miércoles, 26 de enero de 2011

Elizondo/Farabeuf



Ya van tres veces que me encuentro con la aberración máxima. Terrible. Eso se avisa antes, que deja a uno quemado. A mí nadie me avisó, carajo. Y yo voy ahora y también me aberraciono, rencoroso, y os cuento lo de la aberración máxima para que vosotros, si queréis, qué suerte, os avisan antes, os quedéis hechos polvo a gusto, pero con conocimiento previo de la existencia del peligro.

La primera patada a media altura, días sin ordenar el sueño, me la dio George Bataille. Ya os he hablado de él. Sí, sí, muy sacrosanto en Francia, mucho erotismo y erudición, pero qué morro el tío: Las lágrimas de Eros, interesante señuelo. Bonita edición, plena de imaginería e iconografía, docto recorrido por la historia de las peripecias lúbricas humanas, y por la manera de representarlas mediante las artes plásticas. Las teorías de Georges, qué geta, poco serias, poco estrafalarias, poco distintas, poco de todo, salvo coñazo, que de eso mucho. Y debió pensar el sujeto, ay sí, os aburrís, os vais a enterar. En la tercera parte del libro, presentada como A modo de conclusión, nos acosa de manera infame con la animalada mayor, disimulada entre otras animaladas menores. Dividida esta parte, a su vez, en otros tres capítulos o epígrafes, es en el tercero de ellos donde, sin avisar, no hay derecho, aparecen las fotos que a principios del S. XX alguien tomó in situ, durante la realización de la aberración máxima. Horroroso, inimaginable. Pasé la página tan tranquilo y fue inevitable ver la primera imagen del reportaje fotográfico que, aquel lejano día, alguien tuvo el estómago de hacer. Sólo vi esa primera, pero fue suficiente para espantar.

Me quedé con la idea de que todos muy listos, sin duda, pero que, en Francia, en pequeños círculos de artistas, endiosados o muertos de hambre, todos intocables y afamados, circulaba el horrible/aberrante reportaje como quien reparte un afrodisíaco de ultima generación, condición que, en más de uno de los miembros de la pandilla, desempeñaban tales clichés, vaya enfermo el gachó…

Después más. Uno lee tan tranquilo Rayuela y, en medio del capítulo 14, se encuentra con lo mismo. Ahora nada de evidencias visuales ni de escabrosas descripciones, sólo alusión velada al asunto, a la existencia de esas fotos. No conociéndolas, ni te enterás, conociéndolas, pelotudo, atorrante, andate a joder a otro. Vuelta el recuerdo aberrado. Y otra vez el sueño desordenado.

Con ganas hace tiempo de leer algo de Salvador Elizondo, mexicano atroz, cayó en mis inocentes manos Farabeuf, o la crónica de un instante. Guau. El libro está muy bien, moito, moito. Tremendo de verdad. Está tan bien que fui capaz de digerir que el fabulado protagonista, Doctor Farabeuf, autor de un importante manual quirúrgico, fuese, no hay dos sin tres, el hombre sin estómago capaz de fotografiar la aberración máxima mientras ésta transcurría o era llevada a cabo en corrillo público. En la edición que tengo, para rematarla, morbosidad fecunda, nos asustan con una de las terribles fotografías, aunque lo suficientemente mal editada, borrosa y oscura, para no enterarse ni de la mitad. Aún así acojona. Publicarla, ¿fue cosa del editor o de Salvador? Seguro que del primero... En los años 50 y 60 se debió mover nuestro Elizondo, también él buscando o compartiendo el artilugio aberrante, o escapando del mismo, por los estrellados círculos cerrados parisinos. Ya os he dicho que algunos de los participantes en el asunto de marras, llamémoslo: pásame de una vez las fotitos chungas, recurrían a ellas como ungüento libido potenciador de sus apetencias más inconfesables. El tipo de patología que se tiene que gastar alguien para, en vez de desmayarse, ponerse a tono viendo la aberración máxima, me tiene incrustada la nariz en el tomazo de Taras, filias y fobias: todos a la cárcel editado por no sé qué reprimido, busca que te busca entre el maremagnum de información que atesora. Y es que hay que estar muy mal para ponerse con según qué aberraciones máximas. Si, a pesar de estar avisados, se os da por buscar la aberración máxima, daros un descanso, pensad en otra cosa y pasad de truculencias.

viernes, 21 de enero de 2011

Wrestling Verbal (de moqueta)


