viernes, 29 de junio de 2012

Confabulario... iba tan embalado

…pero tanto tantísimo que acabé perdiendo el control de la máquina a los mandos del libro… Estos mexicanos me tenían compitiendo en un desenfreno de velocidad, peraltes y cajas de cambio. En el garaje Elizondo y sus maravillas de tipo raro, por no decir el famoso y mitificado que parió el librajo mayor Pedro nosécuántos… y otros, que nos os quiero aburrir... Ahora Francisco Tario que te coges sus relatos y el coche se te pone a 215 kph sin percatarte hasta que te dan el alto los de seguridad ciudadana y firme aquí, por favor, verá cuando le llegue la foto que no le salvan de la multa cósmica ni los doce cilindros en V del aparato flamante…

Tras perder el control de la máquina a los mandos del bólido recapacito y me digo que no pasa nada, que no siempre se va a topar uno con sorpresas deliciosas y suculentas, que La noche de Tario estuvo bien, pero es que somos tipos maduros y sabemos que todo en esta vida tiende a compensarse con su opuesto, de esto que metes un gol y luego te lo empatan… y quién carajo me obligó a mí a hacerle caso a ese tipo cejijunto que me soltó eso de que si me había gustado el tal Tario, que el tipo cejijunto lo conocía, hay que ver qué siniestro, pues que me leyese a Juan José Arreola, en mi vida tuve el gusto, y que me iba a enterar de lo que es bueno… y le preparé la plaza en el garaje, al lado del 250 SWB, mirad si tenía fe en el artilugio… Y el cejijunto, que se las daba también de juez de silla, me dice de manera sentenciosa que debía empezar por Confabulario, que es tremendo libro de relatos. Y le hice todo el caso del mundo…

A ver, Arreola me decías que se llama… Confabulario... Encima, el editor nos viene con laudatorias cursivas del Bonaerense Universal dedicadas al Arreola, de esto que uno empieza el libro y simplemente no se puede creer qué tipo de papel en blanco le pusieron a Jorge LuisB delante, firme aquí majestad, sospechosa encerrona, porque no puede ser que haya dicho lo que dicen que dijo sobre… o sí, para el carro, meu, sosiégate, que los que saben suelen llevar más razón que los que no saben, así que ya me está gustando más el libro, y mejor voy cambiando de discurso que a lo que sí que me niego, que ahora ya me centro, es a llevarle la contraria a gente que está tan por encima de las estúpidas controversias blogueras que es que me niego a dar ese cante…

Pero el caso es que parece que hay barra libre, que te dicen que no veas qué cuentos y relatos y resulta que la cosa no es para tanto, que entre los de FTario, a ver si lo que me pasa es que ya estoy trastornado del todo, y los de JJArreola hay un mundo, no me fastidies, que ni punto de comparación lo bien que me lo pasé con unos y no con otros.... Vale si lo que vienes de leer durante los últimos siete años son inacabables tratados de física cuántica sin gráficas o diluyentes de la sensatez y buen tino semejantes, que en ese caso Confabulario podría valer para algo distinto que para darte un disgusto… ya me estoy arrepintiendo de haber dicho esto… pero salvo en ése improbable caso, me refiero a los siete años de infierno cuántico, no sé qué decir… bueno, algunos de los títulos de sus relatos están bien… y el cuento que se titula “De balística” me gustó entero, mucho, la verdad es que es bestial, y alguno otro también… El tipo como que escribe en futuro, algo así como intentar escribir con treinta años de la manera en que crees que lo harías con cincuenta, no sé si esto tiene algún sentido, pero es la sensación que me dio… como estos críos que tienen tanto sentido que horrorizan En pasta dura y con cubierta, como del cejijunto me fio, pues me compré una edición en condiciones… a lo mejor es que me cogió de malas, y en vez de un libro de relatos lo que me hacía falta para serenarme eran siete años de tratados de física sin gráficas ni aditamento alguno… que a lo mejor me coge de otra manera y va Confabulario y me…

domingo, 24 de junio de 2012

La noche... de Francisco Tario

Los del círculo capitalino, a ver, los pedantes megaempresarios del trust editorial encargados de surtir de librajos nuestros desvelos me tienen hasta el mismísimo moño que ayer mismo decidí cortarme, para botarlo al tacho

