martes, 21 de diciembre de 2010

Lind y Grass

Tras leer Paisaje de cemento me quedé con la sensación de que Jakov Lind se las podía gastar pero que muy bestias, a poco que le diera por ahí. En medio de su paisaje de hormigón aparecen unas cuantas salvajadas que dejan a uno acongojadito… pues las desgracias estilo gore, estando bien presentadas, revuelven un poco tripas y conciencias. O nos da la risa con ellas, o nos atragantan y desacougan.

En Contando mis pasos, relato autobiográfico de las andanzas de Jakov (nacido en 1927) hasta finales de los años 40, el amigo Lind se corta aún menos. Y ya no ficcionando, sino que vertiendo opiniones (hasta hirientes y estrafalarias según quien las lea) y vivencias sobre el asunto Shoah. Odiado a espuertas por sus compañeros yiddish de penurias, las que suelta esta víctima de los escuadrones de ojos azules parecen, por momentos, chistes intolerantes cargados por el diablo. Reconociendo, otra vez, mi casi absoluta incapacidad para detectar cuando un autor está en plan parodia/irónico/doble sentido y demás artilugios, pretendiendo que cuando leemos A entendamos B, lo que os puedo asegurar es que el intestinal relato de las vivencias y peripecias de Lind, en especial el periodo comprendido entre la anexión de Austria al Reich y su llegada como polizón a Palestina el 25 de Julio de 1945, arrasa a uno. Enganchado sin pestañear a las hojas por unas horas. Luego ya se digerirá el supositorio, ya nos escandalizaremos o no… ya decidiremos si donde nos dijo A, quiso decir B, o tal vez AAA. En cualquier caso, siendo el asunto el que es, con fuego entre las manos andaba JakovL. Y el libro, flamígero.

Nada que ver el absorbente y abrasivo Contando mis pasos con el por momentos soporífero Diario de un caracol de Günter Grass. En él se entremezclan el relato de una campaña electoral vivida en primera persona por Grass a comienzos de los años 70 (aburridísimo asunto biográfico) con el alucinante relato de la vida de Hermann Ott, profesor judio en la ciudad libre de Danzig/Gdansk durante los años críticos de Centroeuropa y la 2ª GM. En su haber Ott presentaba una curiosísima afición a larvas, babosas y caracoles, y la publicación de una libro cuyo título: “Sobre el caracol como mediador entre la Melancolía y la Utopía” nos da más de una pista sobre lo peculiar y difuso del personaje. Lo de Hermann no tiene desperdicio. Durante 224 semanas, pasándole por encima razzias, tanques y bombas, permanece escondido en el sótano de la vivienda de un vendedor de bicicletas que, al comienzo de la guerra, duda si entregarlo y que acaba dependiendo de él al final…

miércoles, 8 de diciembre de 2010

El Gran Tres y Ken Wilber

Y Los Cuatro Cuadrantes, y mucho más… En la entrada dedicada a las Esferas I del tremendo Peter Sloterdijk se me escapaba la alusión a Ken Wilber. Qué tíos. Habitan otros mundos, aunque distintos. El otro día terminé su “Breve historia de todas las cosas” y me volví a quedar estupefacto… Compendio de buena parte de sus opiniones, en este libro KWilber realiza un esfuerzo de aproximación a quien no está muy metido en estos asuntos (mi caso), para que, por lo menos, uno los pueda entender a grosso modo. Y se entiende. Cien por cien recomendable. Otras cosas que le había leído, impactantes casi siempre, eran, sin duda, más farragosas.

Advertencia: Una persona puede tener en el banco 3.000 € ahorrados. Otro puede tener 300.000 € ahorrados. Alguien podría pensar, sin lugar en su cabeza para duda alguna, que tener 300.000 es mejor que tener 3.000. Otro, por el contrario, podría pensar que tener 300.000 no es mejor que tener 3.000, sino que es más pero no mejor. Sin generalizar, uno de los dos se va a encontar en el libro de KW cosas que, aparte de interesarle sobremanera, le darán más de una clave o pista de por dónde anda o hacia dónde encaminarse

