miércoles, 9 de noviembre de 2011

1280 almas/Club de lucha



Me leí 1280 almas. Lo hice porque antes había leído Club de lucha. Y carajo, no sé por cuál empezar a romper los jarrones de la tienda de porcelanas. Porque hace un buen rato que tengo el bate de baseball pegado a las manos. Y eso me hace sentir como un helicóptero a punto de despegar, y sin saber qué hacer a los mandos. Y, aparte el bate en las manos, tengo la batidora en la cabeza.

Club de lucha parece que sí, pero NO!. 1280 almas parece que no, pero . Un sí pequeñito, discreto, no os vayáis a pensar, que la cosa no es para revolucionarse, ni para salir corriendo en calzoncillos, que mejor pisar el freno que no da para más. Pero, a fin de cuentas, para mi gusto es un sí. Porque empieza muy malamente, pero va cogiendo vidilla y acaba, pues mejormente que empezó. Además era 1964 cuando al gachó se le dio por escribirlo. Y a mí se me da por tenérselo en cuenta para bien, en plan caprichito, que si la hubiese escrito ayer se iba a enterar. Además el autor no se llama Chuck Palahniuk, que se llama Jim Thompson.

El que se llama Chuck Palahniuk es el que escribió Club de lucha. Con ese pedazo nombre y apellido uno cree estar ante Eugenio, digo ante un genio. Luego llegan esos golpes en el bajo vientre dirigidos por los críticos de masas que, traducidos, quieren decir que si no nos gusta Palahniuk es que estamos desfasados, desclasados, y que, ojo al parche, no tenemos putidea de lo que es bueno. Y, entre el nombre del genio y los mensajes traducidos de los críticos, uno se dice, bueno, qué tarde me voy a pasar con este tío que sabe dar duro, que sabe indigestar, que sabe golpear de verdad, y que no para cuando ve la sangre en el rostro ajeno, al revés, se vuelve más bestia. Caramba, nos vamos a enterar de lo que es dar duro. Y para el empacho de realidad, aparte el Thrombocid y la gasa, uno se coge la más de la más de sus bofetadas, a saber, Club de lucha. Y uno se prepara para la tunda universal. Y empieza que parece que sí, pero uno sigue sólo un poquito y ya se da cuenta de que la verdad es que va a ser que NO! Chuckie, Chuckie… No, no, no. Libro más bien flojito, facilote y ¿simplón? Hay gente a la que no se lo pareció. Todo lo contrario. A ellos les parece memorable. Eso es porque no les han dado una O… bien dada en su P… vida. Porque para gustos colores, vale, pero es que lo que dicen de Chuck en las contraportadas, gustos al margen, es una exageración…

Y bueno, me quedé a medias y entonces, tirando del mismo ovillo, uno llega a Jim Thompson, ubicado allá, en los años 60. Y uno se dice que toca el mismo menú, el Thrombocid, la gasa y cogerse la novela más de lo más del Jim. Que parece ser que es 1280 almas. Y joder, empiezas todo ilusionado, y resulta que parece que tampoco. Al final la pomada ni la vas a utilizar. Pero sigues y la cosa va cambiando a poquitos. Y a poquitos uno se siente capaz de firmar un si! Pero es que es un sí mucho más pequeño que otros SI! que pronunciaron otras personas en alusión al mismo artefacto escrito… A ver, que hay por ahí algunos personajes tan cultos, pero tanto, tanto, que cualquier cosa que les huela a serie B la elevan a los altares. Y no les discutas. Ya sean las pelis de la Hammer, las de marcianos de los 50, el Lo Fi, o, inclusive, las novelas del mismísimo Jim Thompson. Y coño, la entronización de lo ¿limitado? tiene su punto cuando lo limitado o precario o barato o cutre está bien… como todo en esta vida. Pero es que hay veces que lo limitado es una puñetera mierda. Que no es el caso de 1280 almas, aunque pudiera parecerlo…

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