Tengo el cuerpor que me pide desahogo. El espectáculo de Wrestling verbal de las tremebundas tertulias tdt (la hora del Bobo) llegó el otro día a unas cotas de esperpento absoluto y delicioso. Arte abstracto total, cero contenido, espuma fétida. Estaban de duelo, eran plañideras, estaban compungidos, olían a cirio quemado, vomitaban chorros de dolor fuera de cámara: una cadena dedicada las 24 h/día 365 días/año a la ¿información?, qué desproporción, por dios, echó el cierre. Amén. Llanto sonoro, empalagoso y repulsivo de compañeros de gremio, todos dejando bien claro que, independientemente de rivalidades de ¿opinión?, serás facha, serás rojo, aquel era el día más triste desde la vuelta a la democracia. Ni Góngora llegó a tal sumun rococó en el comentario. Espatarrado me quedé. La catarsis de mierda, paradigma del mundo sin valores en el que vivimos según estos idiotas (tertulianos, directores de periódicos/cadenas de TV y demás violentados participantes en el Wrestling de moqueta, venga diputados, venga directores generales, venga intelectuales, venga broza político pedigüeña), la representa la ignominia mayor, a saber, que la insufrible cadena de noticias 24 h/365 días ha sido sustituida por un programa de telerealidad 24 h/día, que tampoco es mala marca, de acuerdo, pero ojo:

Los pedantes y altisonantes plañideros profesionales del mundo tertuliano tdt/prensa en general, osan tildar, a grito pelado ellos tan finos, de telebasura a sus competidores de la telerealidad 24 h. Y se quedan tan chiribitas en los ojos. Justifican semejante salida de tono, vanidosa y presumida, en que, según su hipertrofia egocéntrica, ellos son creadores/ opinadores/ promueven la sana critica/ educan, mientras que los otros hacen sólo basura sin ningún valor. Pues de eso, nada.

Sí, sí, tenemos claro que la porquería mayor es la de esos opinadores profesionales de estupideces, omni-conniventes con el politicastro y con la impulsiva venta de periódicos que, básicamente, se dedican a compendiar la estupidez de ese mundillo endogámico... Esa es la bazofia de verdad. La de los jactanciosos y enchufados al poder político/mediático que tanto detestamos. Siendo la telerealidad muchas veces insoportable, sin duda, lo que la salva es su falta de ínfulas. Pretendiendo entretener y distraer, con mejor o peor gusto, con mejores o peores artes, es lo que hace. Nada más, y se ve o no se ve, a escondidas o sin tapujos. Quien se entretiene, bien, y quien se aburre, cambia e igual de bien. Moralina más bien poca, no como los otros estupendos.

Sería interminable volver sobre lo que ya se ha soltado sin mesura en el diarioprueba. Cualquiera sabe que políticos y prensa, las dos grandes lacras que sufrimos, son una unidad, indivisible, que se retroalimenta. Sin prensa no hay el diario machaque de mensaje estúpido - político. Sin esa desproporcionada y postiza presencia del mensaje estúpido - político, alienante y artificial, uno cae rápidamente en la cuenta de que su importancia es mucho menor de la que se pretende. Sin la polarización que los políticos representan a diario vía prensa, partiéndose el culo de la risa, mentecatos estos votantes, como tragan con el cuento, qué ignorantes, el azul es verde y el verde es azul, y mañana al revés, representación teatral indispensable para mantenerse en la cresta, pues el acuerdo, la desaparición de los bandos o tribus o sectas, implica su desaparición como clase dirigente (tiempo al tiempo), sin toda esta esperpéntica teatralidad, radiada y televisada a diario, dirigida a excitar nuestros filamentos más arcaicos de pertenencia a la tribu/secta/bando, enfrentada al rival/enemigo/demonio, con su implícita liturgia del vota/comulga, que tu opinión cuenta, todos somos protagonistas, decidimos, elegimos, que me da la risa, por favor, para ya, uno va y no se compra el periódico, ni pone la puta tertulia, ni se cree las chorradas mix de nuestros caciquillos S.XXI, ni justifica su mantenimiento como extemporánea y archiprivilegiada clase dirigente.

En la prensa política/de opinión, de cualquier tipo, el acento no está puesto en informar, fomentar la sana crítica o crear criterios independientes, que es lo que ellos presumida y vanidosamente proclaman como propio y característico de su esfuerzo divulgativo, y ello con independencia de las llamadas, y truculentas, líneas editoriales (dogmas). Nada de eso, babosos. El acento está puesto en mantener prietas las filas de la tribu, homogeneizarla, evitar el individualismo, la vanguardia o la avanzadilla, el descarrío, la voz propia o la crítica dentro de ella, demonizar al rival/enemigo/contrincante, evitar que se desinfle el vigor polarizador/separador/beligerante de la política y su capacidad arcaizante sobre los sujetos, mejunje sin el cual ni se vota, ni se aceptan como verdades las chorradas que los lideres de la tribu sueltan sin rubor, ni se compran las hojas parroquiales de turno/periódicos, ni se va a oír el trasnochado sermón, digo, se ven las tertulias tdt, ni se mantiene todo este mamotreto feroz y antropófago.

