martes, 28 de septiembre de 2010

Todtnauberg



Hasta allá nos fuimos M. y Venturín. A 1021 metros de altitud, enclavado en medio de la Selva Negra (que de selva, a fecha de hoy, no tiene nada, simple bosque de pinos y abetos; y de negra, sólo un mucho de penumbra). Como era de esperar por aquellos lares el tiempo no acompañó. A mayores, y con buen criterio, la familia Heidegger no está por la labor de convertir su cabaña en un parque temático por lo que la misma sólo puede intuirse entre los prados y bosques que la rodean. Entre ellos un sendero discurre en la dirección correcta, pero, sin llegar a ver siquiera la famosa cabañita, un discreto pastor eléctrico y un cartel en tono marcial recomiendan no insistir en la majadería de llegar hasta su puerta. Cualquiera se aventura a un calambrasso ario… aunque he de reconocer que poco me faltó.

Era aquí donde un hosco y esquivo Martin H. se retiraba del mundanal ruido, básicamente sus clases en la universidad de Freiburg, para darle a la batidora neuronal rodeado de la mayor austeridad y quietud posibles. Supongo que todo manías el hombre. También fue aquí donde recibió la visita de la penumbra andante: Paul Celan. 25 de Julio de 1967. De qué pudieron hablar victima y victimario es cosa vedada en su mayor parte. Con anterioridad, Martin H había vivido su pseudo idilio nazi. Idilio que, a posteriori, supuso su ingreso en la lista negra. Debió ser en esa lista donde, apabullado por todo lo que había pasado y resultaba imposible negar, se planteó si era posible la poesía tras la 2ª GM. Cabe preguntarse si Paul Celan lo habrá sacado de sus dudas. Muestra evidente del masoquismo existencial del desdichado Celan, archivíctima del pangermanismo más feroz, es su relación con Martin H, quien, en gran medida, representaba todo lo que el desgraciado poeta odiaba, padecía y sufría. Hablando en plata, qué coño pinta un angustiado y balbuceante Celan en la cueva del Lobo?... por mucho que la prosa deslumbrante del Ogro lo subyugase, por mucho que quisiera enfrentarse con semejante personaje, por mucho que el Ogro hubiese reconocido la categoría de Celan, la cosa no se entiende… masoquismo desquiciado y descompuesto.

La visita se repitió alguna vez más. También se intercambiaron unas pocas cartas. Y el Ogro acudió a alguna lectura del propio Celan. Y Celan se soltó con un poema en conmemoración del famoso (des)encuentro. La árnica, amarilla y delicada, es un remedio natural contra el dolor…

"Todtnauberg

Árnica, alegría de los ojos, el/trago del pozo con el/dado de estrellas encima,
en La Cabaña
escrita/en el libro/-¿qué nombres anotó/antes del mío?-/en este libro/la línea de/una esperanza, hoy,/en una palabra que adviene/de alguien que piensa,/en el corazón,brañas del bosque, sin allanar,/satirión y satirión, en solitario,
crudeza, más tarde, de camino,/evidente,
el que nos conduce, el hombre,/que lo oye también,
las sendas/de garrotes a medio/pisar, en la turbera alta,/mojado, mucho."
(Trad. JL Reina Palazón)

El fenómeno Celan, en trance de inspiración total, ya había sentenciado en su Fuga de muerte: "La muerte es un maestro/amo de Alemania." Pocas muestras más representativas de “meister” alemán que el idolatrado Martin H. Dueño de una prosa finísima e inspirada, autor de ideas y teorías para muchos inigualables, innovador y descubridor, está claro que tenía deslumbrado al pobre Paul…

lunes, 20 de septiembre de 2010

Esa extraña bestia

Así califica Rodrigo Fresán "La broma infinita", el bloque de cemento definitivo de nuestro idolatrado DFWallace, el adelantado, el radical, el number one. En concreto, decía/escribía Fresán:

“Por un lado está la Gran Novela Americana y, por otro, la Inmensa Novela Americana”

Tanto la una como la otra de gran importancia, distingue Fresán entre ambas por su volumen, por el número de sus páginas. Como enfrentar “Nada” o “Matadero 5” (Gran) con “En busca del tiempo perdido” (Inmensa). La una más extensa que las otras, y todas definitivas. Seguía RFresán:

“Así, El legado de Humboldt, de Bellow, sería una Gran Novela Americana; Submundo, de Delillo, una Inmensa Novela Americana y esa extraña bestia que es La broma infinita, de David Foster Wallace, una Inmensa Gran Novela Americana o una Gran Inmensa Novela Americana.”

Así están las cosas. El Inmenso/Gran o Gran/Inmenso DFWallace se escapa. Es ya un autor de calificación reversible para algunos. Éste me cayó bien, sobre todo por el increscendo de calificativos, que, sin saber si es de coña o en plan catedrático, tiene su aquel.

Coincidió también que semanas antes había leído “El planeta de Mr. Sammler” de Saul Bellow. Aún le sigo dando vueltas. Vaya pasada de libro y vaya portento de escritor. No sé si por pereza o por manía, nunca me había puesto a leer a este Bellow. Pensaba en él como la enésima versión del escritor americano que en su día estuvo de moda por cualquier cosa menos por su calidad… y que por supuesto sólo escribe sobre divorcios, los suyos, resulta obvio; o New York, su ciudad; o su trabajo, que, evidentemente, no le satisface; o sus erecciones, inmensas, como os podréis imaginar… Qué equivocado estaba. Bellow es otra cosa. Tremendo y enjundioso. Le voy a hacer caso a Fresán y me voy a poner con “El legado de Humboldt”, estando la mitad de bien que “Sammler” me vale…

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