martes, 24 de febrero de 2009

La muerte caía del cielo


Los datos son lo que son. Y a veces son tremendos, dejan a uno impresionado. M., aunque estaba totalmente adaptada a la vida en España, había algunas cosas que no soportaba. Una eran las aceitunas… Otra el estruendo de las bombas que durante las fiestas del Apóstol se tiran enfrente a nuestra casa.

Aunque siempre que hablaba de sus experiencias durante la 2ªGM lo hacía con cierto tono impersonal, era inevitable no intuir en ello un intento de autoprotección, tanto por lo sufrido durante esos años y los siguientes, como por el pudor que sentía por haber pertenecido a un colectivo como el nazi, al que, involuntariamente o de manera convencida, se incluía a todo hijo de vecino en aquellas épocas, y que representa la quintaesencia de la inhumanidad. A mi abuela y a toda su clase les tocó “apuntarse” después de una excursión, cuando tenían entre once y doce años (1934). Algo en plan boy scout. Su padre logró retrasar su afiliación al partido nacionalsocialista hasta 1938. Era uno de los privilegios que mantenían los miembros de una orden de oficiales de la 1ªGM a la que pertenecía: los “Stahlhelm”, cascos de acero. Como para decirles algo, vamos. Miembro del 143º Regimiento de Infantería de Strassburg pasó años metido en la cloaca de Verdún, en la que entró como soldado raso y salió como teniente con la Cruz de Hierro de primera.

Estos y otros recuerdos familiares me vinieron a la cabeza leyendo un libro: “La muerte caía del cielo” en el que me topé con un dato que me dejó impresionado. Ya en el año 1942, a tres del final de la guerra, los bombardeos sobre Alemania, enmarcados dentro de la estrategia del “Area Bombing” de Arthur “Bomber” Harris, tan discutida por tantos, incluidos aliados, con sus consustanciales “tormentas de fuego”, estaban totalmente generalizados. Evidentemente, la principal víctima era la población civil. El caso es que el día 31 de Mayo de 1942, sobre Colonia, se produjo el primer bombardeo en el que participaron más de ¡1000 aviones!, en concreto 1047 bombarderos, uno detrás de otro, bum, bum, bum… A saber los recuerdos que le venían a Mutti a la cabeza durante las fiestas del Apóstol.

M. de éstas contaba varias. Cómo distinguían el silbido de los distintos tipos de bombas que caían y cómo, también por el silbido, sabían si les venían derechitas encima de la crisma o acabarían cayendo a cierta distancia… Lo que sintió cuando vio el primer tanque aliado en Berlín… Las que pasó tras la derrota para llegar a Erfurt desde Berlín, sola, en una bici que había robado y esquivando como buenamente podía las desmadradas hordas estalinianas que ocupaban el este de Alemania a machete… Y luego en los primeros años de la ocupación… Con este “background” se comprende que M. fuese incapaz de entender algunos victimismos provincianos que se dan en estos tiempos y lugares, caprichitos egocéntricos de quienes no le han visto las orejas al lobo en su vida. Como Jorge Semprún, hay COSAS y cagaditas… digo cositas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y de todo esto ¿qué quedó? Pues montañas de cadáveres como las de la fotografía y un sentimiento de culpa colectiva en Alemania que engendró un olvido histórico de las víctimas de los bombardeos. Estas líneas las he sacado del escrito que me remitió hace algún tiempo Miguel Jiménez a raiz de su lectura del libro "La muerte caía del cielo" y que creo complementan tu narración.

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