domingo, 29 de mayo de 2011

Las Halligen



Corrección histórica, enmendar un error, eso es lo que se debería hacer con esto de las islas. No con todas, sino con éstas en concreto. Porque al bigotudo personaje que hemos visto mil veces sentado en la diminuta islita con palmera, rodeado de agua y con espacio apenas para instalar su hamaca, con sólo un taparrabos en cintura y con el olvido de lo que es la civilización por bandera, más que en el soleado Índico, deberíamos situarlo en el venteado y grisáceo Mar del Norte. En Frisia, mitad Tedesca mitad Holandesa, Paraíso total, deslumbrante landschaft, no sólo hay vacas que dan litros y litros, y prados, y Frisones, y qué paisajes, cómo no me avisaste antes, hay también unas tachuelas de tierra, las Halligen, rodeadas de espuma y bravura, que dejan a más de uno con ganas de aislarse en ellas, mirar a tierra firme, torcer el gesto y gritar no vuelvo, gritar ahí os quedáis desgraciados, gritar qué necesidad tengo yo de aturar tanta mugre, gritar que me dejéis en paz, carajo, quedaros vosotros en la dichosa civilización S. XXI, gritar por fin, por fin me atreví a decir basta, qué alivio… y dicho el grito y llegado el alivio, levantarse al día siguiente con el sol, y llevo dos horas desayunando, y me parece poco, y no pasa nada, y cómo sopla el viento, y la marea sube, y luego baja, y qué bien, y qué fácil, y es que somos idiotas…

Lo de islas, aislamientos e insularidades, tiene un punto que para más de uno se convierte en gigantesca bola de nieve en la que meterse y dejarse llevar. Bola de nieve que a algunos marea y expulsa, mientras que a otros les parece el juego más divertido del mundo. Los mareados, vuelta a recuperar el norte con el trajín famélico y voraz que todos conocemos. Los que se divierten rueda que te rueda en sus islitas, una mierda van a volver al trajín aquel una vez comprobado que los desayunos pueden durar dos horas, y que durante las tardes no es obligatorio aguantar lo que muchas veces se aguanta… Luego está mi ídolo: el que lleva las Halligen dentro, qué tío, el que no necesita ni islitas ni mareas, personaje soñado, casi irreal, quién me diera ser como él, insular esté donde esté, hasta en medio de la ciudad, en medio del bullicio extremo del quehacer diario, venga mareas arriba abajo…





viernes, 20 de mayo de 2011

El arco iris...



Eterno retorno, o cualquier triquiñuela del bucle espacio temporal. O es que alguien me vigila, o es que sin quererlo acierto en la diana, o qué fenómeno paranormal, o es que vaya causalidad, leed bien, sí, que os veo despistados, he puesto causalidad no casualidad, os dará igual, pero a mí, no… Cómo, sin teorías ali-oli, explicar que en la puñetera primera página del cachalote 1148 de Thomas Pynchon nos topemos con una inesperada cita (pedante costumbre abrillantada por escritores ad infinitum) del totémico personaje, del científico brillante, que nadie se entere que trabaja para nosotros este perrofascista, como lo atrapen antes los moscovitas estamos aviados, registren todo el Reich y me lo traigan al despacho, que le haremos una oferta al Werner que no podrá ni imaginar, y preparen baberos y manguerazos para limpiar las vomitonas tutiplén que se nos van a escapar a todos los hombres de bien y que van a atragantar las tuberías del local de tanta arcada que nos va a dar al decirle al Werner Von Braun firme usted aquí Herr, línea directa con el Uncle Sam, espere que le paso el teléfono, lumbrera que en pocos años nos fabricará el gran torpedo, el gran supositorio, el Grosse Rakete que nos pondrá en órbita, que nos chimpará sin escalas y de una santa vez a la puñetera Luna antes de que lleguen los moscovitas… que me lo traigan al Werner he dicho, ar.