Ya os he aburrido otras veces con la cínica realidad de todos los ávidos consumidores de periódicos, vosotros y nosotros, idiotas e insolentes que mareamos al personal con eso de informarnos de lo que pasa y alimentar nuestro espíritu crítico, cuando, realmente, lo que hacemos es escuchar las tonterías que queremos oír, redundar en el complejo, acariciar nuestras orejotas, siempre leyendo la hoja parroquial adscrita a nuestra secta, demonizando, por supuesto, la hoja parroquial de la secta rival. Patético.

No tengáis ninguna duda, el nivel de una persona, su valía y categoría de fondo, se puede medir, sin temor a equivocarse, en base a su relación con la prensa, pongamos, la escrita. El ávido y diario lector de periódicos, que no deja pasar las jugosas páginas de ¿opinión? y política, que las repasa izquierda derecha arriba abajo, es, en un 90% de los casos, un pobre descerebrado que dará su vida por la secta a la que pertenece, cuyos líderes, por supuesto, se toman a coña al pobre payaso. Quien sólo echa un vistazo por aquí, otro por allá, y se fija, tal vez, en cuántos goles marcó su equipo en el partido de anoche, seguramente tendrá la cabeza mucho mejor amueblada que el otro y, sin duda, más vida. El otro, lo sabéis bien, autoafirmará su estulticia diciendo que su vecino de periódico es un ignorante que sólo lee los deportes. Ni que decir tiene que quien no coge un periódico más que para limpiarse el trasero cuando está de acampada en el monte es un ser muy superior a la media. Yo diría que clarividente.

Volviendo a la facilidad con que los opinadores profesionales de estupideces tildan de basura a la telerealidad, la cosa resulta de risa, atacante. Ni se dan cuenta, los pobres, que mientras los encargados de la telebasura, haciendo programas muchas veces impresentables, pero sin moralizaciones baratas, y yendo a lo suyo, que manda carallo, no llaman ignorante a quien no ve sus programas, para gustos colores, que los vea quien quiera, por su lado, los de la prensa política, tan cultos, ecuánimes e inteligentes ellos, se parapetan, llaman ignorante a quien no lee periódicos, disminuido psíquico/radical peligroso a quien no se interesa por la política, basura a programas de otra índole y comemierdas o carroñeros a quienes los podamos ver. Y sigo, os imagináis a los del otro día, a Franz K. o Ingmar B., Jimi H. o Friedrich N. viendo a diario las increíbles tertulias. O repasando las páginas de ¿opinión? de la bazofia escrita… Pero no sólo semejantes fenómenos, os imagináis a cualquier persona con algo de vida en su cabeza tomándose en serio y enganchado al diario maratón prensa/político/tertuliano.

La única manera en que se puede seguir semejante aluvión de tonterías a diario es como si fuera lo que tanto critican estos palurdos, usando su florido léxico: telebasura o telerealidad, un reality de la estupidez absoluta, previsible y ramplona. Wrestling neuronal plano. Así la cosa tiene un pase, hasta puede distraer un ratito, aunque a años luz del tomate.

sábado, 15 de enero de 2011

Venus T (clasificada equis)


Se juntaron el otro día los líderes de la manada, habitualmente lo hacen, se cuentan en la cafetería sus estupideces y fantasmadas, y votan después, poniendo cara de que no se soportan, amigos del alma, la ley que corresponda. Venga todos a la carrera, que hay que marchar en los coches oficiales, con los dineros oficiales, a las tertulias oficiales, a cobrar las oficiales pensiones y los sueldazos gubernativos. Se pretendía dar carta de naturaleza al negocio convertido en ¿cultura?, al Emporio-Trust convertido en genio creador, y a la melaza política permitirle meter su obscena mano sudorosa hasta la campanilla de cualquiera de vosotros o nosotros, no digamos si osaramos decir cualquier tontería y publicitarla, por ejemplo, en internet. Y no se pusieron de acuerdo, cosa rara, ya lo arreglarán.

