El otro día subí al Penagache. Aunque más que
subirlo habría que decir que trepé a él, que me encaramé a la cima. Iba en
busca de la respuesta a varias preguntas y dudas y confusiones que quería
solucionar mediante dicha ascensión, hay que ver vaya cosa sin sentido…
arriba: bonita vista y ambas vertientes que se mezclan en eso que llaman Mixto
y algo de sudor y pasmo hortofrutícola, y como que la primera contestación,
bastante virulenta, vino de manos del Titán Ourensán...
De vuelta paré en Santa Comba de Bande
y en Celanova
y en Vilanova
dos Infantes y supongo que ya me entendéis… bajaba con la respuesta en
la mano, que cada vez pesaba más y más hasta el infinito de lo soportable, por
lo que cambié de plan y me la puse, la respuesta, a la espalda. Pero me siguió
pesando más y muchísimo más, por lo que, con la mano ensangrentada, la quité de
mi espalda abollada y la introduje en mis miolos. O meninges, como más os
guste, que a mí me da lo mismo…
Ya en la cabeza, la respuesta me siguió
pesando más y más y mucho más de lo que yo podía aturar, y como que el espinazo
se me empezó a torcer y a doblar y a ceder y a punto estuve de empotrar frente
y nariz contra el suelo y, a resultas de dicho arco corporal, tronsar
yo del todo… por lo que, decidido a salvarme, saqué la respuesta de mi cabeza y
me puse a leerla…
Jopé! con Ferrín, carajo! con Xosé
Luis, tremendo! Méndez, y qué libro mayúsculo! este Arraianos…
tengo un buen compinche que le da un nueve a Elipsis e outras sombras,
otro nueve a Arraianos, y luego hace unas operaciones aritméticas para las
que utiliza, entre otros, el número pi y ciertos indicios estelares que
vislumbra a golpe de catalejo, y acaba dándole un DIEZ al Titán Xosé Luis…
que se salió por la tangente de lo habido y por haber en ortodoxias y
heterodoxias literarias, que hay que ver qué manera de escribir y contar y
relatar e hipnotizar y abraiar… y el Penagache no le hace justicia, que su
respuesta, impresionante y telúrica, definitiva e incontestable, debería estar
en pleno Karakorum, que ésa sí que es una subida de impresión en la que
se toca el cielo con la punta de las ideas, que es donde deberíamos toparnos
con este tipo de titanes ourensanos… al ladito de Messner, Bonatti
y… escritores más bien pocos, que antes se asfixian cuando hay que dar tanto
tantísimo de sí mismos subiendo lo que sea. Y va Herr Méndez Ferrín,
superlativo proyectil arraiano y se nos encarama de un salto o chimpo o chouto
o pulo magistral al cume olímpico, plena Samotracia, junto a esos otros grandes
atletas
que ya sabéis…
… y tendríamos que ponerle su nombre en
piedra a una cordillera entera, la más tropocientos mil millones de megatones
que encontremos o atopemos o dexerguemos o lo que queráis, y dejaros de andar
pidiendo para él no sé qué premio
literario corporativo melifluo escandinavo que se le da a cualquier
cutre masificado en un sorteo, más bien rifa, que no acabo de entender y que de
cada diez que lo reciben se salva uno con la justa, que este tipo Ourensán
juega con el prado adusto y la frondosidad vespertina como quien cambia de una
marcha corta a una larga, de primera a quinta, para que nos entendamos, y le
queda tan bien y bonitísimo y elegante y fornecido y no le derrapa o chirría el
bólido como a esos otros que cuando se ponen a jugar a sentar cátedra para que
les den el premiajo escandinavo, que ahí están ellos con sus cascos y guantes
de competición, se estrellan enseguida contra lo trivial y lo adocenado amanerado
empalagoso chirinvainas… pero no Xosé Luis, que él ya está del Himalaya
pa arriba… y sigue subiendo de chouto en chouto, brincadeiro… y ya le ve la
curvatura que dicen estratosférica a nuestro cielo…
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