domingo, 29 de julio de 2012

Los ríos profundos/ Arguedas

José María Arguedas, lo mismo que Onetti, se nos escapa de lo tremendo que es... No sé de dónde les vienen a estos tipos el tono y las maneras y el todo lo demás que es imposible de definir, que nos dirán los cursis que el eso indefinible es como una melodía o como un espasmo en el amanecer o como una débil luz amarilla o hasta como la brisa y la sal en la piel, que yo os claro que lo que pasa es que estos dos son unos geniecillos totales tocados por unas varitas mágicas que hacen que lo que les sale por escrito sea tan distinto y tan suyo y tan bueno y tanta congoja le da a uno cuando los lee que parece mentira que nos vengan hablando del boom hispano hasta en la sopa y a Arguedas ni nos lo mencionen… menos mal que a JCOnetti sí… aunque mucho menos que a otros que para qué mencionarlos

Y eso que José MaríaA como que se contuvo, o debió dudar, o pensar en los demás, o le dio por ahí, que vete tú a saber. Y el caso es que Los ríos profundos está muy bien, alucinante, una pasada... Pero es que podría haber estado no muy bien, sino insuperable, obra maestra intocable, a poco que Arguedas se hubiera dejado llevar por lo que tenía dentro, visto que debía ser un geniecillo, en vez de hacer ciertas concesiones al convencionalismo o a la ortodoxia de lo trillado, de esto que a lo mejor fue el editor que le dijo: coño Arguedas, eres bueno y distinto y personal y haces que la garganta se le quede como atorada con una castaña al más pintado y exigente lector, todo lo que tú quieras, que es verdad que pones los pelos de punta y los ojos vidriosos y el corazón en un puño y la mente la troquelas y sobre todo ese nudo en la garganta que se nos pone cuando leemos lo que escribes… pero los dineros y el emprendimiento mercantil los pongo yo y a lo mejor tanta calidad de golpe y a manos llenas no sería tan fácil de digerir y van y me arruinan porque el libro no me lo compra ni dios… lo de siempre, vamos.

Volviendo a la topografía tenemos que Los ríos profundos empiezan con 77 páginas escandalosas de verdad, apabullantes, una cosa tan impresionante que lo deja a uno buscando a Arguedas en la lista de los mejores escritores del mundo mundial… y luego sigue muy bien, con varios ramalazos llenos de formulitas euclidianas de la congoja, ésas que tanto nos impresionan cuando nos las topamos entre las frases de estos geniecillos, que parece que estos tipos, Arguedas u Onetti, han vivido y sentido y desamado y se han dado batacazos por toda la humanidad junta, y aparte de haberlo hecho, pensad lo que puede ser eso, lo saben decir y contar mejor que nadie, que eso se les nota aún cuando dan la hora o dicen gracias… luego, hacia el final del libro, Arguedas debió cansarse de las cortapisas y chorradas del editor y volvió a dejarse llevar, y venga a soltar lo que llevaba dentro sin recato alguno, inspirado y emocionante, frase tras frase, lo que el cursi de antes definiría como lírico, aunque llamar cursilada a esto último y no a lo demás que os cuento yo es un buen atrevimiento por mi parte…

Resulta, también, que Jose María se pegó un tiro en el año 1969, así, para que nos vayamos haciendo cargo de que estamos hablando de cosas de verdad... Cuando se enteró del aciago acontecimiento, pues apuntó bien Arguedas, nada de amagos, Juan Carlos parece ser que lloró un rato amargo… Tales circunstancias las cuentan en un programa sobre Onetti que circula por La 2. Lo dice Eduardo Galeano, y hasta contándolo se le vuelve la castaña a la garganta a éste también, y se le entrecorta el discurso, que el nudo le aprieta mucho, que es que leyendo a Arguedas, o recordándolo, la cosa no es broma… Si no os lo creéis, pinchad aquí el documental que os digo e iros a 01:02:45 para ver qué es eso del nudo en la garganta que se le queda al Galeano contando lo de Arguedas y Onetti... ojito.  Para ya me voy a agenciar El zorro de arriba y el zorro de abajo que me da a mí que debe ser mucho artilugio…


























viernes, 13 de julio de 2012

Un día en la vida de... ¿cualquiera?