Ese día andaba con el incontrolable mando de la tédeté, arriba abajo a la hora del gemebundo festín tertuliano: 22:00 h. en adelante (la hora del Bobo). Qué inconmensurable despliegue de potingue oficialista gobierno/oposición, qué pandilla de mediocres y grises opinando como si fueran preclaros ciudadanos. Cuánto atrevimiento. A mí me abruma el desparpajo de estos cabecitas huecas repitiendo siempre el caldo gordo de los líderes, a semejante freak-show me quedo enganchado con frecuencia, estupor fascinado, contagiado, tragando lo que vomitan, soy uno más, o aún peor… Pero hoy no estamos para cantarles las cuarenta a todos éstos, qué aburrimiento, hoy estamos para doblar la cerviz ante el grito de ella, fémina singular, ser verídico de carne y hueso, que, cargando tintas por la no aprobación de la anunciada Ley S., trasmitía a la audiencia en aquella noche televisiva un sentirse la pobrecita, en sentido carnal desfigurado, penetrada contra su voluntad hasta lo más hondo de su ser, mancillada, esperando, ya algo desengañada, por su salvación, por la venida de su príncipe azul.


Su discurso-desahogo para poner de manifiesto tamaña injusticia en forma de no aprobación de la Ley de marras, y de paso la peripatética y precaria posición en la que según la ninfa ultrajada se sitúan los de su estirpe ahora desprovistos de su ley fetiche, lo inició nuestra Venus en plena bajada del Monte Sinaí, que te apartes Moisés, que aquí estoy yo, con un estridente: ¡Nosotros los creadores!...

Paremos aquí el asunto, informémonos antes: Venus Tertuliana, rondando los treinta y cinco, y muy atractiva despampanante en su disfraz catódico, ha publicado algunos libros. También tiene algún que otro premio que el Emporio-Trust ha considerado oportuno concederle para espolvorear y esparcir su polen y erotismo allende su pueblo y familiares. Qué tiene de malo hacer caja, a ver, si no, cojo y cierro la empresa… Cuando, en medio del mundo de ignorantes y desgraciados en el que le ha tocado vivir, bajaba el Monte Sinaí al canto de apártate Moisés, que aquí estoy yo, y nos advertía: “¡Nosotros los creadores!” Venus T, en su chispeante interior, pensaba que, el haber publicado sus tres libros de mierda y participar habitualmente en televisivas tertulias, la situaba, hombro con hombro, al lado de Bach o Picasso, en la mente de Franz K. o de Ingmar B., ideando las pirámides o capturando neutrinos a ojo. No sé cómo se contuvo y no soltó un más adecuado nosotros los genios! Y no sé cómo se le escapó y no se dio cuenta, estaría nerviosa, o le apretarían sus botas de tacón de 12 centímetros, que de ella, tan moderna y súper genial, se esperaba que dijera: Nosotras las creadoras, y no lo que dijo, tan masculino. Qué despiste, con lo guapa que iba yo ese día, cómo me pude olvidar, se me van a comer viva en las fashion tertulias de la tdt y demás compungida estridencia, qué vergüenza… Pero sigamos documentándonos: Tres años antes Venus T se las gastaba lúbricas:

Por favor, haré lo que sea, pero publicadme el libro, subiré mi falda hasta el techo… sí, llevo ligas, ¿y a que me vas a pedir que me deje estos taconazos? que una no va incómoda por amor al arte, sois todos iguales… oye, no te pases, por quién me… o no, mejor aún, si prefieres bajaré mis pantalones hasta el sótano, pero no mires, nunca he hecho algo así… bueno, pero sólo un poquito, ¿te gusta meter mano, eh? Sigue sin miedo, puedes tocarme, no seas tímido, espera, deja que me apoye, cuidado, así estoy mejor, por qué no te los quitas, los pantalones, y dejas que me piense lo de publicarte la novelita mientras te violo, a mi me gustas, el libro también, pero tengo que convencer a los demás, y para eso es mejor que me empape de ti… puedes llamarlos si quieres, hoy es vuestro día de suerte… pero así no, hombre, ponte algo, yo no me pongo nada, pues se acabó, pues no hay novela, pues te denuncio, pues te mato aquí mismo… ven, acércate, ya verás como encontramos una solución… siéntate en ese sofá, puedo ser muy convincente cuando quiero, déjame jugar un poquito contigo, me lo agradecerás, ¿qué me dices ahora?... Que sigas…