Estos tipos, supino adiposos más bien tirando a chamarileros, se dedican a sacar de las imprentas mil por mil ediciones de cualquier tontería que hayan escrito cualquiera de las niñas de sus ojos, no sé, desde GGM hasta CJC, de EAP hasta DFW, lo cual me parece que si me interesa el autor me lo leo, o no, sírvase usted mismo… pero es que editando hasta lo impresentable e ininteligible de cualquiera de sus niñas bonitas, viene sucediendo que resulta imposible encontrar nada de ciertos autores que, si no es por una especie de milagro en forma de comentario o edición cuasi casera/precaria, parece que no existen… Y entonces no nos queda otra que cogernos un monumental rebote del tipo pero aquí qué carajo está pasando, quién leche decide qué se publica y qué no, y sobre todo, bajo qué criterios se desempeña la función ésta de editar, obviado, claro está, el de no arruinarse, que hoy no tengo ganas de revoluciones…

El llanto inútil de puro y simple desespero tiene otra personificación: Francisco Tario… Espectacular pájaro que si no es por un editor algo descarriado al que ahora se le da por encuadernarlo, pues no nos enteraríamos ni de que existió. Y aparte de haber existido, que eso dicen, resulta que el Francisco Tario de marras tuvo varias buenas ideas de las que salieron impresionantes resultados. Varios de ellos recopilados en este La noche, que repite el título del primero de sus libros de cuentos, y que, salvo error, creo que aparece completo en esta edición. La idea que tuvo FTario de narrar varias noches de distintos personajes y en distintas circunstancias, me gusta. Que los individuos fueran un traje gris, un féretro, cincuenta libros, un loco, una tal Margaret Rose, un barco náufrago, etc., me gusta aún más. Que acabe el libro con “Mi noche”, dando su propia versión del aquilatado lapso de tiempo entre puestas y salidas del sol, mejor que mejor, que aquí nos gusta que la gente se moje con sus opiniones gaseosas… pero todas estas bonitas y ocurrentes chorradas serían la nada si los relatos correspondientes no fueran, por regla general, muy buenos, y algunos tremendos de verdad… que es lo que pasa con los de Francisco Tario.

Aparte los de La noche, aparecen en esta edición otros relatos, entre ellos siete de otra compilación de cuentos del pájaro mexicano éste: Una violeta de más, de los que, de nuevo, varios son de aúpa… con lo que acabamos buscando más cosas del tipo, intentona que resulta bastante decepcionante por lo difícil de llevarla a cabo, haced la prueba vosotros mismos, con lo que volvemos al tema de qué carajo pasa con estos del trust editorial, que los cuentos de Tario están mucho mejor, pero mucho mucho, que varios de los monumentales desaguisados que editan mil por mil veces al año los poseedores de la verdad encuadernada, incluidos los protagonizados por algunas obritas de intocables autores que pululan por estadísticas y listados de lo indispensable, y que resultan bochornosos… sin embargo, al gachó éste no lo edita ni el tato… y a mí no me entra en la cabeza…

Pero embadurnémonos y vayamos al grano: cuando acabé La noche me cogió la bicha y se me dio por hacer un experimento: a) habiéndolo leído hace muchos años, b) me puse de nuevo con Historias de cronopios y famas. c) La primera vez que lo leí, no lo entendí, pero me encantó. d) Ahora sigo sin entenderlo, pero me gustó muuucho menos… qué dolor, por qué lo habré hecho… Siendo cosas totalmente distintas, o quizá no tanto, La noche de Tario lo disfruté moito moito máis. Aunque antes de que me anatemicéis os aclaro que varios libros de Cortázar me gustaron hasta decir basta, espectaculares, una pasada… A lo mejor el experimento de comparar relatos, vaya tontería me diréis, y estamos de acuerdo, lo debí hacer con Bestiario, que aún no he leído. Mañana me lo agencio y hago la prueba…

