sábado, 28 de diciembre de 2013

Eiger /Groenlandia /Cho-Oyu

Llevo lo que se dice mucho tiempo mirando fijamente unas fotos de aventuras reales que uno no se cree porque si lo fueran, me refiero a reales, serían para no creérselas… Están en sendos libros de dos tipos algo echaos palante… y descatalogados… Un científico y un alpinista, los dos con fuerza de sobra para trepar rocas y neveros a pelo… De lo que se trata es de lo siguiente: cuando se publicaron ambos librajos, años 1932 y 1954, venían con una serie de láminas y fotos en blanco y negro que son increíbles, impactantes… y bien bonitas. Te las plantan delante y te hunden. Por inútil y maula… y si hubiese que optar entre cogerles tirria a los gachós y a sus aventuras, o no hacerlo, teclearíamos sin duda lo/do-gun.se

El último viaje a Groenlandia de Alfred Wegener y Los tres últimos problemas de los Alpes de Anderl Heckmair tienen premio gráfico e hipnótico… Entre la cara norte del Eiger y Groenlandia me quedaría con los dos… si, como antes, me obligaran a elegir, sabría qué hacer: mallar a patadas al estúpido que me viniera con la chorrada... Busco en internet y no encuentro ningún espabilado que haya colgado artísticamente las fotos de que hablo para hundirnos gratuitamente en la miseria del indeciso... Bueno, hay algunas de las imágenes que aparecen en el libro de Heckmair, aunque más bien tirando al morbo catastrófico de la expedición de Kurz e Hinterstoisser, anterior a la suya… del último viaje de Alfred Wegener ni rastro. Lo tengo encuadernado entre las manos y no doy crédito, una pasada… a lo mejor está desaconsejado o hasta censurado, cosa que no tendría ningún sentido… aunque nunca se sabe, a lo mejor los impenitentes catalogadores de lo correcto, gente pero que muy peligrosa, y siendo Wegener teutón, buscaron y buscaron en su armario hasta que le encontraron alguna inconveniencia a Herr Alfred… prueba profiláctica a la que sometieron, entre otros, a varios aventureros de pantalón corto, desde escandinavos a austriacos y demás centroeuropeidades, que a algunos les abrían la mochila y plas! lo que aparecía... y entonces daba igual que hubieran cruzado a nado el Atlántico o buceando el Índico o subido el K2 en el año 1924, que eso no tenía mérito alguno y al tacho de la infamia con ellos.

Creo que a Herbert Tichy estos catalogadores de lo correcto, como en la mochila no había nada, le miraron hasta en los empastes… y no sé si apareció el diablo… Ojo con sus aventuras y las ediciones de las mismas en la ed. Labor. De cando en vez hay que volver y repasarlas…moito artilugio. La moto, el Kailas, la meseta, el Cho-Oyu… el caso es que según qué estampita o insignia llevaras en el equipaje, si es que llevabas alguna, las hazañas o aventuras lo eran menos. O te reían la gracia en plan héroe o te metían en el calabozo de lo avieso e inmoral… Lo mismo da que escribas un libro genial, que escales por primera vez un 8mil, que encestes como Drazen o que estés de cachonda como Megan Fox, los hay que, antes de decir guau! qué pasada, necesitan leer el periódico o ver la tertulia de la TV para averiguar, por ejemplo, a quién vota la rapaza… y sólo entonces saben si la tipa se la ha puesto du… están los que necesitan del periódico o de algún opinador político para saber si les gusta, a ellos mismos no al opinador, tal o cual escritor, no sé, Borges o Ferrín, que ya duele, carajo… pero es que con otras cosas… miña nai la peña.

Tengo un colega que no se cree que el Saturno V despegara y llevara al Apollo 11 hasta la luna en el año 69, dice que todo es un montaje… pero es que tengo otra amiga que no se cree lo de Gagarin… al primero no le pone la señorita Megan Fox, en serio, y para echar un kiki necesita, además de debatirlo y decidirlo en no sé qué tipo de proceso asambleario con amplias bases sociales, escuchar la internacional en estéreo… a la segunda no le dice nadita la foto de Maiakovski en la silla… ya sé que la cosa va por barrios, pero es que a estas alturas de la película los hijos perfectos de la guerra fría me dejan sin argumentos en contra de su estupidez.




miércoles, 25 de diciembre de 2013

Arno Schmidt suena circular

En la despavorida carrera hacia lo incomprensible te topas con cada cosa que es mejor relajarse y tomarse la pílula recreativa que tengas más a mano...

Esta dichosa huida métrica rumbo a las planicies del sinsentido hay días en que lo deja a uno hasta las mismísimas narices… con ganas de cogerse el manual de instrucciones del televisor y leérselo todito de comienzo a fin para así poderse agarrar a alguna evidencia, aunque sea técnica, al criterio de los que nos dicen lo que sí vale y lo que no vale… como si cojo una lista de los diez mejores pararrayos y me hago masa de un chispazo…

El primer día que me dieron a escuchar la música de Cecil Taylor me escandalicé interracialmente… quien me lo propuso lo hizo para escandalizarse conmigo… adónde carajo se cree que va este tipo con su piano, no me toques las morales… al poco tiempo ya me gustaban sus primeros discos, los de mediados los años cincuenta, creo que menos “incomprensibles” que los de los sesenta, pero, desde luego, más audibles que éstos… ahora, con el Norte perdido irremediablemente, hace ya tiempo que me gustan todos los de esa época… pura tortura rítmica es más, los primeros hasta me parecen blandos… ya mismo os advierto que hablar de música en términos de más o menos comprensible, como estamos haciendo, es en sí una cuestión estúpida, una chorrada, vaya… de ahí las comillas.