Cómo escribe de bien la criatura. Qué gran creadora. Su representante la llama la profesional, su lector la golfa, el editor la chupona, el editor también le dice que cuando vaya a las tertulias de la tdt, que eso entra dentro de su contrato, que varias de las cadenas forman parte del Emporio-Trust, vaya bien cachondona, que aunque sea una creadora, sí que lo eres mujer no te pongas así, no está de más andar con erotismos y sensualidades tocando ciertas teclitas, reventando modelitos ínfimos, licra, raso, escote. Que estando bien buena hay que darle gusto al cuerpo, tu hazme caso que ya verás cómo no te arrepientes, que otras que no pueden vale, pero tú, que estás para comerte, o te crees que yo me violo a la primera que me viene con su novelita kitsch, que me paso por la piedra a cualquiera, ni de broma, que si no estuvieras así de cachonda y no fueras así de golfa te iba a publicar el libro tu padre, pero no te pongas así, mujer, ¿no querías tu libro en las tiendas? Me vas a venir ahora con remilgos y sandeces, una artista moderna como tú, súper de tu época. El día que te conocí no le hacías ascos a nada, qué fiera, ¿estuvo bien aquello, eh? te habrías trajinado hasta al último de los eventuales con tal de salirte con la tuya, el dichoso librito, vaya porquería, y mira qué finolis estás ahora, y cierra la puerta, que no espero a nadie, y vamos a poner las cosas en su sitio…

La tele no es una discoteca, ni el patio de tu casa, ni la catequesis, ni tu pírrico club de fans. A ver si te enteras. Y mira que no te vayas a despistar con lo que tienes que soltar en las tertulias, toma tu guión y apréndetelo, no improvises, nada de cosecha propia, que la cagas, que tienes tus limitaciones, hazme caso, reina, que lo tuyo es tu tipazo y poner cachondo al personal, que eso vende libros, cohetes, o lo que haga falta ¿te vas a poner el modelito del otro día? los vas a dejar secos a todos, que sé lo salidos que andan, y a más de una sin saber dónde esconderse, pobres focas…

Esta es una pequeña parte de la verdadera historia de Venus T, novelista de éxito y opinadora de estupideces profesional, personaje real que a partir de las 22:00 h. podréis encontrar en, según el día, varias de las masificadas tertulias de la tdt, escandalizándose ante las tropelías que sufre su selecta tribu: la de los genios. Su lúdico festiva historia no es excepción entre sus compinches de ring catódico. En su gran mayoría todos están ahí después de haber puesto su trasero, o haber abierto sus sacrificadas piernecitas, para ser elegidos, aunque con eso no llega, pues no todos son capaces de aprenderse, luego del ejercicio lascivo, su cutre guión simplón, que no se les vaya a escapar una idea propia, no vaya ser que alguno la tenga, eso es imposible, no te preocupes, y se nos va al garete el espectáculo de 22:00 h. (la hora del Bobo).

miércoles, 12 de enero de 2011

El ¿túnel? del comienzo

Comentarios, libros, películas, documentales, de todo pelaje y condición, nos han hablado de la luz al final del túnel. Y lo seguirán haciendo. Ese gran blanco y sus infinitas filas de dientes-sierras, exponente máximo de la evolución; esa gran luminosidad que nos seduce con su furibunda e insaciable anestesia, está muy trillada. El ¿túnel? del comienzo no tanto, o, por lo menos, mucho menos.

En una ocasión asistí sorprendido, durante una celebración/cena, a una portentosa demostración de las propiedades físicas del látex. Milagrosas. Preclaro M también estaba. Perplejos los dos. De buenas a primeras, entre plato y plato, hubo quien metió toda su cabeza por/en un artefacto profiláctico elaborado con dicho material, cual casco… ¿Y este tío? Como hace algún que otro caco con las consabidas medias de nylon, presto a enriquecerse a la última. En aquella performance/demostración, tanto el artefacto profiláctico, como la cabeza del artista, eran de tamaño estándar. Qué desproporción. Resultaba evidente que el contorsionista no era la primera vez que improvisaba semejante show. Iba sobre seguro. Yo pensé que estallaban ambos, careto y profiláctico. Y pulmones, pues lo que es respirar, se hacía algo cuesta arriba. O eso parecía contemplando el sonrojado moflete del Houdini. La elasticidad y la resistencia del producto de marras son proverbiales. Y lo ceñido que el artefacto estaba a la cabezota del prestidigitador aquel era una pasada.

