Sabiendo que existen abundantes y abondosos partidarios, casi
enfermizos, de eso que se viene catalogando como cualquier tiempo pasado fue…
pues hay que ver qué esmero que se gastaban los de la Editorial Labor cuando se trataba de publicar y editar sus libros
de viajes… en concreto esa colección suya de los años cincuenta/sesenta, qué
despliegue de planos, fotos, cubiertas, guardas, telas, colores… encima
protagonizados habitualmente por intrépidos y lunáticos y aventureros de
apellidos rimbombantes y demás orografías que sabéis bien que hipnotizan a gente
sin criterio como podría ser mi caso… libros de los que ya os he hablado y que
me gasto mis cuartos cuando me los encuentro en buen estado, que aunque nos sea
primoroso también me vale, que hay una librería en Vigo en la que los tienen
como quien dice a precio de saldo, y no me importa deciros que está cerca de la
calle Falperra, que los buenos ya los cogí yo hace tiempo…
Pues vuelta con los viajes, que vengo de subir y bajar al Penagache, tras lo cual me pasé Un ano no Courel con el autor de Un ano nos Ancares, que también me lo
pasé con él y entonces, siendo la suma total dos años, mucho tiempo junto,
resulta que tuve tiempo para repasar mis libritos de viajes que tanto gustan… y por qué carajo ya no se publican libros así de cojonudos, porque
tenéis que ver las láminas que los acompañan, que así da gusto, que teniéndole
miedo a los aviones cuando de subirse a ellos se trata, que si no me dan igual, pues el viaje, según cómo esté editado, es un importante matiz…
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