lunes, 22 de febrero de 2010

Sputnik Mayakovsky

…o Maiakovski, o como queráis. El asunto se convierte en inevitable. En la entrada del 4 de Febrero (How is Possible?) os amagaba con su nombre totémico, como quien no quiere la cosa, para que se os hiciese la boca agua. Mientras, en la entrada anterior a ésta, andábamos a vueltas con lo que ya sabéis. En vista de todo ello, sería inexcusable no deleitarse con el torbellino cirílico en imágenes. Uno de esos tíos con los que uno siente la imperiosa necesidad de confraternizar, comulgar. Viendo cómo ve el amigo Vladimir, mejor dicho, cómo mira el amigo Vladimir. Viendo cómo se sienta en una esmirriada silla cualquiera… quién le discute nada al camarada. También sabía escribir, y tenía corazoncito, y narices para suicidarse. Además en cirílico, además con sombrero o rapado al cero, qué más da. Para qué romperse la cabeza con himnos y demás absurdities. De pegarse el tiro en la cabeza nada, mejor en el corazón. Y hablando a gritos…





martes, 16 de febrero de 2010

Aguirre/Zabriskie point


¿Cómo es posible que una aplastante mayoría de cineastas vivan de espaldas a lo que debería ser una de las principales ventajas de su supuesto arte, el llamado séptimo?

No tengo ni idea. Pero debemos dar gracias a que no sean una unanimidad, un unísono de mediocridad. Los hay que no le dan la espalda a lo que a nosotros nos fascina, y que no es otra cosa que las imágenes, per se, a palo seco. En resumidas cuentas: la escandalosa fuerza que las mismas pueden llegar a tener cuando el que se encarga del asunto sabe lo que se trae entre manos, a diferencia de esa otra infame mayoría de miembros del gremio éste de los cineastas que, o bien desprecia y humilla a las pobres imágenes (paradójico asunto), o bien es incapaz de crear nada minimamente presentable (opción ésta más probable que la anterior).

Alguna que otra entrada le he dedicado en el blog a esas gloriosas películas que podríamos definir, torpe y exageradamente, como aquellas que nos dejan estupefactos aunque las veamos con el volumen a cero. Qué pasada. Nada tengo en contra de argumentos y tramas, de mensajes velados y obviedades. Todo lo contrario, hasta ahí podíamos llegar. Pero cuando uno ve lo que llegan a hacer determinados elegidos sólo con sus imágenes, cómo nos dejan pegados al asiento con semejante espectáculo visual, luego me escandalizo ante la generalizada incapacidad para hacer algo parecido, aunque sea sólo un poquito, que caracteriza al mayoritario resto de profesionales ¿? del gremio. No hay manera. Qué pobreza.

Incapacidad que escandaliza más aún si tenemos en cuenta que este gremio de los cineastas, además de con las imágenes, ahí es nada, cuenta con otra arma de destrucción masiva de voluntades y de incuestionables efectos psicosomáticos: la música. ¿Cómo es posible que a oscuras, mirando para arriba, después de haber pagado una pasta y por lo tanto sugestionados positivamente, con un dolby/surround 5.1 y sabe dios cuántos alucinógenos técnicos de ultima generación más (desde asientos móviles hasta gafas que lo ven todo), no se salga del cine como quien se ha pegado un viaje intergaláctico o se ha bebido de un trago un preparado de ayahuasca macerado en peyote durante tres semanas? Es que hay que ser muy mediocre, pero mucho, mucho, para hacer semejantes bodrios visuales. Si, a mayores, tampoco la trama, argumento, o lo que se estile, están muy logrados el fiasco es monumental.

Ay, ay, ay, cuando uno se topa con un trallazo de esos de verdad... No queriendo ofender sensibilidades dejo en vuestras manos la elección de los creadores y sus películas. Pensad en esa o aquella, sin duda pelis que os dejaron abraiados por el desmadre sin igual de su estética, fuerza visual o como lo queráis llamar. Muchas veces, además, coincide que todo lo demás está a la misma altura, argumentos, música… una pasada.

Yendo el asunto de lo que va, voy a elegir yo un comienzo y un final de esos que me dejaron totalmente alucinado, acongojado, enfrascado, pidiendo a gritos que no acabase tal espectáculo, por lo menos en la hora y media de metraje estándar. Un comienzo (insuperable) y un final (también insuperable). Ambos, mezcla soberbia y electrizante de imagen y música. Las maravillas de la electrónica permiten que con un simple clic podáis ver y oir parte del espectáculo.