Advertencia: Se puede estudiar durante cuatro años una oposición, en plan masoca/radical, mil penurias y sinsabores… y finalmente aprobarla. Por fín! Qué felicidad! A lo mejor, Uno se embarcó en semejante empresa no sabiendo muy bien qué se hacía, buscando estabilidad y seguridad, y a ver lo que pasaba. A lo mejor, Otro se embarcó en semejante empresa siguiendo a pies juntillas y obcecadamente un dogma irrefutable. Si ese jubiloso día, estúpidamente idealizado por el noventa y nueve por ciento de nosotros como el “óptimo máximo” en nuestras vidas, cae en nuestras manos algo de Ken Wilber, a poder ser un libro, pues una bofetada, viendo lo cachas que está, sería mejor evitarla, decía que, si ese día, el más feliz de nuestra plana existencia, nos topamos con un batacazo Wilber, es posible que, para Uno, la alegría se torne en angustia del estilo: qué coño estoy haciendo con mi vida… Resulta algo arriesgado que alguien, incorporado alegre y plenamente a la estulticia generalizada empaquetada al por mayor que define mayoritariamente nuestro estilo de vida, pero con un resto de cordura en su interior (estamos hablando de Uno, pues Otro, a estas alturas ya Director General, es irremediablemente un personaje chato, vacío, plano, irrelevante), lea un libro de Ken Wilber pues el shock/desbarajuste está cantado, pudiendo llegarse a caer todo el mamotreto vital montado hasta la fecha. Para bien o para mal, eso se vería más tarde. Por el contrario, Otro se mostrará totalmente insensible ante las estrafalarias opiniones de Ken, un loco más.

Aunque de estas cosas no nos enteraremos por medio de periódicos, o telediarios, o adocenados y populistas ¿intelectuales?, o ¿pensadores? subvencionados de medio pelo, o demás batracios, el caso es que, hace ya tiempo, se está produciendo un espectacular y multidisciplinar ajuste de cuentas… Varios dogmas/verdades únicas/maneras excluyentes de entender el mundo están rodando por el suelo. No sólo los consabidos arcaico/mitológico religioso/monoteísta, que derraparon en buena medida desde la ilustración. También quien los hizo derrapar, el cientificismo/empirismo, que hace ya mucho que está pinchando en hueso… Partícipes ambos planteamientos del todo o nada, del blanco o negro, ambos se olvidan, qué bochorno, de que existe el gris. En occidente, y a fecha de hoy, parece ser que las miradas se fijan, entre otros, en KWilber, personaje distinto, elegido, abierto y con una clarividencia acongojante y universalizante: Los Cuatro Cuadrantes, la Transpersonalidad, El Gran Tres, los grados de la Conciencia, Holones, Fulcros… asuntos, planteamientos y propuestas de tal higiene, categoría y esmero que dejan a uno abrumado ante la cerrazón y obcecación egocéntricas que nos definen. Patético.

Coincidiendo con el chapuzón Wilber que me di con “Breve historia de todas las cosas”, el otro día pusieron en La Dos ¿Y tú qué sabes? documental de 2004. Por desgracia, en el colmo del despropósito, pusieron la primera versión del mismo (1 hora 50 min de duración), que, comparada con la segunda versión (2 horas 30 min), resulta un verdadero bluff. Si alguien está interesado en cambiar el chip, porque se lo pide el cuerpo, aunque tenga una hipoteca, da igual, o, aunque no sea cambiar el chip, escuchar por lo menos cosas interesantes, que se pegue un fin de semana con Wilber y con la versión buena de ¿Y tú qué sabes?... ya veréis qué riada.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Hamburgo/Gomorra 1943


El ciclón Sebald y su bufido sobre la guerra aérea han tenido varias consecuencias. No sólo que más de uno haya dicho o pensado: ya era hora, sino que, tras “Sobre la historia natural de la destrucción”, se han alineado otras consideraciones que, siguiendo su ejemplo y abandonando el tan habitual estilo bochornoso-simplista que nos encontramos al tratar estas cuestiones, nos hablan sobre eso de asar a la población civil bajo toneladas de bombas y a cientos de grados, de una manera no tan “naive” sino que algo más elaborada, o, si se quiere, seria.

En la bofetada de Sebald, que básicamente consiste en un sucinto y sobrio recorrido por el achicharramiento colectivo padecido en Alemania durante la 2ª GM, con especial interés por cómo se reflejó dicha irrealidad en la obra de escritores varios, emerge como referente nuestro amigo Nossack y su “El hundimiento, Hamburgo 1943”. En el momento de la publicación en España del libro de Sebald (2003) el libro de Hans Erich Nossack no estaba traducido al castellano, por lo que no creo que yo haya sido el único en quedarme con las ganas de echarle un vistazo. Ahora sí lo está (Ediciones La uÑa RoTa, 2010). Nossack, que presenció a cierta distancia y en todo su fáustico apogeo la “Operación Gomorra”, que sacudió el páncreas y las vértebras de hasta el último habitante de Hamburgo, nos lo cuenta en su libro. Los tres días que duró la función se encontraba con su mujer en una cabaña en el campo, pasando unos días de descanso, a muy poca distancia de la ciudad. El 21 de Julio los despertó la estridencia de luz y sonido que se interpretó en Hamburgo. La pareja quedó paralizada. “Tengo la sensación de que jamás podría volver a abrir la boca si no me ocupara antes de esto”. Hans Erich se pone manos a la obra. Tres meses. Su punto de vista, desapegado, sobrio, nada victimista y hasta frío, absolutamente contranatura si tenemos en cuenta la de amigos, familiares, conocidos o vecinos de Nossack que debieron morir durante esos tres días, es el que tanto admira Sebald, cansado del más habitual y natural estilo patriotero mitificador simplista, y de la casi absoluta autocensura alemana a la hora de hablar en concreto de dichas penurias, autocensura que supuso el silenciamiento de las mil miserias padecidas por tantos. Salvo contadas excepciones, señaladas como recalcitrantes, que se decidieron a hablar del asunto, parecía que no les había caído una bomba encima. A pesar de todo ello, valores y meritos de Hans Erich que no me atrevo a discutirle a WGSebald, del libro me esperaba más. Teniendo en cuenta lo que debió ser aquello, creo que Nossack se queda un poco corto en su repaso escénico.