Meteoro de verano da retortijones, por lo menos los primeros relatos... parece un Cecil Taylor de los años sesenta… cacofonía pura y dura… Arno Schmidt es para tomárselo en serio… de su piano salen como la maleza los brezales de siempre y Lüneburg y todito ese entorno circular y esponjoso… sólo faltan las urgencias que allí tienen de ancho lo que aquí de largo… Herr Schmidt sabemos que vivía en la cabaña chamizo de madera de Bargfeld porque le daba la gana, no porque fuera un convencido de panfleto neorural… y desde allí construía sus túneles de papel para ver como un topo el subsuelo a ras de partitura. Un día casi se le viene encima el techo del pasadizo, que era un pantano.

Los relatos del final del libro, poco menos de la mitad, ya no son ni de Cecil Taylor ni estrepitosos ni parecen de Arno… tampoco salen los meteoros del estío ni estrella fugaz alguna… son como un relleno infame, seguro que artimaña de algún compendiador. Podrían ser de cualquiera menos de Cecil Taylor. No entiendo a qué juegan estos tipos. Si soy Herr Arno me corto la melena y se la hago tragar enterita empezando por los piojos a quien haya tenido la idea de juntar ámbalasdúascousas: los relatos de Cecil Taylor con los que no lo son.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Galou, Z 28/ Kundera/ Kafka

Llevo una temporada algo larga confundiendo el granito con la espuma… y así tengo los miolos. Le acabaré pidiendo una explicación a PeterS Lo de los mundos utópicos y demás rarities, también los distópicos y hasta los entrópicos, es cosa que me suele dejar mareado, aburrido, con la sensación de que me han estafado y sin saber de qué carajo admirarme más… si de la incapacidad del autor de turno, aunque no de todos, o de la insuperable mediocridad del artilugio parido por dicho sujeto…

Entre trompada y trompada utópica/distópica me agencié hace poco un último ejemplo, como de mundos paralelos… o de historias metafóricas, con lo que no me entero de nada y así no hay manera de saber quién es el bueno y quién el malo… editorial Xistral y portada bien bonita, años setenta… Herr Diéguez, Lois… Galou, Z 28 del gachó no tenía ni idea, y sigo igual, pero entre la portada y la pinta del librajo me entraron las ganas y me puse a leerlo… y me acabó gustando, sabe a otra época, cercana pero a años luz… como si con un simple paso cambiáramos de galaxia, plano, época, o lo que sea… de bacterias a mamíferos en tres cuartos de hora. Como quien se iba a Ancares hace treinta años, cuando apenas había alguna carretera asfaltada, y se quedaba estupefacto rodeado de feudalismo. Si volvías luego al mismo sitio quince años después, carreteras y progreso a discreción, parecía que habían pasado tres siglos, como mínimo… de la palloza a la parabólica en un vira vira, de golpe en la centrifugadora… El libro de Herr Lois es de antes de asfaltar… y eso tiene su punto. 

Todo lo anterior, carente de sentido alguno, no es más que una disculpa kitsch para deciros que Kundera está tan obsesionado con Franz Kafka, pero tanto tanto, que es mejor que os leáis Los testamentos traicionados y lo comprobéis vosotros mismos. De paso abrid bien los ojos, porque Milan nos lo explica bien clarito, y yo le creo, que resulta que el Kafka que leemos no es Kafka, que es otra cosa… Ya sé que esto os suena, porque muchos lo espetan por el mundo adelante, aunque sin explicarse como es debido… Pero Kundera nos lo deletrea bien clarito, para que no haya dudas. En la cuarta parte del libro, titulada Una frase, Herr Milan hace desfilar distintas traducciones de una misma obra de Kafka, en concreto de un pequeño párrafo de El castillo, y las compara entre ellas y con el original…. De risa, qué tomadura de pelo. De verdad, vaya con el cambiazo que nos han dado… Y qué miedo, en manos de qué tarados estamos, es que nada que ver… al final, Kafkiano no son ni Kafka ni sus obras, sino la imagen (ya mito) que se trasmite de él, tan afectada y bulímica… y la imagen/traducción de sus obras… todo este affaire, impotente y morcilloso, roza la tomadura de pelo… rematando el bochorno nos topamos con que las sobreactuadas traducciones de K que nos presenta Kundera a lo que tienden es a parecerse no al Franz original sino al Kafka mito… así no vale… echadle un vistazo al asunto porque no tiene desperdicio… eso sí, cuando Milan se pone a hablar de sus obsesiones musicales, les dedica la mitad del libro, es más bien aburrido… De vuelta al pupitre le gustan Broch, Musil, Gombrowicz…
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