El comienzo entre los comienzos (junto con otros muchos, claro está) es el de “Aguirre, la cólera de Dios” apabullante secuencia acompañada por la espectacular canción que Popol Vuh se sacaron de la manga en el año 1972 para la peli de su paisano Werner Herzog. No se encuentra entero en tutubo por lo que haceros una pobre idea con los primeros 40 segundos de este trailer (por desgracia muy mala imagen):



La apoteósica cancioncilla de Popol Vuh sí que está enterita. Que en el ´72 anduvieran con estas cosas no es una broma:



El final, qué final… el de Zabriskie Point de M. Antonioni, una verdadera pasada. La peli, salvo una pseudo-escena orgiástica-naive que el paso del tiempo ha convertido en un tristísimo espectáculo, es de esas que entran por la vista, como la anterior y tantas otras. Venga el espectáculo, este sí, entero y con calidad bastante aceptable. La música de Pink Floyd:

viernes, 12 de febrero de 2010

Antológico Bernhard


Qué espectáculo sin igual los cinco relatos autobiográficos (El origen, El sótano, El aliento, El frío y Un niño) de Thomas Bernhard, que, sin duda, son de esos libros que dejan a uno totalmente estupefacto. Impresionante. Representante de esa milagrosa estirpe de geniecillos que dicen cosas abracadabra y, a mayores, tienen, por si lo anterior fuera poco, una inusual capacidad para deslumbrar también con un estilo intenso, peculiar y distinto, apisonante y apasionante. Diez absoluto, fuera de serie. Uno acaba de leer esto y, tras tomar aire, se está pensando ya en volver a empezar. Simplifiquemos las cosas: Algunos pueden decir genialidades de manera anodina y vulgar. Muchos más pueden decir estupideces y vulgaridades de manera deslumbrante y virguera, pero pocos pocos, y entre ellos está Thomas, pueden decir pavorosas genialidades de manera deslumbrante… bocatti cardinale

Sus antológicos relatos autobiográficos, matiz este, el de autobiográficos, que da totalmente igual, pues, aunque fuera todo inventado, el espectáculo sigue estando garantizado, son ahora recopilados en un solo volumen por Anagrama. Recomendable al cien por cien. Nuestro Thomas debió estar hormonando años enteros, juntando bilis a espuertas, posiblemente dudando si sus conciudadanos estarían dispuestos/preparados para digerir semejante supositorio literario, semejante pepinazo. Al final no pudo más y salieron sucesivamente los cinco artefactos en los años setenta. Caña de la buena, guitarras distorsionadas y doble bombo…

jueves, 4 de febrero de 2010

¿Jao is pósibol?


Parafraseando a cierto automovilista, para muchos, personificación del mal fario y para otros tantos, un fuera de serie, yo también me pregunto a veces: ¿cómo es posible?

Y lo hago porque no me entra en la cabeza que determinados personajes sean capaces de hacer según qué cosas a ciertas edades. Los protagonistas en esta ocasión son escritores: Carmen Laforet, Carlos Fuentes, Emil M. Cioran.

El asombro y resquemor, el no creérselo aunque se sabe que es cierto, lo originan unas señaladísimas obras que, escritas a tan cortas edades, no parecen otra cosa que un milagro. Porque visitado por las hadas, duendes o abducido por extraterrestres o la Komintern vale que Mayakovsky escribiera “La flauta vertebral” o “La nube en pantalones” con dieciocho años (y que ya sólo por sus títulos deben estar por derecho propio entre la crem de la crem). Ejemplos de esta precocidad entre los poetas hay por doquier, a gusto del lector. Pero distinto cantar es la novela. Dejemos a un lado la musicalidad, el lirismo y vayamos a lo magro. Ya os dije una vez que uno se lee “Nada” de Carmen Laforet, libro mayúsculo, sobresaliente e impepinable, y el susto que se lleva el extasiado lector al enterarse de los tiernos 19 añitos que tenía la criatura al escribirlo es antológico. Sí, sí, ¿cómo es posible? No lo sé, porque realmente parece imposible. ¿Se tratará realmente de un milagro laico o, más probablemente, de una preparadísima macro operación de merchandising adelantada a su tiempo, un Milly Vanilly de posguerra, estrategia fraudulenta aún no desenmascarada? De tener los medios, la formación, la capacidad y el tiempo necesarios yo me dedicaría a esta apasionante investigación: “Lo que no se nos ha contado sobre Nada, de Carmen Laforet: Milagro o fraude”

El mismo temblor corporal le entra a uno con el pedazo de monumento escrito que se sacó de la manga Carlos Fuentes con escasísimos veintiocho años: “La región más transparente” No way, aquí hay truco. Por distintos motivos que en el caso de “Nada”, pero igual de sobrenaturales, resulta inexplicable que esta novela sea obra de un veinteañero. Es que no puede ser. ¿Cómo, si parece el resultado de ese difícil don que hace que ciertos elegidos, tras años de avatares y experiencias, de vivir en mayúsculas en resumidas cuentas, se eleven, próximos a su ocaso, por encima de sus semejantes en un estado de absoluta sabiduría-reflexiva- genial? ¿Carlos, Carlos, a quién le vendiste tu alma? Otro tema para una investigación que debiera proponerse alguien dotado y competente.

Y, aunque olvidándonos ahora de la novela, qué oscuro secreto se esconde tras la gestación del tremebundo y casi indescifrable “En las cimas de la desesperación” de nuestro admirado E. M. Cioran. Veintidós años le contemplaban. ¿?
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