

Estos psicotrópicos individuos forman una comuna de iluminados, junto con selectos viajeros del estilo Swedenborg, Blake, Rimbaud, Strindberg, etc., de lo más interesante. Sus libros, memorias y demás parrafadas acerca de tales trayectos son punto y aparte.
Cuántos de ellos habrán sucumbido al “crujir de dientes” no lo sabemos… pero es fácil imaginar el telele que en semejantes circunstancias les podía dar. Los dientes no se si les bailarían más de la cuenta, pero que sus intestinos debían ir por libre parece probable, además de justificado.


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