miércoles, 21 de noviembre de 2007

Dionisio Ridruejo

Hace unos años en la Dos de TVE dieron unos documentales sobre escritores. En varios de ellos el autor era el protagonista, en primera persona, de un viaje por sus recuerdos y los lugares asociados a estos. En su compañía visitábamos la casa donde habían nacido y con ellos seguíamos por el catálogo de acciones, sensaciones y lugares que los habían hecho como personas. Recuerdo dos en particular: el de Bryce Echenique, porque fue estupendo y el de una tal Luisa Castro (creo recordar) porque fue una verdadera patraña, y no por culpa del realizador o guionista, si no por la poca categoría o capacidad de la protagonista. Hubo otros, sin embargo, a la antigua usanza, nada de viajes guiados por el autor, con lo que de coñazo y pedantoide tuvieron varios, llenos de alusiones ininteligibles, e insufribles recitados de pasajes de sus obras, encontrándonos en cambio, con programas de una hora de duración, apasionantes, llenos de referencias interesantes, imágenes de archivos y en general muy bien conseguidos. Estos fueron los menos, pero también los mejores. Habiendo fallecido el autor elegido, el recorrido vital en primera persona se hacía imposible. Qué suerte. El de Juan Ramón Jiménez fue espectacular. También el de Manuel Altolaguirre. La palma se la llevó el de un tal Dionisio Ridruejo, del que yo hasta esa fecha poco sabía, (tan solo que era un poeta y que había participado en la guerra civil) y con el que desde ese día me quedé flipado. Y eso sin haber leído ni un solo libro de él. El primero lo estoy leyendo estos días. Pero es lo de menos, porque este individuo lo que tiene es un “itinerario vital”, por decirlo en plan repelente, que es para quitarse el sombrero. Y unas narices que harían agachar la mirada al cien por cien de nuestros dirigentes, presentes y pasados, todos tan henchidos de pecho y tan melosos en su egocentrismo.

Pero empecemos por el principio. A los pocos minutos de iniciado el documental, aparecen unas imágenes en las que Jorge Semprún, a la sazón escritor, Ex Ministro de Cultura y destacado miembro del partido comunista durante la dictadura, lee en un acto, supongo que en memoria de Ridruejo, unos párrafos de una mítica carta de nuestro protagonista. Varias frases son antológicas. Por cuatro motivos: por lo bien escritas que están, por quien es el destinatario, por quien es el remitente y por el contexto en que están escritas. Tras leer una de estas frases, Semprún se quita las gafas, mira al público con complicidad y se deja llevar por un improvisado y sincero reconocimiento ante el agasajado ausente. La frase que deleita al presentador se me quedó grabada: “Todo parece indicar (V.E.) que el Régimen se hunde como empresa aunque se sostenga como tinglado”. El remitente es nuestro amigo Dionisio, quien desde el año 1935, durante la guerra civil y hasta el año 1941 ocupa distintos cargos en la Falange. Desde simple mindundi hasta director de propaganda (Qué medo). Nacido en 1912, el torbellino lo coge en una edad de ímpetu, músculo y necesidad de acción. Pero muy pronto reacciona, fiel a un idealismo que, aunque inicialmente le había llevado a confundir las verdaderas intenciones de sus sibilinos compañeros de bando, le dio el coraje suficiente para denunciar, a las primeras de cambio, las tropelías llevadas a cabo. Renunciando con ello, una vez que el final de la guerra se intuía, a las comodidades que para él y los suyos habría supuesto el acostumbrarse a mirar a otro lado, transigir cínicamente, como tantos otros, con la injusticia más palmaria, cargarse de medias verdades y razones y vivir “honorablemente” como un “menistro”. Lo suyo tuvo mérito, no hay duda. Es de los primeros en alzar la voz contra el desmán. De los primeros en hablar de una salida negociada a una guerra que en principio él creía iba a durar tan solo semanas. Pronto aparecen el ostracismo, el vacío, luego un vía crucis en el frente ruso del que llega pesando 35 kilos y medio muerto. A estas alturas ya no se calla nada. Le espeta verdades como puños a la plana mayor del bando nacional. Confinamiento durante años, censura, exilio, varios intentos de que sufriese algún “accidente”, la cárcel. Referente absoluto. Lo más triste de la biografía de Dionisio es una fatalidad histórica de estas que parecen una mala pasada del destino. El pobre va y muere cuatro meses antes del final de la dictadura. Viendo el documental, os aseguro que daba rabia, pero eche o que hai.

Siguiendo con la carta, os podréis imaginar que el destinatario (Vuestra Excelencia) era Franco. Las verdades como puños ya se las había dicho “in pectore”, tras lo cual nuestro héroe pronto fue descabalgado. Empezando su confinamiento le envió la misiva de que estamos hablando. Era Junio de 1942, y por aquel entonces él ya era un paria y el otro se llenaba hasta los carrillos de poder absoluto y personalista, y montaba su “tinglado”.

“Casi unas memorias” resulta un libro apasionante e interesantísimo. Básicamente se divide en “memorias de guerra y posguerra” y en sus “memorias literarias”. No tienen desperdicio. Ni las unas ni las otras. En su corto periplo falangista este individuo estuvo reunido con los mandamases del Reich y del Populus, incluidos el führer y el Duce. Estuvo en primera línea en la guerra civil y en la segunda guerra mundial. Todo esto sin cumplir los treinta. Formó parte del “gueto interior” junto con Laín Entralgo, Antonio Tovar, Vivanco, etc., siendo él sin duda y a mucha distancia del resto, siempre más acomodados, el más valiente y comprometido de todos. Compañero iniciático de Torrente y Rosales, fue luego el ejemplo a seguir para los grupos que desde dentro intentaron hacer algo. Entre éstos, apoyó las revueltas estudiantiles dirigidas por Múgica, Dragó y otros, y por ello volvió a prisión… Vamos, una persona en condiciones. Como os decía antes, de su obra como escritor no conozco nada, aparte de estas memorias. Y poco importa. Lo que sí sé es que publicó dos tomos sobre Castilla La Vieja realmente antológicos por lo cuidado de su edición y por la cantidad y calidad de las fotografías que los adornan. Detrás de ellos me tenéis, pero, por desgracia, además de muy difíciles de encontrar, ya no digamos en buen estado, los precios son prohibitivos. Paciencia.

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