Pero vuelvo al experimento a+b+c+d, que la primera vez que lo leí, aparte de no entenderlo y gustarme mucho, tuve la insuperable sensación de que JulioC había intentado algo y que ese algo le había salido de cabo a rabo en Historias de cronopios y famas. El otro día, acabado de nuevo el libro, aparte de no entenderlo y gustarme mucho menos que la primera vez, tuve la insuperable sensación de que JCortázar había intentado algo y que ese algo no le había salido ni por asomo… es más, es que creo que se quedó a leguas de distancia del lugar, meta o propósito que se había fijado… porque lo que me niego a imaginar es que osara fijarse como meta o propósito algo que no fuese genuinamente genial, sino bastante menos selecto… con lo que siendo el resultado ése, pues… aunque… es que además… y por si fuera poco. Veremos qué pasa con Bestiario


















domingo, 17 de junio de 2012

Corriendo tras William Gaddis

Asunto agotador. Poneros a imaginar, si sois capaces, que para mí es ciencia ficción, qué inhumanas sensaciones se pueden sentir y padecer intentando lo imposible, lo quimérico… pongamos un ejemplo: un maratón y a seguirle el ritmo a un etíope alado, ligero, elegante en su trote voraz. Y rápido, muy rápido el individuo. Pero tan rápido que, según me explican mis compañeiros, entrenando dos años y en buenas condiciones, no se aguanta el ritmo del etíope ligero y elegante ni durante los 400 metros finales del maratón de más de 42 kilómetros que se trae entre pecho y espalda el milagro éste en forma de atleta. De esto que él viene pateándose el carrerón métrico desde el comienzo o principio o salida, y nosotros saltamos a la pista en esos 400 metros finales, esprintando como quien dice para salvar la vida de un marejadón infernal que se desata a nuestra espalda, dándolo todito para que nos entendamos, y va el etíope que, aparte de ligero y elegante, es increíble lo que hace, y nos adelanta a lo mejor a los 100 metros de iniciado nuestro sprint… esto es lo que me explican a mí, y os digo que es una cosa que me deja estupefacto y me voy a youtube y busco a estrellas de esta ralea y me prosterno, que es lo que debemos hacer en casos como éste…

Hay escritores que debieron intentar lo del atletismo y la cosa no se les dio bien. Que se jodan, carajo. Y se quedaron con el gran complejo del ritmo infernal de estos corredores ligeros e inalcanzables y milagrosos… Entonces bosquejan su venganza de acomplejados… y se les da por esas otras carreras, no imposibles como las del etíope, pero sí difíciles de seguir, ahora por escrito. Y se equivocan, que a Gebresalassie, lo confirman los cronómetros y el buen gusto, además de ligero y elegante y sobrehumano y siempre sonriente, no hay dios que le siga el ritmo, que es imposible… así, a las bravas, que es como un marciano… sin embargo, inclusive al más acomplejado de estos escritores sí que se le puede seguir el ritmo, aunque sea denso y atragantado, que hay pastillas para eso. Y se puede hacer hasta cómodamente sentado en una butaca no más que con mucha paciencia y ganas de ponerse a ello y un poco de caradura… que no es lo mismo lo uno que lo otro, que no tiene nada que ver… que ya les gustaría correr así de bien y bonito y rapidísimo a estos escritores…

Cosas distintas, pues, la una imposible y la otra no… pero cosas que, siendo distintas, hasta ahí podíamos llegar, se asemejan en el subidón final tras el mareante esfuerzo de leerse el tochazo incomprensible… no digamos lo que debe ser correr el carrerón métrico – infernal a ritmo de acabar la carrera vivo y en pie, en vez de tumbado en la ambulancia, que ahí no te enteras de nada… Ése, el del carrerón, sí que debe ser un subidón de verdad… algo como cogerse la bici, esprintar toda la subida del Mortirolo o del Pan do Zarco y arriba, nada más llegar, aguantar la respiración tres minutos como hacía, dicen, Miguelón y luego decirle unas palabras de enamorado a vuestra chica mientras os da la sensación de que os estáis comiendo una buen bocadillo de calamares y tomándoos una clara de cerveza bien fresca… eso es escribir bien, y lo demás son coñas…

