En el libro que estoy leyendo estos días
se dice, relacionada la parida con uno de los personajes protagonistas, tal
cosa como la que sigue: Lo sabía todo sobre literatura excepto cómo
disfrutar de ella…
El otro día me topé con un antiguo
compañero de estudios… e intenté escapar de él sin que se diera cuenta pero él
se dio cuenta de que yo intentaba escaquearme, cosa que yo hacía no porque sea
especialmente impresentable yo sino porque lo es él… y es tan impresentable que,
siendo evidente que yo me estaba escaqueando de él, resulta que le da igual que
yo lo esté intentando y se me bota encima… a ver, que me ve rebajándome a
comportamientos definibles como de auténtica mala educación rayanos en la
desesperación motriz pues empezaba yo a correr como pollo descabezado en
dirección opuesta a su indefinible presencia salvo como nauseabunda y, en vez
de entrarle cierta grandeza de espíritu y dejar pasar la cosa de mi
estrafalario intento por perderlo de vista, el tipo va… cosa que me niego a
aceptar pues mi comportamiento no es propio de un maleducado ni de un pollo
descabezado, nada de eso que la cosa es mucho más seria y profunda e importante
digamos que la cosa es como en la guerra que qué coño pinta ahí la educación,
en la guerra digo, que en la guerra todo vale salvo que lo maten a uno y es que
mi comportamiento aquel día se derivaba del más elemental afán de supervivencia,
cosa muy distinta a la otra como bien podéis observar, la otra que viene siendo
la educación…
Parado a su lado en medio de la calle la
cara se me desencajó. La suya, sin embargo, rezumaba alegría acusatoria…
lo primero que me preguntó fue por qué
hace veinte años yo y otros hacíamos básicamente lo mismo, en resumidas cuentas
escaquearnos, siempre que lo veíamos… lo siguiente que preguntó fue por qué, un
día específico y concreto en que estábamos varios compañeros tomando algo en no
sé qué bar que me dijo, yo me fui justo cuando tal chica pasó por la puerta y
lo que hice fue seguirla y darle un toque para que entrara y se sentase con
nosotros … o sea, justo lo contrario de lo que hacíamos los pocos días en que
coincidió que estaba él sentado con nosotros, días en los que cuando veíamos
pasar por la puerta no a una chica que conociéramos sino que a la primera
persona que por allí pasase no salía yo detrás de dicha persona sino que
salíamos todos nosotros detrás de dicha persona, todos menos él he de aclararos,
que él se veía como sorprendido por nuestra urgente movilización y no
reaccionaba si descartamos un leve movimiento de su cuello, y salíamos todos
menos él no para decirle a esta persona que pasaba frente al local que entrase
a tomar algo en nuestra compañía sino que salíamos para no volver a entrar
nosotros en el bar en el que quedaba el otro impresentable tan solo como la una
mientras que nosotros seguíamos fuera del sitio y nos alejábamos a marchas
forzadas por puro instinto de mantenernos a la mayor distancia posible de él lo
que equivalía en aquellos años atléticos a decir que corríamos hacia todas las
direcciones que supusiesen un aumento de las mencionadas distancias, un
afastamento, un alejamiento del punto exacto en el que se localizaba la entrada
del bar por la que acabábamos de salir pitando todos menos él que se quedaba
dentro profundizando en sabe dios qué complejos mundos…
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