lunes, 27 de junio de 2016

Löwith/Alemania 1933... de nuevo en Todtnauberg.

Está lo de dedicarse a destripar, siempre teóricamente, el interesante momento que va de la detonación hasta la gran explosión o deflagración… cuestión centesimal que, traducida, después, por iluminados, asambleas y transeúntes varios, se concreta en el mismo momento que va de la pura teoría a la pura carnicería... esta segunda, por desgracia, muy real… y maloliente, todo junto.

Luego, pasadas la carnicería, el pestazo y enterrados los restos, terrible manifestación práctica de, entre otras cosas, las teorías del momento, a los creadores de estas teorías del momento se les queda cara de espanto y susto… o de escritor genial y rector de universidad… o de todas estas cosas a la vez. Qué lío… como el momento que va del dicho al hecho, del manual a la práctica. Luego ya es después. Y según el caso, tarde.

Bueno… con abominaciones y dudas semejantes se ve uno deambulando, de nuevo, por la Selva Negra… rumbo a la cabaña de la lumbrera máxima… descubridor de momentos… varios milimétricos y algunos con consecuencias en los manuales de historia.

Karl Löwith paseó los mismos momentos y pensó los mismos lugares que M.… y le dolían cada vez más a medida que pasaban esas cosas que pasaron en las inmediaciones de 1933. Alrededor de la cabaña de Todtnauberg sacó alguna foto… y habrá tomado algunas notas de admiración… y otras de abandono y cerrazón, conversando con Herr Martin. Lo mismo que Paul Celan, que rindió ¿incomprensible? visita al lugar y a su dueño pasada la 2ªGM.

En Mi vida en Alemania antes y después de 1933. Un testimonio, de Karl Löwith, aparecen las fotos de la cabaña, de su maestro Martin Heidegger, de Edmund Husserl, maestro del propio MartinHHerr Löwith se abre las tripas, se disecciona vivo en comentarios impagables… y nos lo cuenta todo, con pelos y señales de cruce, curva peligrosa y firme resbaladizo. Para que se sepa, o para desahogarse, o para ganar un concurso de ya os lo había dicho yo… El caso es que Karl Löwith ya lo había dicho, antes de los redobles de tambor que, años después, abrieron, entre cañonazos y alambradas, orejas y ojos por doquier.
El círculo viscoso, el encontronazo, la jugarreta, lo que haya sido que pasó entre Husserl y Heidegger pero que parece que fue poco edificante, tal y como generalmente se nos presenta… pues de todo ello nos habla y cuenta Löwith… al que no se le escapó ningún detalle, allí en Freiburg él también… dejadle que se explaye.

El librajo es mantecoso y refrescante, lo mismo baja solo que necesita algo de ayuda… te das un atracón difícil de explicar, y más, aún, de entender: mitad metafísica, mitad cotilleo con nombres y apellidos de lumbreras tedescas, todo presentado a discreción, por orden cronológico, por orden alfabético, por orden. La cabaña en la montaña fotografiada en blanco y negro, lo mismo que Edmund y Martin cara a cara.
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