Pero volvamos al potro de tortura, que soy un acomplejado al que no se le da bien el atletismo, ya me gustaría, y entonces me desquito haciendo tonterías como leer libros a ritmo métrico de escritores que tampoco pudieron destacar en la pista de tartán o campo a través y se desquitan imprimiéndole un despendole incontrolable a sus páginas… Esto a veces no lo soporto, y otras sí que me gusta…

Ya os he comentado que esta estupidez de la que hablo es como si un ladrillo nos supiese, de tanto masticarlo y masticarlo y tras el consiguiente agotamiento protésico que luego induce segregaciones químicas que acaban en nuestro pobre cerebro de chorlito y que nos trastornan y dopan y alteran el entendimiento de manera sorprendente con lo que resulta ahora que el dolor ya no nos duele sino que nos gusta y entonces el ladrillo es como un sorbete de vainilla… cosa que supone que, a fin de cuentas, el libro, que era un verdadero coñazo, nos acabara gustando… aunque no siempre.

Darle entrada ahora a William Gaddis es como una putada que le hacemos al tipo porque en el fondo su ritmo, que tiene fama de ser muy como de corredor etíope, no es para tanto… Resulta que nos asustan mucho con un discurso catastrofista nuclear y luego nos topamos con que Mr. Gaddis no es Gebresalassie, aunque el libro que le sale es cosa seria y tremenda y acongojante de verdad... Gótico carpintero, salvo por el título, que creo que bate el record de lo que a mí me deja chafado y sin ganas ni de abrir el novelón, está quetecagas de bien y cuesta abajo... Os explico antes de que se dé la salida: El gachó escribe como con ganas de despistarnos y dejarnos atrás. Y te pones a esprintar detrás de él. Pero la carrera se alarga. Y sigues esprintando, ahora medio asfixiado que ya llevas un rato más largo del acostumbrado trotando por encima de tus posibilidades. Y consigues que no te dé esquinazo… Y entonces la cosa gusta más y más, que estamos corre que te corre pero sin perderlo de vista, lo que nos da más moral y hasta nos crecemos y nos quedamos encantados con nosotros mismos, pulsaciones, segundo aliento, pronador, Mizuno o Asics y demás parafernalia de cuarentón estresado o víctima del fitness. Y entonces se acaba la carrera… y también la novela. Ojo con este William Gaddis que la cosa da así como respeto, que este tipo sabía lo que se hacía… tremendo el pájaro, hay que ver cómo escribe.

La traca final que se merece una entrada de trescientas mil páginas, mañana me pongo, es el fantasmagórico espectro de realidad que rodea a Gótico carpintero. Entre el creacionismo, asunto onanista sin igual, más las tropelías de los ¿civilizadísimos? occidentales en pos del oro y demás minerales decantados a toneladas en África, qué escabechina garimpeira, más las elecciones a senador, por ejemplo, en cualquier estado del primer mundo, más los mass media y toda su bazofia de ¿información?, más otras cosas así como de pareja en crisis pero tan bien contadas que te dejan alucinado porque resultan más reales que las propias, más otras cosas que... a ver, que resulta que William es una pasada como corre de ligero y elegante y yo me pienso leer más ladrillos de él cuando acabe con el profesional que me está recomponiendo la dentadura tras esta primera carrera.

viernes, 15 de junio de 2012

Schmitt/Jünger/Otero Varela

Tenemos el gran monográfico casi terminado. ¿Quiénes?... no os lo digo. Vamos a encarar la fenomenal y obscena mentira colectiva. ¿Cuál?... eso sí que os lo aclaro, aunque sólo a medias: la de todos nosotros…

El otro día me topé con un cuerpo extraño e indefinible que me hipnotizó al momento… Este cuerpo extraño es una Fotografía que lo deja a uno con miedo hasta de colgarla en el blog, cosa que no hago, no vaya a ser que un señor muy serio y con ojos azules y con apellido nórdico se lo tome a mal y me cite en el Juzgado de lo Fatal

