
Que si repetitivo, que si contradictorio,
que si… que sí, carajo, que sí... qué manía con el tipo austriaco.
Hace unos meses, en el suplemento cultural del diario de más tirada, el que
escribe en la 2ª página, famosísimo y premiado escritor, contaba que nunca
había leído a Bernhard… y que recién lo hacía ahora. No le creo... El caso es
que, a buenas horas tras leerlo por primera vez estos días, nos cuenta que el
gachó Thomas es un… lo que tendría que contarnos es qué pinta en un
suplemento literario un tipo que no sabe quién es...
Tengo un lío fenomenal dentro de la
cabeza que me impide distinguir lo que hay fuera de ella… Con el
amigo Thomas el lío que tengo en la cabeza me impide diferenciar entre sus
libros… bueno, con la justa reconozco como singularidad los que menos
me gustan, quiero decir que distingo El imitador de voces… de los demás,
de esa increíble, uniforme y predecible argamasa de bilis, exabruptos,
exageración, repeticiones, música y gloria… pues de todo eso no distingo nada
salvo un mojón inmenso en las entendederas, un chaparrón de verano, un
empacho de emoción… bestial.
Lo de Hormigón más que título
de uno de sus libros suena a resúmeme al tipo Bernhard en una palabra… hormigón,
beton, concrete… También nos valen como resumen en una palabra otros
de sus títulos… Trastorno, Tala, Helada, Extinción…
te he pedido que me lo resumas en una palabra… Sí es el título de otro de sus libros, bueno como resumen y como libro.

Quede claro que El imitador de voces me
decepcionó… pero es que en esos relatos brevísimos salen todos esos muertos y
trastadas y cosas terribles, y te quedas… En Hormigón como que se
comprime, aún más, si cabe, toda la mugre, la bazofia… quiero
decir: la herencia, la familia, su país, su pueblo, sus periódicos,
él, los demás, tú, yo, la indecisión, sus lectores, los defensores de animales,
la metástasis social… todos acribillados en el paredón de Thomas.
De risa, vamos.
Una cosa que puede hacerse después de
meterse una píldora de Bernhard sin anestesia, en plan cacofonía… es
leerse su eco en Cuando llegue el momento, de Josef
Winkler… impactante (pinchad aquí).
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