Pues así es y se comporta en realidad el erróneamente llamado túnel. No lo digo yo. Se sabe y ya está. Y se siente, repartido por todas nuestras venas. En un túnel, de hasta cuatro carriles y con salidas de emergencia, uno se podría plantear dar media vuelta, que la cosa no va con nosotros. Voy por aquí, por allá, me doy el piro, o lo que sea. Pero la vía por la que se deambula antes de ver la citada luz no es tal. Nada de túnel bien señalizado. Realmente estaríamos hablando de una tubería o una manguera, bien ceñidas a nuestro cuerpo, que está dentro. Y en esas condiciones, nuestra capacidad de maniobra resulta nula. Holguras y comodidad inexistentes… puro e inevitable desagüe. O un intestino, mejor aún. Tripa y retortijones. La circulación es de dirección única. De escape, fuga, según gustos. Hacia la luz o fulgor, el recto o la tajea. Nosotros bien constreñidos, oprimiditos por/en el artilugio llamado vida...

Visto así, el asunto este de la vida/túnel y el fin/muerte/luz sería un defectuoso planteamiento. La vida será túnel, de acuerdo, musiquemos en exceso; pero el túnel es en verdad un intestino, desagüe, tubería, manguera, sumidero, ceñido como segunda piel a nosotros que, mofletudos, sonrojados y medio asfixiados, viajamos dentro de él… La luz al final un inodoro, el libre albedrío una indigestión. ¿La vida una cagada? ¿Nuestro último aliento un gran pedo? Y estas estupideces, siéndolo, pues tal es la coletilla que les merece a nuestras meninges, también pueden ser lo contrario Preguntadle a las venas y arterias que nos tienen bien canalizados por dentro y que circulan en una sola dirección. Para ellas, de estupidez nada. Porque las venas también son nosotros, no sólo las dichosas meninges. Cuál o qué es la luz para ellas. No es el fulgor, el pozo negro o el inodoro, es el corazón, final de trayecto. Que ya mismo está latiendo más alborotado; esto de pasar de deposiciones e intestinos a latidos no gusta… En las tuberías/venas también hay quien va bien ajustadito y prieto en ellas, circulando en dirección obligatoria. A trompicones cuando se sube hacia el cerebro y a escape libre cuando baja a las piernas. Encajados sin voz ni voto. Luego pasa lo que pasa…

Uno se sienta exhausto a recuperar algo de aliento después de subir una cuesta. El pumpun del corazón está instalado en las sienes, y nuestras venas cargadas de pequeñas cajas de pino ataúdes, y nosotros muertos de miedo suspirando por que no tropiecen unas con otras y no se monte la barricada intravenosa final que nos haga ver la dichosa luz que anunciará nuestro adiós.

Deberían estar prohibidas según qué imágenes y figuras, sean simples fantasías o representaciones, metáforas, documentadas o poetizadas. Lo de los ataúdes en nuestras venas, siendo indiscutible, parece de mal gusto. Lo más habitual será que estén hechos de pino y que viajen arriba abajo hasta el choque ese tan fabulado, que formará la barricada en la que saltará la chispa que encenderá la luz al final de la tubería, que nosotros veremos ya medio atontados, aunque no lo suficiente para seguir con el engaño, y reconoceremos que de túnel nada y de luz menos, que eso es una mierda, que estamos encapsulados en una viscosidad, uno en la manguera, otro en la tubería, cada uno dentro de su propio intestino, como el Fresno perenne, que no hay marcha atrás ni adelante, que estoy fuera pero también dentro, y que no me pasa toda mi vida de golpe en un segundo por la mente, eso es una milonga, ni hay túnel ni hay puta luz, eso es otra milonga, y que deberían estar prohibidas según qué imágenes y figuras.

viernes, 7 de enero de 2011

Manuel ¿Puij? ¿Puch?


Volvemos junto a los del círculo capitalino, los profesionales de lo último en cuestiones artísticas, de lo en boga o fashion. Los que saben hacer caja. Pasta, queremos pasta, nada de dar crédito a estos babosos. Los detentadores del poder, los jueces de la estupidez y del conocimiento. Nos los encontramos adiposamente reunidos en sus altares impolutos, soberbios, al frente de sus emporios trogloditas y desternillantes. Te hacen trizas en un minuto. Hagan pasar al siguiente, dice uno de ellos no sin esfuerzo y repartiendo displicencia para hundir un buque:

- Adelante, pase, Manuel... ¿Puij? ¿Puch? ¿Manolo?
- Tanto tiene señores.
- Bueno, Manuel, verá… es usted un bujarrón sarasa de mierda. Así se lo digo. Lo que por aquí llamamos un mariconazo. Encima no tiene putidea de escribir. Esto que nos presenta aquí es una mugre de libro. Una bazofia, si sabe lo que es, ignorante. No se ría, hombre, le hablo en serio… ¿o tendríamos que decirle mujer a usted?... No se nos altere, carajo. Le suponíamos acostumbrado ¿no?, el comentario lo va usted pidiendo a gritos, Manuelazo. Y puede irse, eh. Y llévese esto con usted.