Firme aquí, Herr Báltico, Herr Peenemunde, Herr Raketen, nuestro hombre en la Luna, perrofascista… ay Mittelbau-Dora, ay los esclavos, ay los tierra -tierra estallando en Gross Britanien, ay los Juden, cuánta infamia de ojos azules… superémoslo, pongamos nuestras mentes en blanco, olvidemos descarríos juveniles, perdonar es de sabios… Y es que ahora es uno de los nuestros, buen chaval, engominado, big mac. Atienda Mr. Von Braun, tachemos lo de Herr que suena perrofascista, ahora es Mr., le decíamos que atienda Mister, póngase usted a pensar científicamente en cómo llegar a la dichosa luna en nombre, no del Reich, qué bestias estos teutones, sino del Empire

Y digo yo, qué pinta Werner ocupando el tiempo de Pynchon, descubridor de enormes extensiones sin sentido, rey del metraje abusivo, agotador, embaucador, malabar. Uno recibe la orden de no sabe dónde, de no sabe quién. Y la orden se cumple: se lee, para empezar, para probar, antes de enfrentarse con el delirio mil y pico, en plan cauteloso, decía que uno se lee V. Y V. está bien, ya os le he dicho, y llega la siguiente orden: siga con El arco iris de gravedad, si se atreve, claro está. Y uno, carente de criterio, o de valores, o de mesura, o de lo que sea, llegada la orden, va y la cumple. Y se compra el cachalote 1148. Y lo abre, y a uno lo engulle, y bonito papel, y aquí aparece Werner Von Braun… Y entonces ya está montada. En la primerísima página número 1, ThomasP, augur del nuevo milenio, nos sale con cititas estilo nouvelle cuisine del padre de los Raketen/Cohetitos, del mismísimo Werner Von, el ínclito. Otra vez tú, Werner… Y entonces miro a mi espalda, quién me vigila, quién decide por mí, quién me ha puesto este criminal librajo toneladas de papel en las manos, quién soy… y sí, alguien me vigila, alguien decide por mí. Y sigo mirando a mi espalda, sin torcer el cuello, trucos que se han aprendido a base de desconfiar, y, lógicamente, quien está ahí no se deja ver, pero elige por mí, qué morro, y me presta sus ideas, me invade con ellas, si por lo menos diera la cara, se la podría partir, y luego asustarme, pero quién es éste que soy yo, la bofetada que le acabo de arrear, indómita, me duele en la mano y me duele en la cara, hay que ver qué cosas… Creo que dentro de unas dos semanas habré acabado con el cachalote 1148 “El arco iris de gravedad”… y no sé si la somera y precaria idea que me he formado acerca del librito abusivo se consolidará, o acabará por dispersarse aún más, que sería lo propio y lo que creo que acabará pasando irremediablemente. Qué tío Pynchon, cómo se las gastaba…






















sábado, 7 de mayo de 2011

Más pupitres (Bernhard/Gould)



Outra vaca no millo. Sí pero no. Vaca sí, pero no otra, sino la de siempre. La vaca Thomasa. Y millo, millo, tampoco, más bien relato. ¿Quiénes comparten ahora el dichoso pupitre? No son ni el genio pensante altruista y el guía dictador infame, ni tampoco el político/ triunfador/ presidente y el empresario/ triunfador/ superconsejerodelegado, tampoco son FrankZ, incalificable Electric DonQ. y Don Vlietpero dime, ¿quiénes son? Prepárate, que no te lo vas a creer. De verdad, vas a flipar: Thomas y Glenn. Cómo, cuándo, dónde, me estás tomando el pelo, coincidirán los nombres pero no los apellidos, los apellidos, dime los apellidos, te los digo: Bernhard y Gould… Imposible, no te creo, es imposible y no te creo, esimposible y notecreo, me niego, no me toques las narices… te repito que es imposible y no te creo, farsante.

