos los humos de personajes estupendos -modelo
galvanizado universal único- y ¿tolerantes? sólo cuando nuestra adiposidad
está garantizada… ya estás con lo mismo, meu, relájate.
Al comienzo, en pequeñas dosis lo de
leerse al gachó Lévi Strauss. Ojo que aviso… De lo contrario:
- O nos meten en la cámara hiperbárica
para salvarnos de la implosión
- O explotámosnos dentro de nosotros, hecatombe
del YO idiota, de golpe y porrazo, todita nuestra esperpéntica verbena de soberbia
sabelotodo que se expande y revienta dentro de nuestras entrañas del yosoyyo
encolerizadas ante las verdades que no soportamos, la primera de ellas... Lo de
la verbena
es mío, no me vengáis ahora con chorradas del tú.
El caso es que también Tristes
trópicos es un libro impactante, lo mismo que El pensamiento salvaje. Vaya
dos. Hay que ponerse con ellos a diario, como una gimnasia... En Tristes
trópicos hay partes algo del montón, en concreto las centradas en las
vicisitudes de sus viajes, en las que el tipo Claude es uno más contándonos
las cosas del ir y venir por la selva… pero luego están las otras partes,
cuando Herr Lévi empieza a volar alto… y a describir
y desmenuzar el pensamiento, la cultura, la vida y pulsación de diversas
tribus ¿salvajes? y pobladores ¿arcaicos? de la selva amazónica… miña nai, ahí
sí que se te abren los ojos y los pulmones, de par en par, y se te llenan de
luz, caramelos de menta y alegría…
…Y te repiensas, a la
baja, la mitad de tus convicciones. Yo, ahora, me tengo de
saldo… en plan baratija kitsch, me voy regalando.
Durante sus aventuras amazónicas, Lévi Strauss,
entre otros muchos surcos del mapa, se mete en el Grande Sertão… sí, el mismo… los que no
hayáis leído Gran Sertón: Veredas, ese torrente, ese inmenso golpe en la mesa de Guimaràes
Rosa, buscad el momento… y vuelvo a Claude:
En cuanto a los dos
capítulos finales de Tristes Trópicos: Taxila
y Regreso al Kyong… pues lo
dicho, supongo que habrán encendido más de una alarma e infinitas polémicas. Lo
mismo que cuando en El pensamiento salvaje
Herr Claude le canta las cuarenta a esa hipertrofia del yo, esa megalomanía
furibunda que late en el existencialismo
y demás variantes del pensarnos y
más pensarnos soslayando lo que
nos rodea… humanismo apisonador
centrado sólo en quien se piensa pero no en quien vive… qué bofetada a nuestra pedantería… En
estos capítulos finales de Tristes Trópicos, Taxila
y Regreso al Kyong, Lévi cambia el
Amazonas y sus tribus por Gandhara,
vaya lugar de reunión histórica… otro día vuelvo con esta gimnasia de Claude…
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