domingo, 20 de junio de 2010

"No podemos escapar de nuestro destino"


“7 de Mayo. Celan se ha tirado al Sena. El lunes pasado encontraron su cadáver. Ese hombre encantador e insoportable, feroz y con accesos de dulzura, al que yo estimaba y rehuía, por miedo a herirlo, pues todo lo hería. Siempre que me lo encontraba, me ponía en guardia y me controlaba, hasta el punto de que al cabo de media hora estaba extenuado.

11 de Mayo. Noche atroz. He soñado con la
sabia resolución de Celan. Celan fue hasta el final, agotó sus posibilidades de resistirse a la destrucción. En cierto sentido, su vida nada tiene de fragmentaria ni de fracasada: está plenamente realizada. Como poeta, no podía ir más lejos; en sus últimos poemas rozaba el Wortspielerie (juego de palabras). No conozco una muerte más patética ni menos triste.”

Tales son algunos de los comentarios relativos a Celan anotados por EMCioran en sus diarios/cuadernos. Atraído por semejante figura, de Celan me he leído todo lo que he encontrado. Sus poemas son punto y aparte. Agotados éstos, totalmente alucinado por ellos y por la patética figura de Paul Antschel, empecé con su correspondencia y con algunas biografías. En concreto las correspondencias con Nelly Sachs, con su mujer Gisele Celan-Lestrange y la biografía de John Felstiner: Paul Celan. Poeta, Superviviente, Judío

Agotador. Cuidado con ello. Nada más difícil, casi insufrible, que leer la correspondencia de un muerto viviente dirigida a otra persona, también más muerta que viva. Las escasas y fragmentarias cartas que Celan intercambió con Nelly Sachs me resultaron insoportables… ambos poetas judíos, marcados por su supervivencia al exterminio de ojos azules y cruces de hierro, se profesaban admiración mutua. Las cartas que se cruzaron son como leer un cáncer. Personalidades inmóviles, año tras año igual de temerosas, de agotadas, de enroscadas sobre sus ombligos, victimas de todo, aplastadas por todo, incapaces de disfrutar de nada, incapaces de decir que sí a cualquier lisonja o dádiva, grises y pesimistas. Sometidas, a veces hasta con fruición, a un teórico destino fatal. Realmente patéticas, pero también odiosas. Un cuarto de hora en compañía de Celan tengo la sensación de que sería más perjudicial para la salud de cualquier persona sana que quince años encerrado en un barril radioactivo. Considerándolo un verdadero genio de la literatura, creo que no soportaría aguantarlo a él y su vida muriente más de diez minutos. Es demasiado junto.

Empezando por uno mismo, todos nos podemos atrancar en algún mojón vital. Con algunas personas, compartir un rato en tales circunstancias resulta agotador. No al comienzo cuando la empatía y paciencia aún nos permiten escuchar. Pero sí cuando, mes tras mes, nos encontramos con la misma cantaina y la misma incapacidad para mirar hacia adelante. Con el mismo fatalismo y el mismo bucle negativo. Estos procesos de endogamia de espíritu producen unos antiseres, unos muertos vivientes, que irradian un entumecimiento y parálisis vital de tal magnitud, una metástasis tan venenosa, que cualquiera que se desenvuelva en su entorno más próximo posiblemente acabará odiándolo, o escapando de él, o matándolo, o loco, o todo a la vez. Y ello es terriblemente injusto, sin duda. Pero es que es así, así somos. Paul Celan era un caso de estos elevado al infinito.

Evidentemente la poesía de Celan es fruto del dolor salvaje. Ahora bien, basta leer su escasa correspondencia con Nelly Sachs para darse cuenta de hasta dónde se puede uno obsesionar e inmovilizar, hasta qué extremos se puede ser un muerto en vida, sin voluntad. De gente así, pobres, lo normal es escapar a las primeras de cambio. Por pura autoprotección. De aquellos que no puedan escapar de ellos, algunos los acabarán odiando, otros acabarán locos y otros llegarán hasta el crimen, si antes no se adelante el sufriente y se autoliquida. Sin tener culpa ninguna de su tremenda desgracia, las cartas de esta gente parecen la fórmula maestra del cáncer del alma. Horrible.