Empecé el libro famosísimo de Alexandr con la idea de que se me iban a retorcer los tuétanos con las majaderías y sinsentidos institucionalizados como norma jurídica de obligado acatamiento por uno cualquiera de los totalitarismos tutiplén que campaban a sus anchas por Europa adelante hace ya bastantes años…

De otros libros, algunos tremendos, sobre el asunto de que un preso se ponga a redactar la cosa que está viviendo tengo clara una cuestión. Poco me interesa el rollo, más bien aburrido, del día a día. Que leído uno, leídos casi todos, que las prisiones y las salvajadas anexas son cosa similar en casi todos los idiomas conocidos y, salvo que el autor sea un elegido, que los hay, que no me canso de pensar en Louis Ferdinand, que cómo contaba este pájaro el asunto carcelario, o Genet o…, pues que salvo las buenas artes de algunos fenómenos de escritores bestiales puestos a contar el asunto, en el resto de supuestos tenemos que, sin estos sobresaltos de estilo y puntos de vista algo estrafalarios, la cosa pierde bastante…

Lo que sin embargo me entretiene hasta la ofuscación es el conjunto de aberraciones e injusticias y atropellos y cosas totalmente imposibles de creer que llevaron a algunos de estos encarcelados, víctimas del totalitarismo, a la cárcel… desde el tamaño de la nariz, el cociente intelectual, una opinión, la falta de la misma, el pogromo o la razzia, la revolución o la contrarrevolución, la arbitrariedad o la contraarbitrariedad administrativa, y un largo etcétera de filiaciones metakafkianas que hasta había un código penal europeo que, allí por los años cincuenta, tipificaba como grave delito “expresar” ciertas opiniones, también “pensarlas” aunque no se exteriorizasen, e inclusive, y esto es de cum laude, “tener la apariencia” de que se pudiera llegar, en el futuro, a pensar o expresar esas ideas que se pretendía evitar por parte del poder... lo cual es una auténtica virguería de profilaxis totalitario – administrativa.

El caso es que Alexandr, en vez de abrumarnos con los impensables y escandalosos motivos por los cuales se acababa en la trena, o asustarnos con las desproporcionadas penas de decenas de años de prisión que le caían a cualquier viandante, cuestiones que habrá gente a la que le trae sin cuidado pero que a mí me entretienen, nos cuenta en estilo más bien plano aséptico un aburrido día en la vida del preso Iván. Y nada de los motivos, si es que los había, y demás tropelía que lo llevaron al calabozo… Entonces, vale que hay frío, cierto hacinamiento, algo de picaresca y compañerismo, trabajos forzados, rancho exiguo y…, pero, en el fondo, nada nuevo para quien está metido en chirona. No digamos si lo comparamos con ciertos relatos del Lager que ponen los pelos de punta, comparado con los cuales lo de Iván Denísovich está más cerca de parecer un campamento de verano…  y estoy seguro de que no lo era, con lo que no sé qué pasa con el libro éste que se nos queda como fofo y hasta ridículo… por no pensar lo que deben ser estas cárceles de Centroamérica  recontra masificadas… y es que tomando como punto de referencia el día en la vida de Iván que nos cuenta el autor, exagerando un poco se le podría decir al susodicho Iván que no se queje, carajo… cosa que, quejarse, hemos de reconocer que tampoco lo hace, con lo que volvemos a lo de que el libro éste es que no lo entendemos del todo, aparte de que es aburrido, y plano… y bastante bluff… y me creo que para algunos pueda ser una exaltación del ¿humanitarismo? imperante en el Gulag y para otros una ¿inteligente y mordaz? crítica del mismo Gulag, que de todo se puede argumentar con un libro que supuestamente habla de una cosa sin mencionarla… valoraciones éstas que no impiden que, para unos y otros y al margen de apestosos trasfondos de condicionamiento político que obran el milagro de que nos guste lo que no nos gusta, la novela sea aburrida – fofa hasta cogerle inquina al tobaris Alexandr…