Si queréis podéis acompañar a un escuadrón de la RAF en un raid de esos, desde el cuartel hasta la tormenta de fuego. Las imágenes, con su frialdad aséptica en 16mm. y su distanciamiento de la inflamada realidad, son, por momentos, preciosas e hipnóticas. Quedarse anonadado con ellas resulta un poco desasosegante, incómodo, impresentable, ¿inmoral? si pensamos en la carnicería montada a ras de suelo. ¿Qué pasa con estas cosas? Por no hablar de a ver quién es el guapo que no se ha quedado pegado a la pantalla ante un hongo atómico...

jueves, 2 de diciembre de 2010

¿Enloquecen los pingüinos?


¿O se desorientan? ¿Confunden el mar con las montañas?... parece una chifladura más el preocuparse por la salud mental de los pingüinos, máxime si hablamos, no de los desquiciados animalillos encerrados en zoológicos del mundo entero, sino de los que viven a cuerpo de rey en la Antártida, paraíso aún no perdido para ellos.

Independientemente de lo que nos pueda parecer dicha “rareza” en forma de pregunta, cuando el encargado de plantearla es nuestro admirado WernerH a través de uno de sus documentales, el resultado pasa de ser la chorrada/frivolidad que podría parecer a más de uno, y se convierte en algo mucho más interesante. Ver en la inmensidad antártica, captada con ese sexto sentido de WHerzog que dota de una indefinible enjundia a tantas de sus imágenes, cómo un individuo/pingüino rompe con el gregarismo e instinto natural de su especie y, en vez de encaminarse al nutritivo océano que tiene a su derecha, se dirige, dando un giro de 180 grados, hacia unas lejanas montañas en las que sin duda morirá de hambre, es cualquier cosa menos una tontería. ¿Se creerá nuestro protagonista un héroe desafiando molinos? ¿Estará llevando a cabo su particular emboscadura? ¿Habrá pensado: hasta aquí hemos llegado, tras soportar mil iniquidades de sus congéneres? ¿Estará loco de remate?...

Si queréis acompañar al acongojante pingüino, su lacrimal peregrinaje y oír las "rarezas" que se plantean WernerH y el científico que lo acompaña, saltad al minuto 3:00 del video: “Doctor Ainley, ¿existe locura entre los pingüinos?...”



Por cierto, si os han molestado los subtítulos a la hora de abismaros en tan sedantes paisajes, aquí los tenéis al natural: http://www.youtube.com/watch?v=0qVWKpAH7OI

La manera, a veces tan personal, de mostrar y plantear Herzog las cosas, puede parecer, a estas alturas del S. XXI, casi una obviedad. Hace 45 años la cosa resultaba mucho más rarita, de ahí cierto mérito del personaje. Aunque aún ahora sus pelis y documentales pueden dormir a más de uno, hace años supongo que habría quien las prescribía para conciliar el sueño. La cabra tira al monte, y, desde siempre, este teutón atroz tiró a la vaguedad e incertidumbre contemplativa, ya fuera sonora o visual. Maneras y formas algo más extendidas a fecha de hoy. Los comienzos de “Corazón de cristal” y “Aguirre”, las archiimitadas y danzantes imágenes del saltador Walter Steiner en pleno vuelo, el periplo con Kinski o con Popol Vuh, el Amazonas, el cerro Torre, el continente antártico… sobre todo ello habrá que volver. También en su “Encuentros en el fin del mundo”, aparte de con pingüinos enloquecidos y paisanaje variopinto, Werner nos deleita con momentos de apabullamiento visual extremo en un par de inmersiones bajo la capa de hielo antártico. En uno de estos chapuzones bajo cero nos topamos con un paisaje imposible de imaginar o comprender, algo tan irreal que cuesta creer que no sea un artilugio de decorado gigante, en vez de un fondo marino impoluto y plagado de conchas bajo la traslúcida capa de hielo.


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