Dicen que suele estar mejor la novela que la película, pero ¿a quien se le pasa por la cabeza leer el libro de Mario Puzo una vez visto El padrino? Y como esta perogrullada, unas cuantas. Y en plan visionario, que del libro de Puzo lo único que he leído es el lomo en alguna librería. Tampoco leí La naranja mecánica, y hay que ver qué peliculón abrasivo. Seguimos. De dos pelis que me gustaron a rabiar, me leí en esta última temporada los correspondientes libros. Para ver qué pasaba. Estaban a buen precio. Y resulta que no hay punto de comparación. Se supone que cuando sus respectivos directores, o productores, o lo que sea, leyeron los libros, estos les debieron gustar. O, por lo menos, les vieron posibilidades. Vamos, que mal no debieran estar… Pero el caso es que las pelis les salieron tanto mejor que los libros que es que no merece la pena leerlos. Porque te quedas planchado. Esto en el caso de que las películas de marras te hayan gustado. Que es el mío. No gustándote las películas, a lo mejor el libro lo borda.
Jeffrey Eugenides, bonito nombre cuasi genial, escribió Vírgenes suicidas. Luego la Coppola junior rodó su memorable primera peli. Con toda aquella banda sonora de Air, con aquellas otras canciones pastel-melódico-melocotón memorables: Rundgren, Bee Gees, Carole King, etc., con aquellas hermanas Lisbon tan guapas, con sus compañeros vecinos que podíamos ser nosotros a comienzos de los ochentas… con todas aquellas imágenes bonitísimas… y entonces probad a leer el libro que os va a dar la risa. Porque sí, una pandilla de amargados le habrán criticado a Sofía Coppola su pastiche popero de película, encima que si hija de Papalipsis now, pero es que la película está pero que muy bien. Tú me dirás qué problema la música y las imágenes bonitísimas y el espíritu naive, y todo aquello que le escupieron y le criticaron, si la realidad es que la peli está que te cagas. Qué más da que los amargados dijeran que aquello era un video musical de hora y media. Cuál es el problema. O eso de que si facilona y tramposa. No me fastidies, hombre. Tres tazas, venga un cachito con magníficas canciones pastel-melódico-melocotón:
Uno cero para los filmes. El dos cero se lo endilga Bienvenido Mr. Chance de Hal Ashby a Desde el jardín, novela de Jerzy Kosisnki. La película, con un Peter Sellers que los críticos de masas tildarían de crepuscular, y flemático, y metido en su personaje y hasta genial, no tiene desperdicio. Muy recomendable, ya no digamos en vísperas de fenómenos participativos de masas como los que se avecinan. Del libro no recuerdo gran cosa, salvo que me dieron ganas de volver a ver la película. Cosa que, al final, tampoco hice.
Jeffrey Eugenides, bonito nombre cuasi genial, escribió Vírgenes suicidas. Luego la Coppola junior rodó su memorable primera peli. Con toda aquella banda sonora de Air, con aquellas otras canciones pastel-melódico-melocotón memorables: Rundgren, Bee Gees, Carole King, etc., con aquellas hermanas Lisbon tan guapas, con sus compañeros vecinos que podíamos ser nosotros a comienzos de los ochentas… con todas aquellas imágenes bonitísimas… y entonces probad a leer el libro que os va a dar la risa. Porque sí, una pandilla de amargados le habrán criticado a Sofía Coppola su pastiche popero de película, encima que si hija de Papalipsis now, pero es que la película está pero que muy bien. Tú me dirás qué problema la música y las imágenes bonitísimas y el espíritu naive, y todo aquello que le escupieron y le criticaron, si la realidad es que la peli está que te cagas. Qué más da que los amargados dijeran que aquello era un video musical de hora y media. Cuál es el problema. O eso de que si facilona y tramposa. No me fastidies, hombre. Tres tazas, venga un cachito con magníficas canciones pastel-melódico-melocotón:
Uno cero para los filmes. El dos cero se lo endilga Bienvenido Mr. Chance de Hal Ashby a Desde el jardín, novela de Jerzy Kosisnki. La película, con un Peter Sellers que los críticos de masas tildarían de crepuscular, y flemático, y metido en su personaje y hasta genial, no tiene desperdicio. Muy recomendable, ya no digamos en vísperas de fenómenos participativos de masas como los que se avecinan. Del libro no recuerdo gran cosa, salvo que me dieron ganas de volver a ver la película. Cosa que, al final, tampoco hice.
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