viernes, 6 de julio de 2012

Viajes de un antipático... Parreño

José María Parreño da la sensación de que se va de viaje con ganas de no hacerlo, aunque habría que aclarar el concepto, que es que da la sensación de que se muere de ganas de irse de viaje pero como a él le debe gustar, intuimos, que es diciendo que no le apetece, una cosa más bien esquizoide, pero de baja intensidad, nada de grandes procesos internos y torturadores, sino una esquizofrenia de medio pelo, o pacotilla, a ver, un ¿engreído? que dirían otros… de esto que algo te apetece mucho, pero más te apetece que parezca que no te apetece, a ver, que te rueguen por las cosas… cosa que dicha toda de golpe no pasa de ser una estupidez por mi parte, que nada sé de cómo le gusta lo del viajar al autor.

Fruto de irse de viaje con ganas de hacerlo pero sin tener ganas de hacerlo, y viceversa, le salió un libro que me acabo de leer: Viajes de un antipático. Me lo encontré el otro día por casualidad. Editado en la misma colección que un artefacto conglomerado de genialidades de Pe Cas Cor, autor del que no me atrevo a decir nada, salvo que es un fuera de serie, que si no me avisa un Preclaro compinche y me lo recomienda yo no me entero de su existencia y me estaría perdiendo algo de lo mejor que he leído en mi actual y futuras vidas, un tipo del que puedes soltar animaladas del estilo que era un genio y quedarte más ancho que un tonel…

Tenemos que el libro de Parreño está editado de tal manera y formato y características estéticas del objeto, que uno mismo, aparte comprárselo, siente que también pudiera darse el caso de que compartiera con el libro del genio que me recomendaron algo más que la apariencia externa, a saber: un contenido deslumbrante, qué deslumbrante, insuperable… pero no es el caso. Viajes de un antipático me gustó bien, pero no tiene nada que ver con las cosas que le salían al otro tipo de quien hablamos… De esto que si Parreño fuera un hacha del merchandising se habría negado a que su fenomenal Viajes de un antipático compartiera colección con los Cuadernos  amarillo, rojo, verde y azul de PeCasCor… Porque lo vemos en la estantería y el libro de José MaríaP nos recuerda al otro y entonces eso que dicen de que las comparaciones son odiosas se nos viene encima y nos chafa un poco bastante el libro de viajes de Parreño que, estando muy bien, no es lo del otro libro, que se situaría fuera de concurso y también de la Vía Láctea… aunque ojo, que podría ser, hablamos ahora de otra posibilidad, que la simple inclusión de su libro junto al del genio, en la misma colección de Árdora, colmase a Parreño de laureles y vanidades, que esto también es verosímil, que no hay duda de que es un tipo con gusto y seguro que aprecia a PCC…

A Parreño lo de la comparación le sale mejor con otro librazo, fijaros lo que os digo, que por aquí nos encanta: "Un bárbaro en Asia", de Henri Michaux. Es que el uno recuerda al otro, a pesar de la porrada de años entre ambos y de muchas otras irrelevancias y majaderías… y vaya dos librajos que tenemos… En Viajes de un antipático algunas de las cosas que nos cuenta son, de verdad, divertidas y estrafalarias y ocurrentes y más bien frescas y hasta resentidas y lloronas y poco admirativas, aunque algunas también esto último, y chispeantes y me gustaron de veras… y lo mejor es que a Parreño le salen de vez en cuando tremendas andanadas solido gaseosas como el embargante asunto de si es posible pensar un “hachazo en la frente”, en la propia, entiendo yo, cuestión que a mí me capta como adepto incondicional del tipo… Que justo antes de lo de pensarse el hachazo nos explica José María que “la verdad, si es que existe, está del otro lado…” subterfugios que lo dejan al lector como con ganas de festejar el descubrimiento… para lo cual me voy a hacer con los servicios, si puedo, de la cosa siguiente: Cuentos de sombras… que ya a la portada que tiene le estoy dando el sobresaliente…

martes, 3 de julio de 2012

En qué piensa Haruki cuando corre...