Pero vayamos por partes. El cuerpo extraño que no tengo narices para colgar por miedo a un indefinido nórdico que me metería en el Juzgado se publicó en el FAZ el día 17 de Marzo de 2007, bajo la estúpida interrogante de si merecía, o no, un monumento el gachó éste que nos tiene como con el paso cambiado y no sabemos muy bien qué hacer con él y con su librito galaico y fetiche que escribió acabada la 2ª Carnicería Mundial encerrado entre barrotes cuando hasta parecía que lo iban a ajusticiar… aunque al final nada de eso, faroles de vencedores cagapoquito, lo mismo que sucedió con el gabacho atroz, Louis Ferdinand, que menos mal que no lo hicieron, matarlo digo, lo que nos habríamos perdido... Estamos, pues, tirando de un carro sin bueyes al que se suben unos tipos que nos dejan la espalda molida y los miolos hechos un retortijón…

El librito galaico fetiche lo conocéis bien, que por aquí nos obsesiona: “Ex captivitate salus”, preciosa edición Santiaguesa que deberíais agenciaros antes de que valga un potosí… El personaje de dos cabezas que lo trasegó palabra por palabra entre el catre y la deshonra es conflictivo por definición: Herr Schmitt, de nombre: Carl. Con el monográfico terminado sabréis que lo hemos seguido desde las huertas de La Mahía hasta Casalonga, cerca de Santiago. Y que también nos hemos metido en su casa Compostelana, y que hemos organizado entrevistas con sus familiares, y que nos hemos acalorado aventurando desprecios y humillaciones, todo ello de manera algo melodramática, muy a nuestro pesar… pero no adelantemos más acontecimientos y volvamos a la foto que no cuelgo en el blog… porque lo que sí cuelgo es el esquemita de perfiles que se publicó acompañando al citado documento gráfico en el que sale, ojo al espasmo, el Gran Margarito… ahí quería yo llegar, Don Alfonso Otero Varela, qué espectáculo sin igual el suyo ante un atril, yerno del encarcelado Herr Schmitt, padre de sus nietos, hombre de su hija… y sale compartiendo pikenike fotográfico, aparte de con la flamígera familia al completo, con, tomaros el valium ahorita mismo no más, Ernst Jünger e ilustres y sesudos rectores de Heildelberg, Freiburg o Marburg, monumental empanada didáctico teutona que como uno se la tome en serio acaba con el más pintado organizando atrocidades de laboratorio, cruzando abejas con supositorios, o metido entre cuatro paredes acolchadas a cabezazo limpio con un discurso del estilo: a mí no me pasa nada, me dejen en paz que me apellido Bonaparte, ar!… qué panorama, meu.

Quién no entiende y se explica ahora esa rara avis inagotable e inclasificable que era Herr Otero Varela, de nombre Alfonso, de alias Margarito, ídolo genial e imprevisible ante su freguesía, podio o atril de por medio. Hay que verlo en la foto, esquinado, cabeza baja, pelo desembocado y hasta atrevido, negro macizo, como jurándosela a persoeiros y conflictos andantes como Ernst y Carl, que estos sí que vieron estallar neuronas y schrapnells tutiplén delante de sus narices sofocadas. Por suerte Herr Alfonso esquivó desastres, chifladuras y grandes teorías metafísicoimpepinables contagiado por esta parentela Suaba y Teutona, para deleitar, en cambio, con aquellas otras cosas que él decía, que eran como de otro mundo…

Vamos con los números impares de la foto que nos deja atónitos: 1) Carl Schmitt. 7) Ernst Jünger. 17) Alfonso Otero Varela. Todos trajeados. También con los líricos Otero Schmitt y viceversa, en los nº 2, 3 y 4. Pinchando AQUÍ (y acordaros del valium o las anfetas) vais a ver la Foto en una página que cuenta con autorización para colgarla, cosa que yo no tengo bemoles para hacer…

sábado, 9 de junio de 2012

Wolfe se merienda a Pollock &...