De éstas unas cuantas. Con pluma y afectación para repartir, y con un libro mal escrito, siguió buscando un aerolito. Al final lo encontró. Al poco era estrella y luminaria. Y se hablaba de bocanada de aire fresco, de higiene necesaria, de milagro. Y William Hurt y Raúl Julia protagonistas en el cine del libro mal escrito. Y venga maquinaria en marcha, esa que controlan los mismos que hacía seis meses le mentaban su extraviada hombría y sus faltas gramaticales. De bujarrón sarasa a hombre de mundo, tal vez delicado, o tal vez fino, pero de mundo, cosmopolita que no veas. Aire fresco para oxigenar entumecimientos arcaizantes. Y los del círculo, los adiposos, venga a hacer caja con su nueva vedette, encima guapa.

En Barral supieron verlo venir y le dijeron; sí, te queremos Manuel. Esta temporada he ido leyendo cuatro de sus libros. Maldición eterna…, Pubis angelical, Sangre de amor correspondido y, al final, El beso de la mujer araña. Fue este último el que presentaba Manuel ¿Puij? ¿Puch? de editorial en editorial, cuando aún era bujarrón y no luminaria, aunque con varios títulos publicados allende el océano. Pero es que ahora andaba por estos lares, escapando de los rigores milicianos del Río de la Plata. Y de editorial en editorial: Manuel, que está mal escrito, meu rey. Y nadie le acertaba a pronunciar el apellido. Al final se lo publicaron El beso, ojo avizor, los de Barral. Ya convertido en luminaria, el licenciado Puig fue escribiendo los demás libros que os comento, cada vez más a su manera, testaruda y recalcitrantemente personal. Y como pasa en no pocas ocasiones, el famoso, a saber: El beso de la mujer araña, es, con diferencia, el menos bueno de los cuatro de que hablamos. Eso es lo que me parece a mí, con perdón de quien se sienta ofendido. Los otros tres, es que son demasiado. El beso, no tanto. Manuel Puig es de esos que tienen su manera, suyísima, de poner las cosas por escrito, distinta a la de los demás. Me gusta. Desde luego, el menos suyísimo parece El beso. Andaría con dudas el autor. Como os decía, antes de dar el salto atlántico ya había mostrado los dientes en el cono austral natal. De esos mordiscos aún no sé nada; de varios de ellos dícense grandes cosas. Pero quién se fía de los del círculo capitalino cuando le dan al ventilador publicitario. Una vez que te conviertes en una de sus vedettes, marionetas dirán otros, es para ponerse a temblar. Te publican hasta un pedo, que ellos quieren pasta. Habrá que ir probando a poquitos, no vayamos a toparnos con bazofias pestilentes y demás mugres. Por si las tuviere MPuig, cuidado con el bocado.







































jueves, 6 de enero de 2011

Knut Hamsun. Otra Luz del Norte.



La Luz del Norte que le sale a nuestro admirado Ingmar Bergman cada vez que se pone a ello, le sale a Knut Hamsun. No sé si cada vez que se ponía a ello, pero sí en Pan. Parecen las andanzas de un Jeremiah Johnson de principios de siglo, cambiando las Montañas Rocosas del protagonista de la peli por las tierras del sol de medianoche. Alucinantes. Éxtasis de naturaleza y de asociabilidad, a campo abierto y sin noticias de vecino alguno. Un regalo. El noruego Hamsun, de quien ya había leído su decepcionante Victoria, con Pan se salió. Un libro de esos que te coge con quince años y dejas de estudiar al día siguiente, gastas tus ahorros en un billete de ida a cualquier sitio, avisas a ese amigo, o mejor, a esa sólo amiga, según ella, que no te deja dormir de lo metida que la tienes en la cabeza, y tíralle do aire al asunto. A estas alturas, pasados tres pueblos los quince añitos, el efecto viene a ser el mismo, aunque cambiando el estudiar por el trabajar, o lo que haga falta, el caso es irse. El billete, quien quiera, lo puede sustituir por el depósito del coche bien llenito, los inefables mapas a ninguna parte y chao. O la bici, o lo que se os antoje.

