viernes, 11 de diciembre de 2009

Voy por la 107


Exactamente, ¿qué pasa aquí?

Duro es enterarse de ciertas cosas. Sin ir más lejos, ahora sé de las distintas posibilidades a la hora de enfrentarse a “las mesetas”. Porque ascender, subir, trepar, encaramarse, escalar, etc., empleando en ello hasta el último centímetro de osadía que nos quede, puede ser algo mucho más sencillo de poner en práctica, aunque en ello nos pueda ir hasta la vida si no sabemos dosificarnos o si desconocemos que nuestro límite está mucho más cerca de lo que creíamos, que vernos, asfixiados y victoriosos, arriba, donde acaba la escarpadura y empieza lo otro. Y de esto otro es de lo que me acabo de enterar.


¿Debo tranquilizarme? ¿Debería escapar? ¿Me vale ahora lo que me valió mientras subía?


También es duro no saber otras tantas cosas. Vaya Acertijo Volk. Si me equivoco, y posiblemente lo haré, debería volver al inicio… De lo contrario, una vez superada la escarpadura, no haré más que desesperarme y frustrarme. Envenenarme. Idealizar un magnífico rendimiento cardiaco, muscular y respiratorio vivido mientras ascendía: magnífico rendimiento que ahora no vale para nada. Al revés, no hará más que empeorar las cosas. Acelerará la degeneración. Histérico y enjaulado, demente y cardiópata, acelerará la degeneración.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

MonogrÁficos: Luz del Norte


Sentados un día a la mesa en Cereixo, comíamos Montse y Venturín con mis padres y mi padrino cuando inocentemente reconocimos que algunos fines de semana de mal tiempo nos despachábamos a gusto en casa dos o tres pelis del fenómeno Bergman… El más fino fue mi padrino que sólo se atragantó. Mis padres regurgitaron su escándalo de manera poco decorosa.

…¿Pero qué pasa?

Hasta el fallecimiento del citado Ingmar, ni una peli del mismo se me había ocurrido ver. Como por aquellos días se habló bastante de él, vi alguna que otra imagen de sus pelis en los telediarios. Y aquello tenía la fuerza de un Thor o un Odín catódico. A quien por aquella época ya tenía en un altar era a Carl Theodor Dreyer, y me dio la sensación que Bergman lo elevaba a la enésima potencia.

Con las fuerzas tecnológicas a mi alcance fui consiguiendo la mayoría de su filmografía. Podemos encontrar de todo. Entre ese todo, varias de las películas más impresionantes que uno pueda imaginar. Descartemos las iniciales. Descartemos también varias de sus pelis que, ya sea de manera tangencial o plena y rotunda, se caracterizan por cierto tono bufonesco/folletinesco/circense/teatral y que chirrían de mala manera. Entre ellas, malogradas inclusive por tres o cuatro gotas de dicho ungüento, las archiconocidas “Fresas salvajes” y “El séptimo sello” que están a años luz de las buenas de verdad. Descartemos también unas pocas pelis de las llamadas alimenticias que, estando bien, no lo están tanto. Descartemos también algunas de sus espectaculares incursiones en el mundo del color, incursiones que dan lugar a espectáculos visuales realmente mayúsculos, pero que siguen sin estar a la altura de lo supremo e inmarcesible.

Descartado, pues, lo anterior, llegamos finalmente a lo Supremo e Inmarcesible, al mayor espectáculo, sobre todo en blanco y negro, pero también en color, de la historia. Os dije un día que una frase de Xosé Luís Méndez Ferrín pesaba toneladas. Eso es nada al lado de lo que puede pesar un fotograma de Ingmar Bergman, la rotunda presencia de su B/N, absolutamente inigualable. Gloría pura. Enjundia y lirismo a la carta. Crisis existenciales y abstracciones inauditas entre dunas y brezos.

Las tablas de la ley, las bienaventuranzas, los puertos de categoría especial, el cuponazo, serían básicamente:

Persona: Radical e inclasificable. Apabullante. Aleluya. Espectacular

La trilogía “El silencio de dios”, a saber: Los Comulgantes, Como en un espejo y El silencio. Amén. Para ver esto hay que estar predispuesto. Tela marinera. El bastonazo sobre la mesa que da Gunnar Björnstrand en “Los comulgantes” es de otro mundo… Para hacer esta pelis, desde luego, hay que ser aljhién

Secretos de un matrimonio y Pasión: Vueltas, vueltas y más vueltas a lo que todos sabemos. L´amour, los celos, la frustración, la humillación, la violencia, la indiferencia, el sexo, el tedio…

La hora del lobo: A medianoche. Lo mal que lo pasaba Max Von Sydow…

La vergüenza, Gritos y susurros, Sonata de otoño, La vida de las marionetas...

Vaya películas. Distintas, te comen vivo.






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