¿Se los merienda?… puntualicemos, se nos merienda, que no tanto a Pollock y demás compañeros aficionados a forrarse a base de estar en el sitio y el momento idóneos, fantástico negocio pluriempleado y consumista, sino que, más bien, se nos merienda a los fans críticos aduladores galeristas aficionados y demás marabunta enterada y a la última y sensible y culta y enfermizamente fashion…

También se merienda, que debía estar famento, a los endiosados creadores de casas inhabitables pero encumbrados a la gloria absoluta del arte con mayúsculas… de eso que Tom nos habla de toda la caterva de genios de la arquitectura que han hecho en toda su carrera una sola casa (inhabitable) y dos museos (estridentes, faraónicos, exagerados, así como muy paletos o provincianos o de nuevo rico los edificios museísticos estos) resultando de todo ello, y en resumidas cuentas, que TomWolfe nos cae bien, estemos o no de acuerdo con su punto de vista, porque tiene gracia contando lo que cuenta y dando la caña que da al canon de lo intocable, de lo sagrado, de lo subido a los altares de la pintura y la arquitectura del siglo XX.

Y hasta molesta a veces, que tampoco nos salvamos los snobs que creemos que no lo somos… como tampoco se salva el mismísimo Le Corbusier, visionario creador del subterfugio teórico cuya consecuencia básica y primaria es que vivamos en casas, digo diseños, invivibles e inhabitables… que empezó el Corbu con lo que empezó, y luego se le subieron a las barbas todos esos grandes pedantes arquitectos hasta nuestros días, que a lo mejor los de la Bauhaus eran genios, que tiene toda la pinta, que hay que ver las cosas y diseños y creaciones sin igual de estos alucinados a salto de mata entre Weimar, Dessau, Berlín y Chicago… pero en qué ha acabado el asunto es cuestión distinta y mucho más delicada… y así, incapaz de parar con la motosierra, Tom Wolfe se despacha a gusto y a sus anchas con todo lo que se mueve… hasta nuestro días…

Pero centrémonos, que me pierdo en aspavientos. Tom, hace  bastantes años, escribió La palabra pintada (el arte moderno alcanza su punto de fuga)¿Quién teme al Bauhaus feroz? (el arquitecto como mandarín)... y vio las cosas relativas a la pintura y la arquitectura con bastante y divertido acierto. Predijo, ojo clínico, que sería más importante la explicación teorizante del pedante artista de turno sobre su obra, ya sea un cuadro o un edificio, que la obra misma, de cuya calidad dudaba bastante. Y mirando en su bola de cristal nos avisó de que, en cuanto a la pintura, el formato museístico por el cual, al lado de un objeto grande, que vendría a ser el cuadro, tenemos un objeto pequeño, que sería la placa con los datos del mismo, a saber, autor, título, año y poco más, decíamos que predijo que este formato se cambiaría por el inverso según el cual el objeto grande sería ahora la inmensa sopa de letras o discurso estúpido empalagoso del artista/chorlito de turno sobre lo que pretendía crear, todo esto en imberbe destilación de conspicuas teorías como la del eterno retorno y el Gran Tres, aderezado el indigesto conjunto con las habituales pedanterías intelectualoides que os podéis imaginar, mejunje putrefacto con el que el chorlito/artista pretende disimular la mediocridad y vulgaridad del Objeto Pequeño que estará al lado, y que ahora no será la placa con los datos, sino la obrita pictórica mismamente… lo dicho, ojo clínico el de Mr. Wolfe… que el editor, no pudiéndose aguantar las ganas, nos ejemplifica de manera paradigmática con lo que ocurre ahora con la gastrotontería, digo gastronomía, en la que el descifrado, no digamos asimilación, de una carta de restaurante cualquiera requiere un cociente intelectual en el comensal de cuatro cifras, más un doctorado cum laude, prácticas en Berkeley, trescientas flexiones diarias y una perfecta dicción en seis idiomas, aparte la lengua vernácula… mientras que la ¿comida?...

