miércoles, 26 de octubre de 2016

Panofsky/Perspectiva… el tiempo en dirección prohibida.

Desde el interior se sabe que varios de los libros de Méndez Ferrín, lo mismo que algunos de Cid Cabido, son como el sendero que se expande desde la base hasta la cima... estas cumbres nos las encontramos en Ancares Courel... el repaso de los mojones allí instalados es un viaje que merece la pena hacer hasta arriba de todo

Bajar, luego, de la altura a la razón, como repaso inverso de la ascensión, no es lo mismo. El granito se confunde con el hormigón y el cansancio con el aburrimiento. Vale… pues probad con Herr Erwin…

La perspectiva como forma simbólica tiene mérito… Hablo de lo que cuesta leerlo, porque la estructura del librajo, a saber, tres partes sucesivas de, aproximadamente, la misma extensión: una de texto, otra de imágenes y una tercera de notas al texto, es un laberinto en sí misma, una prueba, un aerosol que se difumina... Tanto el texto como las notas a las que aquél nos envía se remiten, a su vez, a las imágenes situadas entre ambos… en serio, es mareante, intrincado, anaeróbico.

Cualquiera que lo haya acabado sabe que hay premio. Desde el Mustallar se ven Casadios, el Quintopino y aledaños. Desde Chaguazoso parece que se tocan las Médulas de Caldesiños… Con el librajo de Erwin Panofsky en las manos, más algo que desinhiba al lector, se puede deducir cómo el tiempo va, en algunas ocasiones, del futuro hacia el pasado. En dirección prohibida, como si fuera un piloto suicida, como si NO fuera tiempo y sí otra cosa. Cuidado con Panofsky... Corriente alterna y no continua. De ahí que haya quien se pega calambrazos con el tiempo y quien no… eso sí, todo esto del tiempo en dirección prohibida es una interpretación mía, culpa de que me desinhibí mucho leyendo el libro, no de Erwin, estaros tranquilos… que Erwin de lo que habla es, básicamente, de la perspectiva en la pintura y de su evolución, pero no de estas otras cositas.

Vuelvo a lo mío, discurso rayado, que uno de los mejores ejemplos de lo que me pareció la dirección prohibida de la evolución, vendría a ser lo que encuentra Erwin en el río Jordán, en sus aguas, más en concreto: en las representaciones de las mismas durante el bautizo de Jesús, en cómo variaron con el paso de los siglos… De risa la cosa, muy recomendable para mandar todo a reciclar… La corriente de agua convertida en montaña… así, un ¿imposible? convertido en sólida forma: en Goslar... Estuvimos allí una vez, hace años… pero, de aquella, no sabía lo que cuenta Panofsky, si no, lo habríamos buscado, me refiero a esa representación del río...

Para quien quiera verlo sin ir a Goslar, Panofsky se remite a Josef Strzygowski y sus estudios sobre la iconografía del bautismo (Iconographie der Taufe Christi, 1885), llenos de imágenes… entre ellas, la corriente de agua convertida en montaña que, si somos generosos, confirma que el antes puede ser después. Yo no os voy a colgar aquí dicha imagen, que así no tiene gracia… cada cual con sus perezas y torpezas. Lo que sí hago es aclararos que, en esas representaciones del río Jordán, pasan dos cosas en relación con la claridad y transparencia del agua:

- cuando la corriente de agua fluye, se ve perfectamente el fondo del río.

- cuando la corriente de agua no fluye y se convierte en algo parecido a una montaña, no se ve el fondo del río, queda tapado por dicha montaña líquida, como si fuera una pirámide.

¿Y qué? me diréis…

viernes, 14 de octubre de 2016

Lévi-Strauss/ Pensamiento salvaje/ Tristes trópicos

Cuando me agencié El pensamiento salvaje iba con ganas de encontrar lo que, al leerlo, encontré. Así da gusto, profecías que se cumplen y herramienta universal.

Después, leyendo Tristes trópicos, volví a tener más de lo mismo… pero también otras cosas, cosas que no esperaba encontrar en este librajo del tipo Claude. Porque el cambio de timón que se produce en los dos últimos capítulos del libro te deja pegado a la butaca presa del susto… Cuidado con el arrebato pimpampum.

El pensamiento salvaje hay que leérselo lo mismo que hay que abrir los ojos si queremos ver de verdad. Porque lo habitual es ver sin abrir los ojos, bien lo sabéis, empezando por mí y siguiendo por vos… digo esto en el mismo sentido en que se dice eso otro de que no hay peor sordo que el que no quiere escuchar, obviedades que siempre obviamos… luego, cuando se abren los ojos de verdad, salta Claude y con dos frases clarividentes despacha y reduce a su verdadera condición de esperpento petulante varias manifestaciones de nuestra ilimitada vanidad lógico – ombliguista, desde ciertas tendencias del pensamiento hasta...

El médico cósmico tiene claro su diagnóstico: somos idiotas, me refiero al conjunto, incluiros en él, es sano… el médico cósmico también tiene claro un amplísimo recetario primordial para intentar curar nuestra estupidez (objetivo incierto y poco probable, la verdad). Entre varios de sus potingues encuentro: …leer, de cuando en vez, a Lévi Strauss para bajarnos los humos de personajes estupendos -modelo galvanizado universal único- y ¿tolerantes? sólo cuando nuestra adiposidad está garantizada… ya estás con lo mismo, meu, relájate.