El genio loco y el loco genio, es imposible y no te creo. El austríaco atroz y el atroz canadiense, es imposible y no te creo. El que escribió siempre el mismo libro, genial, apabullante, exagerado, obsesivo, y el que quiso convertirse en piano, para sentir como Johann lo tocaba, sin intérprete de por medio, es imposible y no te creo. El que se apellidaba Bernhard y el que debió apellidarse Steinway, es imposible y no te creo. Al que odiaba la gente y el que odiaba a su gente, a su público, es imposible y no te creo. Es que no puede ser, me estás tomando el pelo. Te quieres quedar conmigo…

Cógete El malogrado, amén Bernhard, la misma novela de siempre, y verás que no te miento. ¿Y quiénes salen? Salen Suiza y Austria, mal paradas, como siempre. También Alemania, y lo mismo, a parir. Sale Madrid, otras veces son Roma o Lisboa, hoy es Madrid, y ya sabes, por las nubes, a Thomas le encantaban estas ciudades. Odiaba lo propio e idealizaba lo ajeno. Pero sobre todo salen Glenn Gould y su Bach y sus Variaciones Goldberg y su Steinway y su admiración y más admiración, lo que en Thomas es como un milagro… esto último es imposible, es imposible y no te creo. Por mucho Gould, Bach y aquellas Variaciones de 1955, me quieres hacer creer que Thomas exterioriza admiración, no de pasada, como puede hacer con aquellas ciudades, simple disculpa para cargar contra su Salzburgo de mierda... admiración, pues, no de pasada sino que exteriorizada de manera gratuita: vamos hombre, eso es imposible y no te creo…

miércoles, 4 de mayo de 2011

0.14: Jay, jay, jayyyy

Como volver al instituto. El otro día me mandaron un enlace retro. Suelen ser un coñazo, suelo pasar de estos envíos, si son chistes es que ni los abro, si es otra cosa, según… De uno de aquellos terroríficos personajes con los que, a los quince años, a uno se le ponían los ojos como chiribitas. Asunto contraproducente, a veces uno se estampa ante el bochorno, cómo me podía gustar semejante… Otras, todo lo contrario, pasados veinticinco años aún nos gusta, o nos emociona, o nos hace gracia, o ponemos el volumen a tope, o lo que sea…

En la entrada del 7 de Abril (mil octavas), en el video de “Upon the My oh My”, nos enseñaba Don Van Vliet la diferencia entre Jai, jai, jai y Jou, jou, jou. Bueno. Van Vliet se tragó en el instituto mil pianos, que se le quedaron, en su mayor parte, atrancados en la garganta. Y así pronuncia.

Pues tampoco es lo mismo decir C´mon Hey, hey, hey, que decir C´mon Jay, jay, jayyyy. Rob Halford en el instituto se tragó, entre otras lindezas, algunas lagartijas, varios silbatos y quién sabe cuántos acoples y estridencias. Y así pronuncia.

Vayamos al video. 0.03, Sebastian Bach, válgame dios qué nombre artístico, nos dice: C´mon Hey, hey, hey… mientras una intro guitarrerra se va desmelenando. Posteriormente, exactamente a 0.14, Rob Halford, sin las tachuelas y cueros de antaño, sin la Harley Davidson, sin más aderezzo, con más años, con unas qué pintas, qué es esto, cambien de canal, dice, en contestación a la entrada de Johann: C´mon Jay, jay, jayyyy… mientras un tremendo riff de guitarras se empieza a desgañitar, mientras la melena del Johann le hace los coros, mientras el Johann, fuera de micro, le vitorea el berrinche y se le acerca a saltitos, abiertas las piernas… Esto, todo esto, acaba a 0.24. Vuelta a empezar. A partir de 0.03 el volumen de mis altavoces ya estaba a tope, y así siguió las todísimas veces que repetí el incidente… Después de 0.24 baja la intensidad gutural, pero no la del riff, que sigue incólume, ni la electricidad, que chispea, y a tope el volumen, y rampante la melena del Johann...

Pero venga ya la versión de Delivering the goods a lo Jay, jay, jayyyy:

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