Tengo tres buenos amigos que, cada uno en su línea, se dedican a eso de correr… Con cualquiera de ellos he pasado inmejorables horas hablando del asunto éste del correr al que Murakami le dedica un libro, algo así como un diario del escritor japonés… A poco que nos dejemos ir, lo de patear a diario da para mucho que comentar, y es que en dicho trote se dan cita, aparte esfuerzos, sudores y estiramientos, pues manías de todo tipo, tendencias cronometradoras, alimentos optimizadores del rendimiento, potingues mágicos, compañerismo, tipos de pisada, obsesiones por el colesterol o el bisniki, euforias, decepciones, lesiones  y un largo etcétera de cuestiones de acuciante perentoriedad para quien se halla inmerso en el asunto… esto que dicen que el correr, engancha… pues eso.

Y entonces, acostumbrado a que el correr dé para mucho, resulta que va uno todo ilusionado y se coge el libro del afamado escritor de turno, individuo del que hasta éste no había leído ningún libro… Haruki se cansa más si corre cien kilómetros que si corre diez. También se abriga si hace frio y se quita la camiseta si hace mucho calor. Prefiere una marca de zapatillas a la otra. Adelgaza cuando entrena a diario y, a veces, le da pereza salir a patear cuando llueve, no le gusta hacerlo por una carretera llena de coches y prefiere un parque o un sendero por la costa, bebe cuando tiene sed, o, incluso sin tenerla, lo hace para hidratarse, a ver, que en el fondo de una prospección psicológica sin fondo Haruki nos desvela que corre con las piernas, dos en total… Resultado de todo ello es que Haruki no nos cuenta en su libro nada que no nos pudiera contar un chaval de parvulitos no muy locuaz después de su primera clase de gimnasia… Haruki ni tiene gracia, ni es enjundioso, ni agudo, ni sutil, ni raro, ni nada de nada salvo un tipo ramplón y tedioso cuando escribe sobre correr… es que tiene que haberlo hecho obligado por el editor, lo de escribir el libro digo, rosmando, sin ganas ni una idea clara de qué carajo hacer, cosa que tampoco lo disculpa, que hay libros a montones que, escritos en esa tesitura por sus autores, son la gloria pura… Haruki, Haruki, por favor.

Con lo de los diarios hemos batallado varias veces, que cuando están bien, son una pasada, y cuando no, pues son un coñazo… bajeza de análisis ésta que bien podría parecer una sesuda reflexión de Murakami… Para salir de dudas sobre el autor, voy a enterarme de cuál de sus novelas pasa por ser su “tour de force”, chorrada políglota que dejo caer así como quien no quiere la cosa pero básicamente porque en castellano se me hace prácticamente imposible decir que Haruki pueda haber escrito una obra rotunda, no digamos genial o maestra, que a lo mejor sí, que ya veremos, que para eso me pienso leer una novela del personaje, pero es que lo dudo muy seriamente, y ya veis que empiezo con cierto prejuicio, pero es que de eso nada, leeros el libro que le dedica a lo de correr y hablamos…

Y vuelvo a las conversaciones con mis compañeiros atletas aficionados pero que no veáis como corren los tipos, alucinante, qué desparpajo… les voy a preguntar por ciertas cuestiones que el ramplón de Haruki trata en su soporífero diario de corredor para oír sus respuestas… hasta ahora sabemos, os lo digo yo, que la pregunta que se hace Haruki: de qué hablo cuando hablo de correr tiene una decepcionante respuesta, y es que Haruki no habla de nada… veremos de qué hablan ellos cuando hablan de correr… como mínimo, de muchas cosas

Por cierto, también pienso probar con el libro de Echenoz, que algo me han comentado de él…



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