Al comienzo, en pequeñas dosis lo de leerse al gachó Lévi Strauss. Ojo que aviso… De lo contrario:

- O nos meten en la cámara hiperbárica para salvarnos de la implosión

- O explotámosnos dentro de nosotros, hecatombe del YO idiota, de golpe y porrazo, todita nuestra esperpéntica verbena de soberbia sabelotodo que se expande y revienta dentro de nuestras entrañas del yosoyyo encolerizadas ante las verdades que no soportamos, la primera de ellas... Lo de la verbena es mío, no me vengáis ahora con chorradas del .

El caso es que también Tristes trópicos es un libro impactante, lo mismo que El pensamiento salvaje. Vaya dos. Hay que ponerse con ellos a diario, como una gimnasia... En Tristes trópicos hay partes algo del montón, en concreto las centradas en las vicisitudes de sus viajes, en las que el tipo Claude es uno más contándonos las cosas del ir y venir por la selva… pero luego están las otras partes, cuando Herr Lévi empieza a volar alto… y a describir y desmenuzar el pensamiento, la cultura, la vida y pulsación de diversas tribus ¿salvajes? y pobladores ¿arcaicos? de la selva amazónica… miña nai, ahí sí que se te abren los ojos y los pulmones, de par en par, y se te llenan de luz, caramelos de menta y alegría…

…Y te repiensas, a la baja, la mitad de tus convicciones. Yo, ahora, me tengo de saldo… en plan baratija kitsch, me voy regalando.

Durante sus aventuras amazónicas, Lévi Strauss, entre otros muchos surcos del mapa, se mete en el Grande Sertão… sí, el mismo… los que no hayáis leído Gran Sertón: Veredas, ese torrente, ese inmenso golpe en la mesa de Guimaràes Rosa, buscad el momento… y vuelvo a Claude:

En cuanto a los dos capítulos finales de Tristes Trópicos: Taxila y Regreso al Kyong… pues lo dicho, supongo que habrán encendido más de una alarma e infinitas polémicas. Lo mismo que cuando en El pensamiento salvaje Herr Claude le canta las cuarenta a esa hipertrofia del yo, esa megalomanía furibunda que late en el existencialismo y demás variantes del pensarnos y más pensarnos soslayando lo que nos rodea… humanismo apisonador centrado sólo en quien se piensa pero no en quien vive qué bofetada a nuestra pedantería… En estos capítulos finales de Tristes Trópicos, Taxila y Regreso al Kyong, Lévi cambia el Amazonas y sus tribus por Gandhara, vaya lugar de reunión histórica… otro día vuelvo con esta gimnasia de Claude
 
 

lunes, 10 de octubre de 2016

Blackwood/La casa vacía... broma infinita.

Me topé el otro día con la celebración del 20 aniversario de La broma infinita… La casa estaba vacía y el falso techo decorado con estrellas, meteoros y todos venga a soltar el rollo.

Entre los comentaristas varios que participaban en la fiesta conmemorativa había uno que hablaba de lo que él denomina megalibros: La saga/fuga de J.B., Submundo, Tristram Shandy y La broma infinita… supongo que se refería al peso, en kg., de semejantes dispendios tipográficos. Torrente, DeLillo, Sterne y DFW. Hace mucho leí en nosédónde, o alguien me comentó, que leerse esos librajos infinitos, u otros de similar empaque métrico, es como ir al gimnasio y machacarse a pesas. Yo, de esos cuatro, leí dos y medio. El medio no lo acabé porque, mientras lo leía, me dejó una chavala y le cogí manía al libro. No era la primera vez: ni que dejaba un libro ni que me dejaban… también me pasa lo contrario, cuando estoy muy emocionado con una rapaza me vale cualquier librajo (salvo McEwan y...). Cosas que pasan.

Tengo un CompincheM que me dice que La saga/fuga es insuperable… y un CompincheX que me dice que Tristram Shandy está quetecagas… Yo les digo que se olviden de La broma infinita, salvo que tomen anfetas durante su lectura, y que mejor se cojan algún relato o filosofada obsesiva del tipo Foster Wallace para desengrasar… Cuando acabé de leer La broma de DFW no me acordaba de cómo había empezado, me refiero al libro, que yo empecé dopado porque quería acabarlo...

La celebración del 20 aniversario, yo pasé de ir, vaya coñazo, me pilló en La casa vacía. Uh, qué miedo…

Algernon Blackwood… muchos de estos autores fantásticos de hace más de un siglo han perdido parte o toda su gracia, y esto en el caso de que la hayan tenido en algún momento, que los hay que ni eso… se han oxidado, se calan, ratean, andan a trompicones, huelen a humedad, saben a rancio… resumiendo: te da la risa cuando quieren darte miedo y te hacen gracia cuando se ponen serios… sí, sí, lo que quieras, pero no a todos les pasa eso de envejecer así de mal, que los hay que flipas.

La casa vacía es la primera recopilación que me agencio de Herr Algernon. Un puñado de estos relatos te deja con ganas de mucho más. También te deja algún que otro moratón en tus prejuicios de enteradillo fashion… Guau…  no tanto los cuentos de fantasmas en plan canónico, que no justifican el viaje, pero sí muchos otros. El capricho del animal (hablo de mí) es cosa poco seria e irrelevante… estas historias se desperdigan entre lo demoniaco y lo natural, llenas de bordes oscuros y difusos. Te pasas el libro volando de rama en rama y, de vez en cuando, ves a lo lejos, hasta donde parecía que no se podía llegar; ni con la vista ni a pie, mucho menos pensando… Un hallazgo.
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