Los resultados de la solución final, de las “fábricas” en que se convirtieron algunos Lager parecen no tener fin. Y al final parece que el más humano de sus resultados era el de quien llegaba en un tren infestado de muerte y en media hora ya era ceniza, yaciendo así en las “fosas en el aire” que cantó un inspiradísimo, cósmico y universal Paul Celan. Porque basta leer y atender un poco a los supervivientes de los campos para ver hasta qué extremos la cosa consistió en una deshumanización tan feroz e insaciable que, ante la misma, la muerte pasa de ser una pena o agravio a ser un alivio. Los suicidios entre los supervivientes de los lager son apabullantes. También entre los que no fueron a ellos.

Paul Celan no los conoció. El 27 de Junio de 1941 intentó convencer a sus padres para que se refugiaran con él ante el inicio de las deportaciones de judíos en la región de Bucovina. “No podemos escapar de nuestro destino. Ya hay muchísimo judíos viviendo en Transnistria” contestaba su madre. Furioso, Celan se larga de casa y pasa la noche con unos amigos. A la mañana siguiente, levantado el toque de queda, vuelve a casa, pero sus padres ya no están. Glub. A diferencia de Celan, otros poetas amigos suyos habían decidido correr la misma suerte que sus respectivos padres y madres. Alfred Kittner e Immanuel Weissglas también fueron deportados. A los dos años estaban de vuelta ellos y sus padres en Czernowitz. Sin embargo, los padres de Celan no volvieron nunca de Ucrania.

El pobre Paul fue siempre consciente de que él no había hecho tanto como otros vecinos y compañeros por sus padres… dramática supervivencia la suya, larvada por un sentimiento de culpa y cobardía atroz. Doloroso y castrante asunto. De él se desentendió el 20 de abril de 1970, con un último y liberador chapuzón en el Sena. De por medio unos libros de poemas inigualables y de una belleza excepcional.

sábado, 12 de junio de 2010

Áncora y delfín vernáculos

Una vez colgadas esas magníficas muestras de autores foráneos, sería imperdonable no hacer lo mismo con los nacionales. Durante estos últimos años, entre ferias del libro, internet, y las tiendas de viejo que periódicamente visito, he ido comprando varios áncoras realmente excepcionales. Los de Cunqueiro, Cela, Pla y Umbral, casi todos primeras ediciones (consumismo, infausto consumismo), los tengo como oro en paño. Si uno toma como referencia lo que pueden llegar a pedir por cualquiera de ellos en algunas librerías de por aquí que se han subido a la parra, no digamos por los de Cela o Cunqueiro, Torrente o Blanco Amor, se podría pensar que ando tirando el dinero. Nada de eso, la realidad es que con paciencia y currándoselo un poco se consiguen auténticas gangas…

Las mayores alegrías me las llevé con el mindoniense universal, comprados sus libros entre ferias del libro y la librería “O recuncho” en la Avda. Peruleiro de Coruña. Pero sobre todo fue El cuaderno gris que me agencié en “O moucho”, C/ de la amargura de Coruña, la que me tuvo tres días sin dormir. Mítico libro del estentóreo Josep Pla traducido del catalán al castellano por el flemático Ridruejo, vaya dos fueras de serie: “Todo parece indicar (V.E.) que el Régimen se hunde como empresa, aunque se sostenga como tinglado










































































































































































































































































viernes, 11 de junio de 2010

Áncora y delfín

Esto de Internet me tiene ciertamente escamado. Dícese que en ella lo encontraremos todo… y nada más lejos de la realidad. Por supuesto que hay muchísimas cosas, digamos que hay algo de casi todo. Lo que no hay es mucho, todo o casi todo de nada, y así que uno escarba un poco se encuentra siempre con el mismo corta y pega. Por lo menos eso es lo que me pasa a mí, aunque debo reconocer que no tengo mucha paciencia para buscar y a las primeras de cambio me desentiendo… Veamos un ejemplo más del asunto: no hay manera de obtener el listado de las novelas que se han publicado en la colección “Áncora y delfín” de la editorial Destino.

Siendo una colección casi mítica para tanta gente, teniendo varias cubiertas espectaculares, habiendo tanta gente detrás de las mismas, habiendo reunido a lo largo de varios decenios buena parte de la mejor producción vernácula, siseando en más de una vez con incomprensiones de toda calaña, resulta inconcebible que, o bien la propia editorial, o algún buen aficionado, o algún profesor de lo que sea, o alguien, no haya ni un alma caritativa que se haya decidido a colgar el dichoso catálogo de los autores y obras de la mentada colección. Por lo menos hasta los años setenta, que es el periodo de mayor prestigio y durante el cual, a mayores, la faceta estética de la colección se cuidó más.