Cómo se hace no tengo ni idea, pero Pan, de KHamsun, es de esos escogidos libros que cuando los leemos, sobre todo los vemos. En pantalla gigante, cinemascope, gran angular, o lo más de lo más que se haya inventado. Tortícolis garantizada y pulmones llenos. Será casual o intencionado, culpa o mérito de quien lo escribe o de quien lo lee. El caso es que es. Valiendo más una imagen que mil palabras, os aseguro que el runrún del mar en Cabo Norte, la tundra y el indescriptible letargo que el perezoso sol de aquellas latitudes contagia a todo lo que en él se refleja os van a calar de lo lindo. Lo mismo que los lances y cortesías, los despertares a otra vida, del Jeremiah Johnson de turno… Se leen volando y se vuela leyéndolos… a unas alturas desde las que el diario de casa al trabajo y el finde descanso parece cosa de hormiguitas gregarias e impersonales. Mejor bajar cuanto antes, ante semejante penarama. Volviendo a lo nuestro, Pan se llevó al cine. Y la vida de Hamsun, ajetreada y con efusivos claroscuros, también. La protagoniza uno de los favoritos de Ingmar. Venga bucle…


A dónde llevarán los éxtasis naturalistas de Knut, o los flirteos de la conciencia de Wilber, o el abandono del dogma, o el pasmo y la contemplación. ¿A la cabaña? ¿Al manicomio? ¿A Tromsø?



































miércoles, 5 de enero de 2011

Caterva 1937


Cuando uno va por la página cientoypico de “Caterva” no estaría de más parar un rato, mirar el techo y, una vez tomado aire, escandalizarse a pierna suelta. Acto seguido, aunque mutación poco recomendable, podríamos ponernos en el lugar de los poseedores de la verdad literaria: ¿Juan Filloy? Pero quién es ese. ¿Caterva? Pero qué es eso. ¿1937? pues qué quieres que te diga…

La cosa de cuál sí y cuáles no, quién sí y quiénes no, es caprichosa a más no poder. Tan caprichosa como quien reparte los galardones. Caterva de Juan Filloy es uno de sus innumerables damnificados. Menos mal que a él, argentino hijo de Pontevedrés, aclaraba cuando explicaba que el suyo es Fiyoy, no Filoy, lo de las notoriedades, y entre ellas las literarias, le traía al pairo. Toda una vida dedicado a la judicatura, su profesión, y a la literatura. Una vida de 106 años. Bien pronto, en los años treinta, ya derrapaba por escrito y se salía por tangencias poco populosas. Tanto el demarraje como la soberbia, consistente en ser poco soberbio, hay que ser vanidoso! chirriaban hasta lo intolerable cuando el altercado lo protagonizaba un provinciano como él, poco dado a la ínfula y el sobeteo capitalino. Esa independencia ante los profesionales de lo último en cuestiones artísticas, de lo en boga o fashion, se paga con la exclusión del círculo. Y ello con más resentida decisión cuando al provinciano le sale un libro como a este Pontevedrés. Caterva se lo encuentra uno leyendo Rayuela de Cortazar. Cortazar no fue capaz de callarse su admiración por dicho libro y por su autor, de provincias, y en su afamado y delicioso mamotreto le dedica una adulación relámpago al Pontevedrés y a su Caterva. No sé qué cuentas pendientes guardaba Cortazar, pero los del círculo capitalino, ante el panegírico de una de sus mayores vedettes, incorporaron, supongo que rosmando, a Filloy al escalafón de lo indispensable. Ello cuarenta años después de escrita su Caterva, y con la boca bien pequeña, sin ganas y hasta trampeando.

La inutilidad de estos profesionales de las listas y del epíteto literario, o tal vez su velada inquina por el provinciano, se trasluce en el hecho de que le canten y ensalcen básicamente su pionero uso del lenguaje de la calle. Cierto que lo utiliza el Pontevedrés, pero ese uso da la sensación de ir siempre entrecomillado, no de manera natural, con esa sutil, pero machacona, sensación de lo ajeno y artificial. No sé. Lo demás, lo que apabulla en Filloy, su riqueza y frondosidad de palabra casi a lo Valle Inclán, su clarividencia, la espesura y calado de lo que los siete miembros de la Caterva se sueltan entre sí, en tantas ocasiones deslumbrante, resumen en tres líneas de verdaderos compendios metafísicos-existenciales, lo pasan por alto los profesionales de la capital, plenos de rencor.

Hace un par de años cayó en mis manos, Yo, yo y yo, cuando de su autor no tenía ni idea. Por momentos, las que larga no están nada mal. Pero nada que ver con su Caterva de 1937. Curiosa, a falta de que alucinados de cualquier condición indiquen algo más, la obsesión de JFilloy por el 7. Siete son los indigentes de la Caterva, y siete son siempre el número de letras que dan forma al título de todos sus libros… Op Oloop.



















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