miércoles, 19 de mayo de 2010

Presto, Michelangelo (qué finales los tuyos)


Los tantas veces aludidos cantosdesirena siguen haciendo estragos en la formación de un background personal. Nombradle Antonioni a cualquier persona un poco decente y veréis cómo pierde la compostura para mentaros la madre. Habría sido lo normal que la persona un poco decente hubiera leído, o se hubiera enterado, que según los critiquillos de medio mundo “Blowup” viene siendo la obra definitiva del Cine Mundial, en dura pugna con monumentales pifias del estilo de “Ciudadano Kane” y “Ocho y medio”… sin comentarios. Vengo de dedicarle una hora y cincuenta minutos por tercera vez en quince años a la susodicha “Blowup”, y me sigue pareciendo un verdadero coñazo. Salvo la canción de The Yardbirds, que cada vez me gusta más, los jovencísimos Jimmy Page y Jeff Beck y alguna que otra modelo, lo demás es soporífero.

Debido a ello, sería de esperar que cualquiera le cogiera ojeriza al portento Michelangelo. Pues mal hecho. Digamos que ver "Blowup" debe ser la penitencia a realizar por ver las películas antológicas que, antes y después, hizo M. Las diatribas y estupideces que habrán llevado a los critiquillos fashion a convertir a una de las “peores” pelis del portento azurri en su “mejor” obra me traen al pairo. Sandeces mix posiblemente relacionadas con pedantes simbolismos y pueriles razonamientos sociopolíticos. Lo típico.

Quien, a pesar de la indigestión "Blowup", le haya dado una segunda oportunidad a M habrá visto el cielo. Quien haya visto el cielo antes de ver "Blowup" y haya pensado que ésta sería la culminación de un viaje cósmico Antonianiano, se habrá pegado el batacazo de su vida.

La realidad indiscutible es que Michelangelo se salió por la tangente de la mediocridad durante varios años. Sublime. Alcanzando cotas que en lo estético parecían sólo autorizadas a Ingmar, el Portento del Norte, y a pocos más (realmente ahora no se me ocurre ninguno). Lo mismo que la enjundia emocional que varias de sus pelis empaquetan sin rubor. Tremendas.

Debemos, pues, olvidarnos de "Blowup" y extasiarnos con la impactante trilogía en B/N que se sacó de la manga en pleno empacho de neorrealismo y que le da un repaso al mismo que buena falta le hacía: La aventura, La noche y El eclipse son tres verdaderas pasadas. Monica Vitti se come la pantalla, quita el hipo, la belleza de las imágenes, el ambiente que crean… y unos finales que se salen de lo normal. Muestras de ello ya teníamos con la espectacular Zabriskie Point, pero ese corte explosivo/musical, siendo sorprendente, no es nada comparado con lo que se saca de la chistera el portento azurri en los últimos minutos de La noche y El eclipse. Impresionante. Distinto, tenso, ¿evocador? ¿inquietante?... Buscando la mácula, lo único que acusa el paso del tiempo en estas alucinantes pelis son ciertos toques de modernismo cosmopolita en El eclipse que, evidentemente, los años convierten en ñoños (léase las secuencias en la bolsa).

Olvidado el blanco y negro, maestro indiscutible del mismo, Antonioni decide pasarse al color. Su primera intentona resulta insuperable. El desierto rojo da calambres verla. En concreto, calambres en la retina, de lo bonita que es, del despliegue de belleza que contiene. Verla doce veces seguidas me parecen pocas. Sin volumen la mitad de ellas. De escándalo. Hay que ver lo que se puede hacer con la luz y el color. Con los amaneceres, la bruma y el rocío. Con una mujer guapa y su pretendiente. Sus secuencias parecen cuadros de Vermeer. Magia total.

2 comentarios:

IHY dijo...

Desierto Rojo... no me acordaba del nombre de esa película, pero si de que tiene una fotografía espectacular. Ah, tengo que volver a verla. 12 o más veces.

venturitiña dijo...

Hola Ihy, buena idea la de volver a ver El desierto rojo... las veces que hagán falta... sin mesura.

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