Aparte de nuestros primeras espadas, mayoría aplastante en “Áncora y delfín”, aparecen también algunos intocables extranjeros. Sin duda son pocos, pero algunos hay. Otros de los foráneos son simple flor de un día. Tenemos pues, junto a Laforet, Delibes, Pla, Cela, Torrente, Sánchez Ferlosio, Cunqueiro, Blanco Amor, Umbral, Martín Gaite, Matute, Juan Goytisolo, etc., a los tremendos Heinrich Böll, Virginia Woolf, Cesere Pavese, Ernst Jünger, Mijail Bulgakov. En el caso de estos últimos, de alegría en alegría, me he agenciado buena parte de sus preciosos, y contados, tomitos en Destino. Dado su generalizado poco predicamento, rara vez pasaron de la primera edición durante años y años. Son esas primeras ediciones las que pululan de vez en cuando por ahí. Según el jamao con el que topemos los precios se desbocan sin sentido. Sin embargo los hay, aunque cada vez menos, que, como quien dice, los venden a peso. Topar con ellos es de esas cosas que te alegran el día. Os voy a colgar algunas de esas alegrías de un día que a mí me duran per seculam…














































jueves, 10 de junio de 2010

Los pelos como una catenaria



Como una catenaria, así es como se me pusieron a mí. A mi lado, sentando en el coche mientras esperábamos a la luz verde en el semáforo que hay en el cruce de Federico Tapia con la plaza de Vigo, estaba Joseiño, y a él se le pusieron como escarpias.

Habíamos salido una hora antes de Cereixo y para amenizar el frecuentado trayecto pusimos un Cd que tenía yo con una selección de canciones cañeras.

Importante asunto éste: ¿Qué cosa viene siendo la caña? ¿Hay algo más cañero que Led Zeppelin o Jimi Hendrix?... Inasible concepto este de la caña, sobre el que teorizar viene siendo una petardada, pero cuya presencia, la de la caña, una vez que tropezamos con ella, se manifiesta de mil maneras: Con la inevitable subida del volumen, con el exabrupto lingüístico/fonético, con la repetición de la píldora sonora, con el ímpetu y decisión que invaden nuestra conciencia y espíritu, con el tropezón metabólico que aumenta nuestras pulsaciones y sudoración, etc., etc. Lo dicho, Joseiño y Venturín nos alteramos profundamente ante la aparición de la caña. También preclaro Maicito entra en fase… A Rodri también lo he visto perder los papeles… es como una plaga

Pero volvamos al semáforo de Federico Tapia. Tras una hora de viaje habíamos degustado una selecta e insuperable ración de caña: desde Immigrant Song a Wanton Song, desde Spanish Castle Magic a Freedom, desde (We are) the road crew hasta Back in black, los solos apisonadora de Montana y Zomby Woof en estudio… Estábamos a doscientas pulsaciones, sístole – diástole - extrasístole, bombeando a mil. Dando el cante con ventanillas bajas y volúmenes indecorosos. Semáforo mediante llegó el turno de Gimme shelter. Uy, Uy, Uy, dijo Jose… Aparecieron sin avisar las mentadas escarpia y catenaria, acompañadas de una absoluta congoja. Los Rolling Stones no son de nuestros grupos favoritos, pero, tras un empacho de caña como dios manda, fue empezar Gimme shelter y quedarnos acojonados. Piel de gallina y atraganto monumental. Parecía el perfecto colofón. Qué caña! ¿Cómo les salió esta canción a los Stones? ¿Cuántos años de maldición tuvieron que amortizar por haberla compuesto? Misterio. Para mi gusto, y con diferencia, su mejor trallazo. Antológico. Tremenda pasada:



Y si la angina de pecho casi nos viene con Gimme Shelter, del shock hipoglucémico nos salvamos por los pelos tras escuchar otra obra maestra, después de la cual nos tuvieron que llevar a urgencias: Fortunate Son de la Creedence tiene tanta caña encima que no puede con ella, la va echando por todos lados, a espuertas, a lo bestia, lo anega todo. No hay duda de que el fenómeno Fogerty en la jorxa debía tener un bazoka de última generación, o un lanzallamas… encima la letra es de esas que bua! (tremendo el “Heil to the chief”) Joseiño y yo no dábamos a vasto… coge el volante, coño.


Otra vez y a más volumen...
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