De postre, para que tengáis la sensación de que os quiero vender la moto, resulta que cuando en Anagrama se les dio por publicarlo al Míster, tenían un punto con las portadas de sus libros que hay quien odia y hay quien admira… A Tom Wolfe como que le van que ni…





























sábado, 2 de junio de 2012

Woolf/Al faro... Las olas

En los tiempos ya pasados en que, como guiados por una fiebre destructora y revolucionaria, se cometieron tantas y tantas barbitúricas tropelías con las palabras en formato novela o libro en general, tonto el último, a ver, espera, que yo le arreo la trompada definitiva a la ortodoxia o al estándar literario que se decían los unos a los otros pluma en mano, el estado de cosas, con tintes de efervescencia incontrolada, debía dar bastante miedo a los ¿teóricos? del asunto… tanto que, los pobres, no las veían venir, ni las trompadas ni las ideas ni las burbujas…

A los que sí les venían las ideas era a otros, entre los que hay que ver aquello que dijo sobre Proust el fenómeno Ortega, a bote pronto y sin las estrecheces propias de los teóricos sesudos, recién acabada su lectura de la exageración quietista de En busca del tiempo perdido, como quien dice hablando de sus sensaciones, y va y nos suelta José lo de que el tema del Marcel era el recuerdo de las cosas, que no las cosas que se recuerdan… silencio, se rueda. Así de clarita, efectista y epidural la soltó José para aplacar los despendolados ánimos teorizantes y dogmatizadores de los estudiosos de la literatura que estaban dale que te pego a la cuestión de adónde nos llevan el Marcel y otros jamaos de las palabras, dale que te pego al qué es esto, al cómo, y al preparen las hogueras y demás farándula contrarreformista que nos tenemos que cargar a estos personajes y sus barbitúricas tropelías noveleras.

Pena no dedicarle otra telemetría epidural a la Mrs Woolf, que seguro habría sido para enmarcar… Virginia se sacó unas cosas por escrito que parecen como de chiste futurible, como la culminación de una gran tomadura de pelo, el final de una gran broma que luego te das cuenta de que es verdad… en serio, y no te lo puedes ni creer, que juras y perjuras que tiene que ser de nuevo otro chiste, que si no es como un milagro y eso sí que no es posible, pero viene y te lleva por delante de lo real que es y estás apañado… porque sí, lo que quieras, pero a ver quién no se la envaina cuando eso que era una gran broma futurista, venga cachondeo todos confiados por la imposibilidad de su concreción, se convierte en realidad cuando esta tipa se mete en su cuarto y se le da por barruntar sobre el tiempo, no en plan climatológico, aclaremos, que eso lo hace cualquiera, sino más a su arriesgada manera.

Aunque también hay que aclarar que sus maneras literarias pueden ser variadas. Que tiene una que, siendo muy buena y presentable en sociedad, nos la podemos imaginar y entender sin tener que recurrir a milagros y fenómenos indescifrables, llamémosla a ésta: manera convencional, que hasta tiene un punto de ridiculez afectada que podríamos detestar… y luego está esa otra manera inexplicable e inasumible y fuera de serie mediante la que lo imposible se nos echa encima de forma anfetamínica y palmaria y real, y nos deja sin respuestas ni argumentos ni nada salvo un estupor anestésico que nos absorbe… siempre, claro está, barrenando sobre el tiempo, que lo de Virginia más que fijación era obsesión…

Pasemos, entonces, a la toma de decisiones: los personajes a los que no les vale nada salvo las dosis extremas y radicales deben saltarse, o dejar para otro día más apropiado, Orlando, Entre actos, Flush, La señora Dalloway… que estando bien, que lo están, que algunas, no todas aviso, ya les gustaría haberlas firmado a varios de los intocables del escalafón, decíamos que estas novelas no son lo que son otras dos, porque hay dos que es que son de otro mundo… en el que si queremos nos podremos encerrar en el laboratorio con la insuperable e inexplicable Al faro… o la virguería en despilfarro bemol Las olas… con estas salidas de tono la rapaza suicida como que se debió sentir realizada, suponemos, que vaya cosas que se le dio por escribir y lo redondas y radicales y tridimensionales que le salieron…
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