martes, 8 de mayo de 2012

El poeta asesinado

De esta sí que suelto algo sobre Guillaume… voy a aprovechar la circunstancia puntual de haberme tragado hace nada El poeta asesinado, libro que me encontré en la lindísima edición de Sirmio/La nueva caja negra, con su prólogo ramoniano de la serna y demás decorado…

Porque con El poeta asesinado la dentellada está autorizada, que se le engancha toda la mismísima yugular y se puede quedar el autor como empaquetado dentro de una de esas trincheras centroeuropeas que tan bien conoció, disque… porque el caso es que con los Caligramas yo ni me atrevo a decir esta boca es mía, que son tan suyos y algunos tan bonitos y en general tan como frescos y vistosos y aquí estoy yo con mi arte que diría Guillaume cuando los paría que os digo que mejor nos estamos calladitos que en boca cerrada no entran… siendo eso mismo lo que me pasa con las obscenidades y procacidades y violencias y desahogos y maltratos y mujeres objeto y humillaciones y empalamientos y sadismos y aberraciones y demás surtido infinito de arbitrariedades sexuales que nos presenta Guillaume a bocajarro en, por ejemplo, Las once mil vergas o Las hazañas de un joven Don Juan, que os digo que tampoco me decido al comentario… que ni se me ocurre por dónde empezar, que habría que apartar tanta lujuria y visceralidades y sabanas enrolladas y como que abstraerse, también, de ese olor a humanidad sudorosa y reconcentrada en habitación cerrada, que yo paso…

Y entonces, supongo que en un despiste, Apollinaire se deja trincar, o embestir, que los hay muy bestias, porque El poeta asesinado podría uno atreverse a decir que es cuestión menor, lo que ahora gentes aún más pedantes que nosotros dicen obra alimenticia… pero cuidado, leed con detenimiento el artefacto, que tampoco es así de fácil la cosa, o sí, a saber… Lo que sí os digo es que debéis leer una edición en que acompañe al relato principal del poeta asesinado todo el conjunto de relatos más cortos que se publicaron inicialmente con él. Y os lo digo porque hay ediciones que os ratean estos otros relatos más cortos, y como que formando una unidad múltiple, cosa que no sabemos qué es, en el fondo resultan necesarios e indispensables para enterarse de con quién estamos tratando, por no decir que así lo concibió el autor… porque lo mejor que tiene El poeta asesinado es el espectacular y excepcional colofón que Guillaume se sacó de la manga, supongo que ya heridísimo en la cabeza tras sus avatares durante la Gran Guerra y pensando en plan broche de oro. Gloria pura, pues… de esto que llega uno al último relato, presto para meterle el chante en la carótida al autor, y se topa con la joya suprema que sería ese último relato, compendio y desenlace del resto del libro: Caso del sargento enmascarado, es decir, el poeta resucitado, que es una cosa por escrito tan buena y bonita y llena de tanta congoja que, cerrado el libro y tras entonar La marsellesa por unos instantes, te quedas relamiéndote de tu estupidez y pensándote tu ignota soberbia de hace un rato con eso de que le ibas a pegar un mordisco al fenómeno apolíneo este, nacionalizado gabacho y heridísimo en su cabeza en 1916 mientras paría semejante fin/broche de oro por escrito a su poeta asesinado. Allons...


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